Después de los atentados en Francia, de este mes de enero,
corre por Internet toda clase de vídeos que tienen relación,
de una u otra forma, con los citados atentados. Así en uno
de ellos puede verse cómo un grupo numeroso de musulmanes
franceses reproduce a escala una pequeña torre Eiffel antes
de destruirla: le pegan fuego y acaban pateándola
rabiosamente al grito de “Alá es grande”. Después de tal
heroicidad, un barbudo se dirige vociferante a la cámara con
aspecto amenazador. Todo un número. En otro vídeo, de unos
diez minutos, se recoge una manifestación en la Fontaine des
Innocents de París contra el racismo y la islamofobia, el
día posterior a las matanzas. Por las banderas que el
personal asistente ondea, de Túnez, Marruecos, Palestina,
Argelia y Turquía y una bandera roja con el martillo y la
hoz –comunista–, parece que el idilio entre comunistas, y la
izquierda en general, y el mundo arabo-musulmán continúa en
todo su esplendor. El personal que se puede ver en el vídeo
en su mayoría son franceses cuyos ancestros emigraron desde
los países representados por las banderas, y cuyos hijos
parece ser que se sienten más concernidos con los países de
origen de sus mayores que con el país en donde han nacido:
Francia. Se aprecian no pocas jóvenes veladas con chador o
vestidas a la usanza árabe. Junto a ellas, jóvenes con
pañuelos palestinos rodeándoles el cuello y gritando el
clásico “Aláhu akbar”. Algunos portan cartelería en la que
se ha escrito “Je suis Muslim”, “Je suis Muhammad”, y corean
“Muhammad”. Uno de los gritos que me llamó poderosamente la
atención y me dejó un tanto estupefacto fue “À bas l’hymne
national”, se trata, naturalmente, del rechazo a La
Marsellesa. Por supuesto que hubo discursos contra la
islamofobia, el racismo y a favor de la autodefensa popular.
Todo ello en una atmósfera entre festiva y lúdica. No
aprecié ni una bandera tricolor francesa. Quien no estuviera
enterado del país en donde se celebraba tal evento, por las
vestimentas de los personajes, sus banderas y sus gritos a
favor de “Muhammad” y lo que podía leerse en la cartelería
que exhibían, bien pudiera creer que tal asamblea tenía
lugar en un país islámico. El vídeo es la viva imagen de la
colonización brutal que sufre Francia (y Europa). Asimismo,
se ve meridianamente claro el vuelco demográfico que va
camino de hacer sucumbir (si no lo ha hecho ya) a la
población autóctona de Francia en numerosos distritos de la
capital –como el XIX-–, y en ciertos barrios –Saint Denis– y
ciudades pequeñas. Y no sólo eso, sino que se ve venir la
suplantación de los valores republicanos y laicos de la
República francesa por otros valores extraños y antagónicos,
teocráticos, en suma. Guetos en donde la ley republicana se
queda a las puertas del mismo: en el interior, es la sharia
la que “ordena el bien y prohíbe el mal”.
El fuego a la maqueta de la torre Eiffel, y su posterior
pateamiento, así como el grito “À bas l’hymne national”, es
la imagen del rechazo a todo lo que representa la República
francesa, sus valores, sus costumbres, su historia, sus
personajes, su tradición y su futuro como país perteneciente
a ese Occidente desdeñado y vilipendiado por el mundo
arabo-islámico, lo que denota una falta de lealtad
manifiesta. Lo que ya no nos resulta a estas alturas tan
llamativo es que la izquierda comunista y socialista sienta
esa terca fascinación por lo islámico, por sus valores
medievales y teocráticos, y siempre empeñada, si no en la
demolición, que también, en el rechazo de la historia de
Occidente, rechazo a conmemorar sus luchas contra el yugo
musulmán desde Poitiers (732), pasando por Granada (1492),
hasta la defensa de Viena contra los cercos a que fue
sometida en la Edad Moderna. Parece que esa izquierda
comunista y socialista (odiadora de las identidades
nacionales de los pueblos europeos) se ha constituido en
defensora de los nómadas, de los sin patria, de los que se
llaman a sí mismos “ciudadanos del mundo”, de los que, en
fin, se levantan una mañana en su aldea africana y se echan
a los caminos para asentarse ilegalmente en la vieja Europa,
llevando por todo equipaje en el ‘zurrón’ sus creencias, su
cultura y su etnia. Creencias, cultura y etnia con las que
tratarán de suplantar los valores, creencias y
comportamientos que pueda encontrar en su nueva patria de
acogida. Reclamarán, violenta y amenazadoramente, para sí y
para los de su estirpe todo tipo de libertades (incluso las
que no gozaban en sus países de origen), así como igualdad
con los autóctonos, y la tan manida tolerancia y
fraternidad, pero, eso sí, parece ser que les cuesta una
enormidad ser leales al país que los acoge. La palabra
‘Lealtad’ les suele ser extraña. Es más, aprovecharán la
menor oportunidad para patear el himno nacional francés,
rechazar sus símbolos y aquello que refleja genuinamente ‘lo
francés’. Y en el colmo de su vileza y radicalización,
asesinarán a sus compatriotas (al grito de “Aláhu akbar”)
por el mero hecho de ejercer su libertad de expresión, como
sucedió este mes de enero. O posiblemente se vayan a
combatir bajo la siniestra, criminal y asesina bandera del
llamado estado islámico. En fin, lo peor es que tipos así
los hay a miles en la vieja Europa.
(PD/ Recuerde: faltan 30 semanas para el 6º Centenario de
la conquista de Ceuta por los portugueses: el 21 de agosto
de 2015)
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