Con auténtico dolor, le ha
dedicado el IES “Siete Colinas” ayer a la que, durante años,
fue su profesora de Filosofía, Paloma Aróstegui, cuando
todavía tenía muchas cosas por hacer y por hacer muy bien.
Pero ... una terrible enfermedad, una de esas enfermedades
malditas que, sin haber avisado, en absoluto, ha terminado
con una gran profesional y mejor persona, con una persona
que, entregada a sus clases y a sus alumnos, nunca tuvo
tiempo para los “cotilleos” que, en determinadas ocasiones
eligen otros u otras de su misma profesión o de su misma
edad para dejar pasar el tiempo.
Particularmente, yo tenía una amistad sólo relativa con
Paloma Aróstegui, en muchas ocasiones hablábamos, en muchos
asuntos teníamos puntos de vista diferentes, pero su
talante, su forma de ver la realidad le hacían estar más
cercana, incluso cuando nuestras opiniones eran divergentes
en algo o muy poco coincidentes.
Ahí queda, ahí estuvo su auténtico valor, en saber vivir su
momento, en saber comprender lo que le rodeaba y en saber
enfrentarse a situaciones que ella no hubiera compartido.
Paloma Aróstegui nos ha dejado, a lo largo de su cruel
enfermedad, en repetidas ocasiones, he visto como nuestro
común amigo Carlos, que es quien más cercano estuvo siempre
de ella, reflejaba en su rostro las noticias, cada vez más
pesimistas, que iba sabiendo a diario sobre Paloma.
Y ahora, alguien podrá decir que todo sigue igual, pero la
realidad es que su pérdida no puede dejar igual a sus
compañeros de departamento, ni a la mayor parte del claustro
de profesores, ni mucho menos a los alumnos que la van a
recordar como la profesora que, a mediados de este enero, un
enero cruel, se ha llevado para siempre a uno de los
valores, de verdad, de la enseñanza de Ceuta y, más
concretamente, del instituto en el que he impartido clase
durante casi cuarenta años.
En repetidas ocasiones, ahora que se lleva tanto el papeleo,
a lo largo de los años que hemos coincidido en el instituto,
cambiábamos impresiones sobre esos métodos, sobre esos modos
y sobre lo útil o lo inútil de ciertas ordenanzas que muy
poco están beneficiando a la enseñanza.
Ahora, desde allá donde estés, Paloma, tienes que recordar
todo lo bueno, recuerda a tus alumnos, no te olvides de
aquellos que estuvieron a tu lado tantos años en el
instituto y que, desde ahora, se van a ver privados de tu
agradable compañía.
Sin embargo, también estarás viendo que toda esa entrega
tuya y de todos los que actúan como tú es, a veces,
minimizada, hasta el punto de que ni siquiera, en ese minuto
de silencio, en ese único minuto que representaba una
despedida a quien se entregó por su trabajo, fueron capaces
de salir al pasillo y acompañar a los alumnos, a los
profesores y al personal del instituto. Lo siento de verdad,
así se ve, en muchas ocasiones, el talante de algunas
visitas.
Esa visita llegada de tierras más lejanas seguía con lo
suyo, con lo que la persona fallecida ese mismo día pasaba a
un segundo plano. No lo podemos aceptar, porque es cierto
que Madrid está muy lejos, pero no por ello los sentimientos
de los que estamos aquí o vivimos en Ceuta les tienen que
quedar muy lejanos a ellos.
De todas formas, Paloma, da igual, tú no se lo vas a tener
en cuenta, yo para cuando vuelvan a visitarnos ya seré un ex
profesor de aquí para ellos, pero tú para quienes hemos sido
tus compañeros, aquí en el IES “Siete Colinas” nunca serás
una ex, siempre vas a estar con nosotros y vas a estar, de
verdad.
Sinceramente, aquí en el Siete Colinas, igual que en mi
pueblo, Piedrahita, tu recuerdo no se me borrará nunca.
Descansa en Paz, Paloma, hasta siempre.
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