No tengo duda de que las personas
nos predisponemos unas a otras, que los mismos lenguajes nos
mueven el alma; que también los buenos pasajes, aparte de
convencernos, nos reaniman, y que algunos hechos nos
entusiasman. Esto me pasa a mí con el libro: “Una educación
nueva para un tiempo diferente” (edición de autor),
recopilación de artículos de opinión escritos por un docente
vocacional, de brillante trayectoria curricular y aún mejor
persona, en coherencia siempre con lo que pregona, y que no
es otro que el profesor Juan Santaella López. Dichos textos
fueron publicados en un medio escrito durante los tres
últimos años. O sea, que estamos ante una obra escrita
pausadamente, que como buena antorcha de pensamiento y
manantial de referencia, lleva implícita la lucidez en
consonancia con la genialidad más auténtica. Reescrita y,
por tanto, nuevamente pensada después para darle formato de
libro. Son más de doscientas páginas impresas de valores y
experiencias (de valías), sumamente cuidadas ya que forman
parte de sí, de su donación al desarrollo del ser humano, lo
que hace que sea alimento a los ojos de cualquier lector.
Hasta el mismo prólogo, realizado por Antonio Rus Arboledas
(otro humanista-científico de la educación y de la
psicología evolutiva), nos introduce en el apasionante mundo
de la educación, sobre todo en el sentido de predicar con el
ejemplo.
Efectivamente, soy de los que pienso que educar, por encima
de todo lo demás, consiste en formar seres capaces de
liberarse de ataduras, aptos para regirse por sí mismos y no
para ser dominados por otros. Y en este sentido, el libro de
Juan Santaella López en su conjunto es un verdadero manual,
sobre todo para padres y docentes, resultado no sólo de
muchas horas de reflexión, sino también de vivencias
propias, de meterse en las honduras de nuestro vivir de cada
día. Al fin y al cabo, educar no es otra cosa que templar el
alma para sobrellevar nuestros propios aconteceres; no en
vano, se analiza la sociedad actual, con sus alienaciones y
sus dependencias; con una crisis económica que está dejando
más pobres a los que ya lo eran y más ricos a los que la
precipitaron. Además, también se aportan instrumentos y
modelos para el cambio de sociedad que tan necesario es en
estos momentos. El autor contrapone modelos de vida, que es
necesario que emerjan, y siembra, de igual modo, referentes
como pueden ser el hidalgo humanista y defensor a ultranza
de la justicia y de la equidad entre los seres humanos, Don
Quijote de la Mancha; o un político español tan comprometido
con su pueblo como Adolfo Suárez, que hizo del diálogo y del
acuerdo consensuado la base de transformación de un país
autoritario en otro democrático; o el ejemplo de coherencia
de Camus, defensor de que la verdad y la naturalidad estaban
siempre por encima de las ideologías.
También aporta Juan Santaella López los fundamentos de un
buen sistema educativo que, necesariamente, ha de apoyarse
en unos buenos docentes capaces de hacer del discente
alguien que no existía. Evidentemente, se ha de contar con
el esfuerzo del alumno, para –como dice el autor del libro-
partiendo de él, adentrarlo en el mundo de la lectura, en
las humanidades, en la misma convivencia y vivencia de los
valores, mediante los estímulos educativos pertinentes.
Cierra el libro un capítulo dedicado a analizar los
problemas que la juventud actual padece, que son muchos y
diversos: alcohol, drogas, embarazos no deseados,
suicidios…, se analizan los problemas educativos, entre
nuestros jóvenes: en primer lugar el bullying o acoso
escolar, tan extendido en los últimos tiempos. Examina,
igualmente, diversos tipos de niños: los depresivos, con sus
causas y sus posibles soluciones; los agresivos, los cuales
tienen un pasado que les impulsa a ser violentos con los
demás; los niños mimados, a los que la sobreprotección
paterna los inutiliza para vivir de manera autónoma. Termina
el capítulo con un tipo de agresión juvenil que cada día se
expande más y que afecta a más familias: la violencia que
muchos hijos ejercen sobre sus padres y las causas que
conducen a ella. Indudablemente, tan sólo por la educación
–como dijo Kant- puede el hombre llegar a ser hombre. En
cualquier caso, acusarse a uno mismo con una buena ración de
humildad, demuestra que la educación ha comenzado. Por lo
demás, ineludiblemente estamos en un tiempo diferente, lo
que exige cuando menos una educación renovada. Esta
publicación, cabecera de tantos sueños, naturalmente, ayuda
a encontrar ese camino de rectitud, advirtiendo que nunca
fue fácil el aprendizaje de la virtud.
|