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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 14 DE ENERO DE 2015

 
OPINIÓN

¿Cómo le ponemos al niño?

Por Ramón Ros


El Partido Popular de Ceuta parece estar obsesionado en erosionar, a toda costa, la imagen del Secretario General de los socialistas ceutíes, José Antonio Carracao, y visto lo visto los populares no encuentran otro asunto para cargar contra el socialista que la manida y ridícula polémica sobre su puesto como asistente del Grupo Socialista en la Cámara Alta.

Pero si ridícula es la insistencia del PP en este asunto menor comparado con todos lo problemas que sufren lo ceutíes, más sonrojante aun es su comunicado de ayer exigiendo a Carracao que “explique cuál es su situación laboral después de que dos meses después de que anunciara su supuesta renuncia al puesto de asistente del Grupo Parlamentario Socialista en el Senado, el Boletín Oficial de la Cámara Alta aún no haya publicado su baja”, alegando que dos meses después de que éste anunciara su supuesta renuncia al puesto “se han publicado 26 ediciones del Boletín Oficial del Senado sin que haya tenido efecto la supuesta decisión de abandonar el puesto que nunca ocupó, por lo que parece seguir cobrando este sueldo público”.

Pues bien, al contrario de lo que denuncia el PP, el cese se publicó el 24 de noviembre con efectos de final mes. Concretamente “para general conocimiento”, el pasado 24 de noviembre se publicó que, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 2.2 del Estatuto del Personal de las Cortes Generales, el presidente del Senado habia tenido a bien “disponer el cese de José Antonio Carracao Meléndez, como personal eventual en el cargo de Asistente de los Senadores del Grupo Parlamentario Socialista”.

¿Qué cómo le ponemos al niño? Opinen ustedes. Lo que está claro es que ante tal metedura de pata solo cabe esperar que el Partido Popular pida disculpas públicas al Secretario General del PSOE por las citadas afirmaciones y retiere su acusación sobre que “al impoluto Carracao le importa más su bolsillo que su partido y hasta su propia honorabilidad”. De lo contrario, pasaríamos del ridículo a la desfachatez.
 

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