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OPINIÓN - LUNES, 29 DE DICIEMBRE DE 2014

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Palabra de Rey

Por Jesús González


Hasta el FBI se ha interesado por nuestra ciudad. La citada agencia norteamericana está pero que muy preocupada por lo que sucede en Ceuta. Les preocupa, aparte de la inmigración ilegal, la radicalización de ciudadanos musulmanes ceutíes. No es fácil saber qué número de ciudadanos de a pie participa de los temores del FBI, pero no pocos tienen la mosca detrás de la oreja. Sin embargo, los hay quienes escriben, con no disimulada machaconería, una y otra vez, que todo son exageraciones, no sólo del citado FBI, sino del Instituto Elcano, que, a su vez, también ha evacuado su informe en el que expresa sus temores de que “musulmanes” y “cristianos” sean incapaces de constituir un cuerpo social cohesionado, y cuando haya un vuelco demográfico la españolidad de la ciudad será cuestionada. Incluso, alguno insiste, desde su atalaya, con enfermizo empecinamiento, que esta es la teoría de la derecha más rancia y extrema, es más, enarbola con frecuencia el racismo y la xenofobia para arrojarlo impiadosamente sobre quienes albergan ciertos temores no sólo sobre el futuro de Ceuta como ciudad española, sino por encontrase en minoría respecto de la ciudadanía musulmana. Estos ciudadanos que tienen la mosca detrás de la oreja son tachados, insistentemente, de casposos, rancios, extremistas de derecha, racistas y xenófobos. Ahí es nada. Esos opinadores enfermos de optimismo respecto del futuro de Ceuta suelen obviar que, como decía Ortega, toda realidad que se ignora prepara su venganza. Además, suelen escamotear la realidad, eluden mirarla de frente para que no eche por tierra sus parámetros argumentativos. Esos obstinados arguyen que carece de “rigor académico” y, además, está “sobradamente rebatido por la realidad”, que los vuelcos demográficos hayan hecho posible el cambio de mano de ciudad alguna. No solamente han hecho posible el cambio de ciudad, sino de país. Recordemos Kosovo que, lentamente, pero sin pausa, fue invadido por albaneses-musulmanes hasta alcanzar una mayoría crítica que hizo posible que el Kosovo serbio (cuna originaria de Serbia) pasara a formar un país independiente (apoyado por algunos países europeos y por los bombardeos de la OTAN sobre Belgrado). Y no hay que obviar que en Ceuta la minoría musulmana alcanzará esa masa crítica en menos de una década. Todo el mundo es bueno hasta que tiene ocasión de demostrar lo contrario.

Integración. Esa es la palabra que se enarbola como el remedio, la panacea, para que los de religión islámica formen un todo con los autóctonos en el cuerpo social del país al que llegan o en el que viven. Y, por supuesto, sus descendientes. Pues se ha observado que los de la segunda y tercera generación son más reacios a aceptar ser y formar parte de ese país en el que han nacido y, por derecho, es el suyo. Pues parece que no. Que cuanto más los políticos se devanan los sesos con políticas de integración, los musulmanes son menos proclives a integrarse, es más enarbolan su derecho a no integrarse en el país que les vio nacer. Se vuelven problemáticos y enarbolan su identidad religiosa para, así, establecer distancias con los autóctonos y con los otros extranjeros que se han integrado.

Respecto de la integración, en efecto, los hay quienes apoyan el derecho a la no integración de los extranjeros y sus descendientes en el país al que unos llegaron como inmigrantes y otros han nacido ya en él. Cabría citar en este punto las llamadas “Políticas de Reconocimiento” de Charles Taylor. Según esas Políticas no se debería obligar a los extranjeros a integrarse en el cuerpo social del país al que llegan. De esta manera se constituirían sociedades paralelas a la autóctona. Serían sociedades yuxtapuestas. Lo cual es insostenible y constituye obviamente un peligro para la estabilidad de cualquier cuerpo social.

Creo que nunca nos hemos preocupado de preguntarles a los afectados lo que les sugiere la palabra “integración”. Hemos dado por obvio que los musulmanes están integrados y no presenta ningún problema para ellos formar parte fehacientemente del cuerpo social que los alberga. Creo que es pecar de optimista dar por obvio que la integración de los musulmanes (en las sociedades cristiano-europeas) les viene por inspiración divina.

A este respecto qué duda cabe que sería de gran ayuda escuchar la opinión de un musulmán que tiene (aún) gran predicamento en su país. Se trata de las declaraciones del rey Hasan II a una televisión francesa el 16 de mayo de 1993. Helas aquí:

–“¿Le gustaría que (los musulmanes) se integrasen en Francia? ¿Estaría a favor?

–Lo que resultara no lo llamaría integración, sino intento de integración. No llegarán a integrarse.

–¿No quieren, o son los franceses quienes lo impiden?

–No pueden. Otra cosa es entre europeos. Son la misma cultura… como con los movimientos en la Historia este-oeste. Pero tratándose de otro continente, no esperéis nada más que malos franceses.

–Nos está desanimando.

–Sí, en lo que atañe a los marroquíes, que los conozco. No hay giro de nacionalidad. Ya le avanzo que nunca serán 100% franceses. Se lo puedo asegurar”.

Palabra de Rey. Ahora que cada lector saque sus propias consecuencias. Pero no pierdan el tiempo disparando contra el mensajero.

(PD. Recuerde que faltan 34 semanas para el 6º Centenario de la conquista de Ceuta por los portugueses: el 21 de agosto de 2015)
 

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