Es en lo que se van a perder
muchas horas, de aquí a mayo, y luego de junio a noviembre,
en buscar “la pareja de baile” para la próxima legislatura.
Ni que decir tiene que, salvo un milagro del cielo, del
infierno, del cristianismo o de todas las demás religiones,
nadie va a poder gobernar con sus solas fuerzas y, llegados
a esta situación, no sé si habrá “cintura” y talante para
establecer unos pactos que permitan establecer gobiernos
fuertes y seguros.
Esto parece que debería ser lo normal, pero si ya en grupos
minúsculos, como son UPyD o Ciudadanos, no se han puesto de
acuerdo para formar candidaturas fuertes e ir “de la mano” a
las elecciones, ya me dirán hasta donde se va a poder llegar
con los grandes partidos, tras las elecciones generales, a
pesar de lo mucho que se van a jugar los unos y los otros.
Y aunque eso de los pactos no es lo mejor, mucho peor puede
ser que cada uno se la juegue por su lado o que uno de ellos
pudiera llegar a negociar con el mismísimo diablo, cuando ya
no haya remedio para nada mejor.
El correr de los tiempos nos ha dejado un buen recuerdo,
especialmente en las elecciones que ganó UCD y desde cuyos
resultados, cediendo cada uno de lo suyo, la posibilidad de
gobernar uno, aunque sin mayorías absoluta.
Visto a lo lejos, no me cabe la menor duda, nos parece que
hubo buen tacto y que todo fue para mejor, pero no debemos
olvidar que en aquellos momentos, también, hubo quien
renegaba de todo y de todos, mientras que la UCD iba
trampeando la situación hasta que llegó el día en que pasó
del Gobierno a su desaparición.
Es lo que pasó con aquella UCD que nunca fue un partido,
sino una amalgama de siglas, en donde cada uno quería su
tajada y se cargaron a la propia UCD, desde dentro, más por
las guerras internas que por la acción de los otros de
fuera.
Ahora mismo, a situaciones como esa es muy difícil llegar,
pero a una postelección, en la que nadie tenga fuerza moral
o política para gobernar, sería deseable.
Y yendo por este camino se está quemando, por sí solo, el
secretarios general del PSOE, Pedro Sánchez, que parece que
se ha perdido en la vorágine política, sin saber por donde
se va uno o por donde se puede salir de la que hay formada.
Pedro Sánchez que “tiene la fuerza que tiene, en el PSOE”,
pero que no sabe si manda o si le van a dejar mandar, quiere
que el PSOE no entre en el debate de una gran coalición con
el PP.
Posiblemente, hace diez años, una alianza de ese tipo no
hubiera tenido cabida en la política de aquellos años,
cuando cada uno era lo que era, sin más.
Ahora, sin embargo, la cosa ha cambiado y sería lamentable
que dos grupos políticos con historia y con parecidas cosas
buenas y malas, además de con sus fuerzas logradas a lo
largo de los tiempos, dejaran paso a otros grupos que
podrían destrozar lo poco bueno que quede, en nuestro país.
A pesar de Pedro Sánchez, PP y PSOE están condenados a
entenderse y a negociar para formar un gobierno fuerte que
daría, cuando menos, no tantas cosas malas como pueden
aportar esos grupejos formados a base de “mensajes”, sin
estructuras claras y que miran más a las seudo democracias
foráneas que a lo que se ve, con claridad, desde aquí.
A Pedro Sánchez sólo le queda ser negociador, de lo
contrario habría dicho adiós a su partido y al futuro
político, de él mismo, y del propio partido. Es lo que hay
cara al futuro.
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