El mundo necesita volver a
reconstruirse en los fundamentos de la ética y de la
moralidad y, para ello, precisa la cooperación de toda la
especie humana. A mi juicio, no hay mejor reconstituyente
que la solidaridad fraterna, sin duda un excelente bálsamo
curativo. La India puede ser el mejor potencial para liderar
soluciones al cambio climático, pero si no hay cooperación
entre las naciones difícilmente se va a poder avanzar en
ningún tipo de acuerdo significativo y universal. Son los
seres humanos los que, ciertamente, deben asegurar que el
planeta sea un hábitat sustentable. Si en verdad queremos un
orbe más honesto, para toda la familia humana, no servirá
solo expresar el compromiso, tendremos que reconciliarnos, a
veces hasta con nosotros mismos, y colaborar en la
construcción de un nuevo camino que nos encamine al mutuo
aprecio. Por el bien de la humanidad, jamás se debe permitir
que las creencias culturales o religiosas se utilicen para
justificar violencia o guerra alguna. Desde luego, es una
nefasta característica del tiempo actual querer borrar, no
solamente el valor moral de las cosas, sino los mismos
cimientos estéticos de lo innato al corazón humano. De ahí
la importancia de ordenar racionalmente los actos humanos
hacia el bien colectivo en toda su autenticidad, sin obviar
su permanente búsqueda.
Por supuesto, requerimos un mundo más humano, donde la
cultura de la acogida y de la fraternidad sea algo más que
un sueño, para que se fortalezca de este modo el espíritu de
la concordia. Nadie puede ser considerado fuera de lugar,
excluido o descartable. Es hora, pues, de alentar a los
pueblos a trabajar unidos por un mundo más seguro y por un
porvenir más genuino, que se base cada vez más en los
valores morales y en la responsabilidad conjunta de la
especie de manera global. Sin duda, tenemos derecho a un
orden mundial más armónico, y también el deber de cooperar a
que así sea, para promover un clima de confianza y de
diálogo sincero. A propósito, Chile acaba de subrayar en
Naciones Unidas la importancia de la cooperación Sur-Sur,
una herramienta novedosa y relevante para financiar el
desarrollo humano y para erradicar la pobreza. Naturalmente,
todas estas aportaciones nos humanizan, hacen sentirnos más
fraternos frente a esa otra cultura que fomenta en lugar del
encuentro, el encontronazo de unos contra otros. Sólo el
amor por la vida y por la propia especie, podrán hacer que
desaparezcan las divisiones, las diferencias ideológicas,
las desigualdades económicas y los violentos atropellos que
oprimen todavía a tantísima naturaleza humana.
Son bien conocidas las horribles contiendas y revoluciones
absurdas que han ensangrentado hasta el mismísimo horizonte
de luz. Multitud de conflictos, por desdicha, continúan
también afligiendo al mundo de manera casi endémica. Pero,
al mismo tiempo, es patente el anhelo de tantos ciudadanos
que no cesan en su empeño de mejorar la vida y de ponerse a
salvo. Es el caso de cientos de indocumentados que han
comenzado a tramitar en Nueva York el nuevo DNI municipal
que les protegerá de la deportación. ¿Cómo podemos exiliar a
las personas a nuestro antojo?. El sufrimiento del exilio es
verdaderamente aterrador. Precisamente, el Alto Comisionado
de la ONU para los Refugiados (ACNUR), acaba de indicarnos
que un gran número de sirios en Jordania está cayendo en
situación de pobreza a un ritmo alarmante debido a la
magnitud de la crisis y a la falta de apoyo de la comunidad
internacional. La dura experiencia de tantos refugiados
debiera hacernos recapacitar para que cese todo tipo de
violencia y se respete el derecho humanitario, garantizando
la necesaria asistencia a los pueblos que sufren. Por
consiguiente, no sólo debemos acoger con beneplácito la
liberación de tantos cautivos, hemos de sumarnos a su gozo
con el regreso definitivo. Su alegría ha de ser también la
nuestra. Que nadie piense en que las armas solucionan los
problemas, pienso que los agravan, totalmente lo pienso. La
senda de la negociación no la debemos perder nunca de vista.
Cualquier controversia sólo puede solucionarse a través del
diálogo y de la escucha, de la moderación y de la lástima,
de la compasión por quien sufre y del sentido de
responsabilidad hacia nuestro específico linaje.
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