Buenos días, gente.
Magnífico tiempo que hace por estas tierras mediterráneas
que no he dudado en aprovechar para dar largos paseos por el
frente marítimo.
En estos largos paseos he meditado largamente sobre diversos
temas, principalmente el del terrorismo.
En primer lugar condeno rotundamente los ataques terroristas
de cualquier signo.
Pero medito más profundamente en el por qué de esa palpable
hipocresía que reina en el mundo, sobre todo el llamado
occidental.
Las invasiones de países por parte de otros países y la
consiguiente masacre de su población… ¿Qué son?, son
auténticas muestras de terrorismo. Aunque se traten de
disfrazar de supuestas luchas para establecer la democracia.
¿Una democracia impuesta a la fuerza?, eso no es democracia.
Los ataques de Israel contra Palestina es eso: terrorismo
puro y duro, así como los realizados por los llamados
pro-rusos en imaginativas reivindicaciones sobre territorios
de otro país, en este caso Ucrania.
Los envíos de ejércitos enteros de la mal llamada coalición
internacional para derrocar supuestos regímenes de
dictadores, es otra patente de terrorismo al que la prensa
internacional, de editores más fascistas que ninguno y con
mucho poder de influencia, disfraza como un acto de
benefactores hacía seres abandonados de la mano del destino.
La humanidad occidental está realmente deshumanizada:
lloran, se manifiestan y luchan por la pérdida de personas
en unos atentados que llaman terroristas… pero se pasan por
el forro a los cientos de miles de muertos entre niños,
mujeres y ancianos que sus propios ejércitos diezman
salvajemente con armas sofisticadas, de las que carecen los
atacados, y que se las venden en un ardid para justificar
seguir atacándolos, sabiendo como saben que resulta muy
difícil manejarlas expertamente a todo un imaginario
ejército de supuestos terroristas.
La humanidad occidental llora, se manifiestan y lucha por el
abandono o la muerte de un simple animal, teniendo como
tienen enfrente mismo de sus ojos a millones de niños,
mujeres y ancianos abandonados y muertos de hambre por los
que ni lloran, ni se manifiestan ni luchan para ayudarlos.
Mundo cruel e hipócrita, con los EE.UU a la cabeza y
actuando a través de su patente de terrorismo llamada CIA en
persistentes insistencias en dominar el mundo y extender su
imperio a través de guerras en países ajenos, consiguiendo
convencer a países europeos mediante sus agencias de
calificación económica y sus abaniqueos con dólares delante
de las narices de esos dirigentes, entre ellos los de
Alemania, España e Inglaterra.
Han influido tanto en la humanidad occidental que los
ataques de Estado son considerados buenos y las respuestas
de los atacados son consideradas actos de cruel terrorismo.
Camuflan la verdad cuando es bien notorio que los
terroristas destruyen unas cuantas vidas y los Estados
destruyen un país entero, con sus habitantes incluidos.
Esto que escribo no es, desde luego, una defensa ni
justificación de los actos terroristas sino una manera de
expresar mi opinión porque los actos de los Estados, dentro
del terrorismo legal, son actos que traen las consecuencias
que han traído y son los que han creado este clima de terror
internacional.
Todo sea por la pasta y para la pasta.
Simplemente se está repitiendo la historia, una y otra vez,
desde los tiempos de la leyenda de Caín y Abel. Es un no
parar de ambición cruel y sangrienta.
A fin de cuentas yo, personalmente, he entrado en esa fase
de la vida en que la ilusión por un mundo mejor languidece,
la esperanza de hacerme millonario se desvanece –no porque
no me vaya a tocar alguna vez un premio gordo sino porque ya
no me va a quedar tiempo de disfrutarlo- y el optimismo se
encierra en una mismo, cansado de ver peleas y peleas entre
los seres humanos sin otro fin que apoderarse de lo ajeno de
manera legal, con leyes impuestas para ello precisamente, y
dejar al resto poco menos que como a un perro abandonado en
una autopista.
Este es el mundo creado por las religiones mientras la vida
sigue y yo también.
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