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OPINIÓN - LUNES, 2 DE FEBRERO DE 2015

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

La realidad les da miedo

Por Jesús González


Inmediatamente después de que se tuvieron noticias de quiénes eran los responsables y de la ideología (yihadista) que les animó a cometer los execrables atentados de París, el pasado mes de enero, la clase política, como una sola voz, se apresuró a desvincular el Islam de los atentados y, asimismo, llamó a que no se declarara una ola de islamofobia en Francia. Daba la impresión de que las condolencias por las víctimas se ponían al mismo nivel que la llamada a evitar una ola de islamofobia y a desvincular el Islam de los atentados. ¿El lenguaje cambia la realidad al mismo tiempo que la representa? Lo cierto es que parecía que la propia realidad les daba miedo. Es más, no perdieron ni un minuto en calificar a los asesinos como descerebrados, fanáticos, que habían hecho una interpretación extremista y fundamentalista de la religión. Es más, no se perdió el tiempo en conceptuar el yihadismo como una aberración. Por cierto, ¿de dónde ha salido esta palabra? ¿No procede de la palabra ‘yihad’, que es de uso común en el Islam? Por cierto, ¿en qué fuentes beben estos descerebrados, fanáticos yihadistas? Sí, ya hemos aprendido que en el núcleo de la doctrina islámica, “yihad es el esfuerzo hacia la divinidad”. Pero el actual yihadismo violento parece inspirarse en aquella “estrategia político-militar” llevada a cabo durante el establecimiento del Profeta en Medina.

Cierto es que ya pasa de castaño oscuro que nos maten como conejos en nuestros países y la clase política pierda el culo por salir a decir alto y claro que cuidado con la islamofobia y con relacionar el Islam con las masacres. Es más, Hollande se apresuró a decir que “Los musulmanes son las primeras víctimas del fanatismo, del fundamentalismo y de la intolerancia”. (…) “Los musulmanes deben ser protegidos”. (…) “El Islam es compatible con la democracia”. ¿Pero, bueno, quién mató a quién en aquellos días de enero? “Defender la libertad –como dice el periodista Manuel Coma– prohibiéndose al mismo tiempo decir las cosas por su nombre, es una extraña manera de hacerlo. No se quiere ver lo que todos sabemos: será una interpretación aberrante del corán, pero de ahí y de ninguna otra parte sale”. La yihad, en uno u otro sentido, es intrínseca al Islam. A este respecto, recordando a Orwell, libertad significa el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír.

Lo peor que se puede hacer con el Islam es sacralizarlo más allá de cualquier crítica. Se repite hasta la saciedad que la crítica en democracia es un elemento constitutivo de la democracia misma. ¿Por qué, entonces, el Islam ha de estar a cubierto de críticas si al cristianismo y a la iglesia se los critica por activa y por pasiva? Es más, los propios prebostes de la iglesia católica entonan el mea culpa y piden disculpas por los errores históricos cometidos en nombre de la iglesia católica. La consecuencia de todo esto es que la libertad de expresión en Europa se tambalea en cuanto se trata de desarrollar un debate serio sobre el Islam. Un debate sobre poner en cuestión ciertos valores que configuran el Islam como religión que impregna todos los ámbitos del creyente. Si en ese improbable debate alguien se saliera del guión sería estigmatizado sin pérdida de tiempo. Por el contrario, si seguimos obviando un debate serio y tranquilo sobre el lugar del Islam en nuestras sociedades, los problemas seguirán creciendo y fracturando nuestras sociedades abiertas, democráticas y de pensamiento crítico. Se evita cuidadosamente contraponer los valores islámicos con los valores de las sociedades occidentales. A este respecto, el filósofo francés Yves Michaud declara que los valores de las culturas islámicas son incompatibles con los nuestros. ¿Alguien ha oído decir esto a algún político y que inmediatamente no fuera calificado como racista, xenófobo o islamófobo? Es políticamente incorrecto y molestaría, no sólo a los islámicos, sino a la progresía y a sus adláteres.

Así, quien sea calificado de islamófobo “resultará ser enemigo visceral de la religión islámica en términos similares a los del racismo”, escribe el politólogo Antonio Elorza. De esta manera tan torticera, la palabra ‘islamofobia’ es utilizada para meter en el mismo saco “a los que de forma irracional odian algo y a los que de forma racional no están de acuerdo con ese algo sin que por ello lo odien”. Así, respecto del Islam, hacer una crítica realista sobre él es, para los políticamente correctos, odiarlo. De esta manera se está impidiendo en nuestras sociedades occidentales, vía código penal, cualquier crítica constructiva (virtudes y defectos) sobre el Islam. El resultado de esta mordaza es equiparar a los críticos constructivos con los militantes del odio. Ahí es nada.

(PD/ Recuerde: faltan 29 semanas para el 6º Centenario de la conquista de Ceuta por los portugueses: el 21 de agosto de 2015)
 

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