Hasta el FBI se ha interesado por nuestra ciudad. La citada
agencia norteamericana está pero que muy preocupada por lo
que sucede en Ceuta. Les preocupa, aparte de la inmigración
ilegal, la radicalización de ciudadanos musulmanes ceutíes.
No es fácil saber qué número de ciudadanos de a pie
participa de los temores del FBI, pero no pocos tienen la
mosca detrás de la oreja. Sin embargo, los hay quienes
escriben, con no disimulada machaconería, una y otra vez,
que todo son exageraciones, no sólo del citado FBI, sino del
Instituto Elcano, que, a su vez, también ha evacuado su
informe en el que expresa sus temores de que “musulmanes” y
“cristianos” sean incapaces de constituir un cuerpo social
cohesionado, y cuando haya un vuelco demográfico la
españolidad de la ciudad será cuestionada. Incluso, alguno
insiste, desde su atalaya, con enfermizo empecinamiento, que
esta es la teoría de la derecha más rancia y extrema, es
más, enarbola con frecuencia el racismo y la xenofobia para
arrojarlo impiadosamente sobre quienes albergan ciertos
temores no sólo sobre el futuro de Ceuta como ciudad
española, sino por encontrase en minoría respecto de la
ciudadanía musulmana. Estos ciudadanos que tienen la mosca
detrás de la oreja son tachados, insistentemente, de
casposos, rancios, extremistas de derecha, racistas y
xenófobos. Ahí es nada. Esos opinadores enfermos de
optimismo respecto del futuro de Ceuta suelen obviar que,
como decía Ortega, toda realidad que se ignora prepara su
venganza. Además, suelen escamotear la realidad, eluden
mirarla de frente para que no eche por tierra sus parámetros
argumentativos. Esos obstinados arguyen que carece de “rigor
académico” y, además, está “sobradamente rebatido por la
realidad”, que los vuelcos demográficos hayan hecho posible
el cambio de mano de ciudad alguna. No solamente han hecho
posible el cambio de ciudad, sino de país. Recordemos Kosovo
que, lentamente, pero sin pausa, fue invadido por
albaneses-musulmanes hasta alcanzar una mayoría crítica que
hizo posible que el Kosovo serbio (cuna originaria de
Serbia) pasara a formar un país independiente (apoyado por
algunos países europeos y por los bombardeos de la OTAN
sobre Belgrado). Y no hay que obviar que en Ceuta la minoría
musulmana alcanzará esa masa crítica en menos de una década.
Todo el mundo es bueno hasta que tiene ocasión de demostrar
lo contrario.
Integración. Esa es la palabra que se enarbola como el
remedio, la panacea, para que los de religión islámica
formen un todo con los autóctonos en el cuerpo social del
país al que llegan o en el que viven. Y, por supuesto, sus
descendientes. Pues se ha observado que los de la segunda y
tercera generación son más reacios a aceptar ser y formar
parte de ese país en el que han nacido y, por derecho, es el
suyo. Pues parece que no. Que cuanto más los políticos se
devanan los sesos con políticas de integración, los
musulmanes son menos proclives a integrarse, es más
enarbolan su derecho a no integrarse en el país que les vio
nacer. Se vuelven problemáticos y enarbolan su identidad
religiosa para, así, establecer distancias con los
autóctonos y con los otros extranjeros que se han integrado.
Respecto de la integración, en efecto, los hay quienes
apoyan el derecho a la no integración de los extranjeros y
sus descendientes en el país al que unos llegaron como
inmigrantes y otros han nacido ya en él. Cabría citar en
este punto las llamadas “Políticas de Reconocimiento” de
Charles Taylor. Según esas Políticas no se debería obligar a
los extranjeros a integrarse en el cuerpo social del país al
que llegan. De esta manera se constituirían sociedades
paralelas a la autóctona. Serían sociedades yuxtapuestas. Lo
cual es insostenible y constituye obviamente un peligro para
la estabilidad de cualquier cuerpo social.
Creo que nunca nos hemos preocupado de preguntarles a los
afectados lo que les sugiere la palabra “integración”. Hemos
dado por obvio que los musulmanes están integrados y no
presenta ningún problema para ellos formar parte
fehacientemente del cuerpo social que los alberga. Creo que
es pecar de optimista dar por obvio que la integración de
los musulmanes (en las sociedades cristiano-europeas) les
viene por inspiración divina.
A este respecto qué duda cabe que sería de gran ayuda
escuchar la opinión de un musulmán que tiene (aún) gran
predicamento en su país. Se trata de las declaraciones del
rey Hasan II a una televisión francesa el 16 de mayo de
1993. Helas aquí:
–“¿Le gustaría que (los musulmanes) se integrasen en
Francia? ¿Estaría a favor?
–Lo que resultara no lo llamaría integración, sino intento
de integración. No llegarán a integrarse.
–¿No quieren, o son los franceses quienes lo impiden?
–No pueden. Otra cosa es entre europeos. Son la misma
cultura… como con los movimientos en la Historia este-oeste.
Pero tratándose de otro continente, no esperéis nada más que
malos franceses.
–Nos está desanimando.
–Sí, en lo que atañe a los marroquíes, que los conozco. No
hay giro de nacionalidad. Ya le avanzo que nunca serán 100%
franceses. Se lo puedo asegurar”.
Palabra de Rey. Ahora que cada lector saque sus propias
consecuencias. Pero no pierdan el tiempo disparando contra
el mensajero.
(PD. Recuerde que faltan 34 semanas para el 6º Centenario de
la conquista de Ceuta por los portugueses: el 21 de agosto
de 2015)
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