Creo que ha llegado un momento en
el que “todos” los programas de “todos” los partidos
políticos, vienen a parecernos obras maestras del eufemismo
en plan “a la postre, todos salpicados”. Y me estoy
refiriendo a los programas de los partidos “convencionales”
porque los hay que, como Podemos, carecen de cualquier tipo
de programa y si consideran como tal el decir que “van a
pagar la calefacción a los que sufren pobreza energética” si
considerar que esa simpleza “a la griega” es una propuesta
electoral seria, somos el resto quienes podemos apagar la
luz y largarnos con viento fresco. Carencia de imaginación
porque ¿No resulta más contundente el amenazar a las grandes
compañías eléctricas de nacionalización para que bajen los
precios o decretar durante tres años la anulación del 21%
del IVA de la electricidad hasta que emerjamos de la
crisis?.
Pero, lo negativo de despertarnos cada mañana con una
historia de corrupción en los telediarios es que, los
españoles, ya no nos fiamos ni de nuestra sombra y tendemos
a simplificar en plan “Si no bajan la luz ahora que se ha
desplomado el precio de los carburantes es porque están
robando” “Si no han imputado a la familia Pujolone hasta
ahora, después de treinta años, es porque todos los
Gobiernos han sido cómplices” “Si no procesan a los
responsables de haberse gastado los cuartos es
macroproyectos de aeropuertos fantasmas es porque algo se
habrán llevado ellos también”. Lo malo de los años de la
corrupción es que todos están bajo sospecha y se tiende a
“terriblificar” que es un curioso verbo inventado por el
filósofo Albert Ellis que significa que se aumentan
desproporcionadamente las cosas y se crean películas
mentales de desastres. Así que estamos todos en plan
“terriblificación y sospecha” y la presunción que opera para
con la clase política es la contraria a la presunción de
inocencia : aquí son todos culpables hasta que no se
demuestre lo contrario. Mala cosa la pérdida de confianza,
porque las próximas elecciones van a ser, más que una lucha
de ideas y de propuestas, una batalla por merecer el don de
la fiabilidad y una monumental carrera para demostrar un
saneamiento de las instituciones a base de nuevas caras,
nuevos estilos y renovación de eso a lo que Podemos llamaba
“casta” y que ahora llama directamente “mafia” es un
descuido verbal que bien puede acabar en los tribunales con
una querella por calumnias.
Nadie puede, en el actual Estado de Derecho, acusar a una
formación política de constituir una “organización criminal
jerarquizada” que es a lo que se llama “mafia” sin tener que
sentarse posteriormente ante un Juez de Instrucción para
utilizar esa “exceptio veritatis” esa “excepción de la
verdad” por la que, acusar a alguien de un delito, no es
perseguible si se demuestra que ese alguien, en efecto, lo
ha cometido y ha sido juzgado y condenado en virtud de
sentencia firme por ello. Aquí se están yendo mucho la boca
y las maneras, sin que se haya tenido bastante agilidad
mental como para responder de forma contundente, que es lo
que espera la ciudadanía. ¿O es que estos años procelosos,
tan amargos para todos, en los que todos los afiliados de
los diferentes partidos hemos sufrido la amarga decepción de
ver imputados a individuos que considerábamos “de los
nuestros” y que nos parecían intachables, estos años de
desayunarnos con vinagre nos ha anulado la capacidad de
reaccionar ante los insultos y las calumnias? En absoluto,
la ciudadanía no se encuentra en shock, sino que son más
bien los dirigentes, aquellos a quienes votamos en las
urnas, lo que parecen, dicho sea coloquialmente,
“apollardáos” con sus concepciones restringidas y su
corrección política de pacotilla.
Hoy no vale la corrección política y si no que se lo cuenten
a los kamikazes del sindicato “Manos limpias” que ya han
arremetido como auténticos basiliscos contra el “Podemos”
Monedero para que explique ganancias millonarias a fuerza de
adoctrinar a países bananeros a los que, por cierto, les va
como el culo, lo que viene a demostrar que lo que aconseja
Monedero resulta nefasto políticamente, económicamente,
ideológicamente y socialmente. Lo más astuto es sacarle el
copyrigth al apelativo “Monedero-Ruinero”. Parece que, a lo
que el Estado, con todos sus poderes, no llega, llega un
modesto sindicato de moscas cojoneras y de tábanos
rompehuevos como es el “Manos limpias” que tiene el carácter
de los eslavos, que se crecen en las dificultades y el de
aquellos lacedemonios de los que, el Derecho Romano,
predicaba que eran “nacidos para el combate”. Aterriza con
sus códigos, sus resmas de querellas fundamentadas y sus
barriles de mala leche, a liarla en plan numantinos de la
Iberia Vieja, pura idiosincrasia hispánica. Llega un
grupúsculo de abogados y comienzan a querellarse, primero
contra Monedero y sus ganancias, luego vendrán los
restantes, que hay para todos, así que no vale colarse en la
fila y el que llegue el último que pida la vez.
En fin… los años de la corrupción, cuando el bubón purulento
nos ha reventado en la cara, han sido malos. Pero,
colectivamente, hemos aprendido mucho y hemos adquirido
certezas en plan “el que la hace, al final, muy al final,
acaba pagándola”. El ver a personas consideradas
“intocables” chupando pena de rejas y de telediarios, amén
de indignarnos nos da esperanza, ahora bien, el volver a
ganarse la confianza de los españoles, va a ser una ardua
labor. Por más que, progresivamente, las expectativas
económicas del Gobierno se vayan cumpliendo, por más que el
Ejecutivo nos haya evitado un rescate : mientras los datos
macroeconómicos no lleguen a los frigoríficos de todos y las
pymes y los autónomos florezcan por doquier, seguiremos
siendo desconfiados y viviendo en una especie de estado
crónico de “tener la mosca detrás de la oreja”.
Duro reto para los políticos el concurrir a elecciones aún
con el trauma de “los años de la corrupción” pero los
ciudadanos no deseamos que, la campaña que se avecina, sea
un intercambio de acusaciones y de reproches: bastante nos
hemos ya desfogado lanzando varapalos a diestro y siniestro.
Mejor es convertirnos todos en receptáculos de ideas
sensatas, planes coherentes y propuestas factibles. Y mejor
así mismo es que, nuestros dirigentes, no permitan bajo
ningún concepto el que unos mamarrachos mesiánicos les
denominen “mafia” porque si ellos son un grupo criminal, los
españoles que les votamos somos cómplices y como poco
sicarios. Discrepancias ideológicas vale, críticas a la
gestión de tal o cual pertenecen a la legitimidad
democrática, pero acusarnos de votar a criminales nos toca a
todos las pelotas y nos ofende. Y a los ciudadanos no nos
gusta que nos ofendan y que las calumnias salgan gratis.
Bastante nos ha ofendido la corrupción como para permitir
que, unos payasos pontificadores, vengan a faltar al respeto
al pueblo español. Y lo dicho, dicho está.
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