Un año y un día después de que
quince inmigrantes subsaharianos perecieran cerca de la
playa del Tarajal cuando intentaban entrar desde Marruecos a
España, Ceuta ha vivido una movilización que congregó a unas
cuatrocientas personas que, con pancartas y proclamas,
quisieron rendir homenaje a los fallecidos. Una marcha
necesaria, pero que quedó contaminada por la demagogia.
Desplegar una pancarta en la que podía leerse: “No más
víctimas de la inmigración clandestina; las fronteras
cerradas matan”, es de una demagogia infinita, al igual que
corear consignas alusivas a la responsabilidad en los hechos
del delegado del Gobierno en Ceuta, el director general de
la Guardia Civil y el ministro del Interior. Estas y otras
actuaciones, que ya se preveían, no solo ensuciaron la
marcha sino que hicieron que muchas personas no se vieran
representadas con el acto organizado, a pesar de que
lamentan profundamente la muerte de los quince inmigrantes.
Y es que, cuando se convoca a toda la ciudadanía es
necesario buscar manifestaciones claras que unan y no se
separen.
La inmigración ilegal, lamentablemente sigue siendo un
problema mundial que se deja notar con más fuerza tanto en
Ceuta y Melilla, y cuando se producen tragedias como la
ocurrida hace un año no importan las ideas políticas de unos
ni de otros, lo verdaderamente importante es que personas
fallecen en lamentables situaciones. Por ello, todos
deberíamos quedarnos con el texto de una pequeña placa que
los participantes colocaron en la frontera: “En memoria de
las quince personas que el 6 de febrero de 2014 en busca de
una vida mejor lo único que encontraron fue la muerte”
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