El pasado martes hablaron del
barrio de El príncipe en un programa de Antena3. Solamente
vi unos extractos. Suficiente.
Conociendo el formato, supe de antemano que no me iba a
gustar. En las redes sociales, no fueron pocos los ceutíes
que expresaron su descontento. No obstante, creo que las
balas de indignación eran disparadas en la dirección
equivocada.A muchos les molestaba que Ceuta pudiera ser
reducida a El príncipe. “Ceuta no es El príncipe” clamaban,
en un claro intento de desmarque, de dejar clara la
diferencia entre la gente de mal vivir y los ciudadanos
decentes. En el fondo, la supuesta indignación de gran parte
de los ceutíes no era indignación, sino simple egoísmo: no
querían ser confundidos con aquellos a los que consideran
chusma. Era un ejercicio de clasismo inconsciente.
En mi opinión, el problema no es que Ceuta pueda mancharse
por lo que El príncipe significa ni que la imagen de Ceuta
pueda ser deformada por aquellos que no conocen nuestra
realidad cotidiana. El problema es mostrar El príncipe sin
abordar las causas y los motivos que han propiciado que El
príncipe tenga los problemas que tiene, sin profundizar en
el paro, la miseria, el abandono o la desigualdad como
elementos indispensables para entender la subalternidad y la
delincuencia.Los que creen que el problema de programas
basura como el del martes consiste en que “Ceuta no es El
príncipe” son los mismos que expresarían su crítica a un
programa como “Hermano Mayor” declarando que no toda la
juventud es como la juventud que ahí aparece retratada,
cuando la crítica debería centrarse, precisamente, en la
demonización que el programa hace de esos chavales de la
periferia que son mostrados como especímenes extraños para
mero disfrute de las clases medias, cómodas en su seguro y
confortable “Nosotros no somos como ellos”.
Lo malo del sensacionalismo es que sólo muestra el qué y
nunca el por qué, reduciendo a los protagonistas a meros
estereotipos que explotar. No se busca que el espectador
madure un pensamiento crítico y formado, ni se proponen
posibles medidas para paliar la miseria, la delincuencia o
el analfabetismo. Se busca que la miseria, la delincuencia o
el analfabetismo de los de abajo conformen el divertimento
de los de arriba un martes por la noche.
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