Desde pequeños percibimos la realidad, la vida en términos
simples, maniqueos de que algo solo puede ser una cosa u
otra, de que hay que elegir esto o lo otro; un asunto que
sólo puede ser considerado como blanco o negro, como algo
natural, en donde parece casi inimaginable plantearnos el
mundo desde otro punto de vista, de otra manera.
Desde el principio de nuestra civilización nuestra mente o
visión del mundo se ha empobrecido o mutilado, nos la han
reducido, sin darnos cuenta. Nos hemos creído que la
realidad era dual, dicotómica, bipartidista, excluyente: o
estás conmigo o contra mí, cara o cruz, lentejas: o las
tomas o las dejas. Mientras hemos seguido o interiorizado
estas “reglas del juego binarias” de nuestro sistema no hay
problema: somos aceptados porque somos predecibles,
fácilmente clasificables, manejables para tranquilidad de
propios y ajenos, para que no cambien las cosas ni el
sistema. Los individuos somos mejor dirigidos o gobernados
si no nos complicamos la vida y aceptamos los valores o
necesidades en los términos establecidos, tradicionales,
obedientes y acríticos. Hay quien cree que esta percepción
simplificadora de la realidad la llevamos en nuestros
propios genes. Nada más falso. Hasta el punto de que
aquellos que han intentado ver más allá de esta
simplificación interesada y orquestada desde el Poder han
sido tachados de enemigos, locos, excéntricos, o de genios,
inventores o descubridores en el mejor de los casos.
“Inevitablemente”, muchas veces en el día a día nos
enfrentamos desde pequeños a dilemas cotidianos sin
importancia en una cafetería sobre qué tomar, si té o café (uff,
siempre lo mismo) hasta cuestiones de capital importancia en
una sociedad moderna y democrática sobre a quién votar, si a
la derecha (PP) o a la izquierda (PSOE) (fuá, más de lo
mismo). Parece que no hay más opciones que las de siempre,
lo conocido, lo típico. Pues nada más lejos de la realidad:
todo, absolutamente todo está sujeto a ser considerado desde
más de un doble punto de vista, pues hasta una moneda en el
cara o cruz puede caer de “canto” o perderse debajo del
sofá.
Vamos a poner algunos ejemplos de hasta qué punto podemos
superar las limitaciones impuestas por la publicidad, la
propaganda o la misma educación. El maniqueísmo o
bipartidismo no nos ha dejado ver el bosque del mundo real.
Se puede siempre ir o ver más allá. Podemos o debemos
superar los maniqueísmos de toda la vida, que tanto daño han
hecho, ya que han demostrado que se han quedado anticuados o
inútiles en nuestro mundo actual, mucho más complejo,
avanzado y exigente. Fíjense qué fácil: té o café, Cola-cao;
vino o cerveza, sin alcohol; R. Madrid o Barcelona, Ceuta;
inglés o francés, árabe; coche o moto, autobús; mantequilla
o margarina, aceite de oliva; blanco o negro, magenta; PP o
PSOE, UPyD; y un largo etc.
Prueben y ya verán lo fácil que es cambiar y disfrutar del
cambio desde una perspectiva más abierta, enriquecedora y
liberadora.
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