Existe en nuestro derecho procesal civil un proceso
específico que faculta a aquél cuya integridad corre peligro
como consecuencia del estado ruinógeno de una obra a
interponer una demanda interesando la demolición de la
misma. Diríamos que esa acción que el derecho positivo
otorga al particular, el derecho natural con el actual
estado de cosas se la está otorgando a la ciudadanía que ve
impávida como un Gobierno, Parlamento y Partido Político se
encuentran en un estado de descomposición permanente que
amenaza estado de ruina inminente y que por tanto a la vista
de las circunstancias concurrentes, únicamente cabe su
demolición por la vía de las urnas para construir un tiempo
nuevo con otros actores.
Pero remontémonos a hace tres años. El 20 de noviembre de
2011 el Partido Popular alcanza la mayor cuota de poder
político institucional y territorial que una formación
política ha alcanzado en nuestra democracia obteniendo un
nivel de confianza ciudadana amplísima que le encomienda la
ingente tarea de sacar adelante una enorme crisis económica
que está asolando nuestro país con casi cinco millones de
parados y un elevado nivel de descontento ciudadano y
social.
Antes, apenas cinco meses atrás se había hecho con la
inmensa mayoría de medianas y grandes ciudades, capitales de
provincia, Diputaciones Provinciales y Comunidades Autónomas
del país, barriendo de paso además al principal partido de
la oposición-el Partido Socialista-y obteniendo un sinfín de
mayorías absolutas que hacían adicionalmente de la
tradicional labor de oposición un brindis al sol con una
formación política menguante que alcanzará su mayor nivel de
irrelevancia electoral con las elecciones generales del 20
de noviembre de 2011.
Sin embargo, las bases de este estado de ruina en que nos
encontramos ya estaban puestas desde hacía más de una década
en ese partido político que hoy conforma la mayoría absoluta
del Parlamento que sustenta al Gobierno de la Nación. Los
viajes y el jaguar de Ana Mato ya se existían desde 1996,
las tarjetas black de Blesa ya se instauraron hacía años,
los viajes de Monago a cargo del Senado a Canarias ya se
habían terminado, las obras en b de la sede de Génova ya se
habían ejecutado, las cuentas suizas de Bárcenas, Granados y
análogos ya se habían abierto hacía tiempo, hacía tiempo que
Fabra siempre brindaba por el Gordo de Navidad y Matas se
había construido su Palacete en Palma. Esos eran parte de
los cimientos sobre los que se sustentaba la honradez del
Partido que en esos momentos alcanzaba el honor y la gloria
excelsa del poder elevado a la enésima potencia y que en el
fondo únicamente estaban en estado de supuración.
En materia económica los cinco millones de desempleados, una
burbuja pinchada y henchida desde hacía una década, la deuda
pública y el déficit de nuestras cuentas eran la gran
batalla a afrontar por el Gobierno. Sin embargo tres años
después, los cinco millones de desempleados siguen ahí a
pesar de la salida permanente de conciudadanos buscando un
futuro mejor y todo ello con el agravante de que gran parte
de los que siguen trabajando han visto menguados sus
salarios bien en términos nominales y reales como
consecuencia de la reforma laboral o bien en términos reales
a consecuencia de una congelación de salarios públicos y
privados; el precio de la vivienda no ha dejado de bajar por
una disminución de la demanda, un elevado nivel de
desempleo, la falta de crédito y el inagotable número de
desahucios que hace que la banca se haya convertido en la
principal inmobiliaria del país más allá del empobrecimiento
y desazón de quienes acaban por no tener ni un techo donde
cobijarse; y finalmente el déficit real no ha experimentado
en realidad mejoría alguna debido a un rescate financiero de
50.000 millones a las Cajas de Ahorro, de los que casi
38.000 millones han ido a tapar el agujero de Bankia y la
CAM. Evidentemente, las bases de la política económica ya
estaban puestas hacía una década con una gestión
cuasidelictuosa de esas entidades financieras
capitalizándose con preferentes, emisiones de acciones que
no valían nada o aplicando clausulas abusivas y que han
condicionado toda la política económica con subida de
impuestos incluida que no ha hecho sino incrementar la
pérdida de poder adquisitivo de los españoles, una pérdida
de derechos sociales que ha expulsado a universitarios de
las universidades por no poder satisfacer las elevadas
tasas, enfermos pensionistas que no pueden hacer frente al
coste de sus medicinas, justiciables que no pueden hacer
valer sus derechos por unas tasas judiciales inasumibles y
dependientes que han visto como se degradaba su calificación
eliminando las ayudas económicas que le hacían la vida un
poco menos dura. Todo ello además acompañado de una
creciente desigualdad que ha hecho languidecer y estrechar a
las clases medias al tiempo que aumentaban las fortunas de
unos pocos beneficiarios de las políticas auspiciadas desde
Bruselas y ejecutadas disciplinadamente por el Gobierno.
En materia de valores, la traición efectuada por el Partido
Popular a parte de su electorado natural estaba también ya
cimentada años atrás con la irresponsable política en
materia de oposición a determinadas acciones del Gobierno
precedente. No se podía abanderar una lucha frente al
matrimonio homosexual o a la ley de interrupción del
embarazo, pedir firmas contra el Estatuto de Cataluña o
criticar ferozmente la política antiterrorista gubernamental
para que una vez alcanzado el poder se renunciara a
modificar tales leyes, se sacara a Bolinaga a la calle
después de haber hecho frente común con gran parte de las
víctimas del terrorismo o permitir a Artur Mas una
simulación de consulta con visos de verosimilitud,
traicionando con ello la voluntad de su electorado más
ideologizado.
Viendo al Presidente del Gobierno en la tribuna
parlamentaria intentando articular un discurso convincente
sobre los meandros de la corrupción que se ha instalado en
las entrañas de nuestro sistema político podíamos observar a
un hombre absolutamente superado por las circunstancias, los
hechos y los malditos cimientos de su proyecto, dirigiendo
su voz a una ciudadanía que ya no le escucha porque su
tiempo pasó.
Sobre todo este cúmulo de cimientos estaba sustentada la
gran mayoría política que hace escasos tres años y medio
otorgó la ciudadanía a un Partido Político. Evidentemente la
gran obra proyectada tenía vicios ocultos y hoy esa misma
ciudadanía ya no se conforma con demandar a los arquitectos,
promotores o constructores de esa obra pidiendo daños y
perjuicios. La obra amenaza ruina y la ciudadanía demanda su
demolición sumaria que ya habrá tiempo de construir otra
realidad con nuevos pilares. Los cimientos desde luego son
profundos y en cierta manera forman parte de una manera de
hacer política que se ha quedado antigua. Hoy los ciudadanos
demandan nuevas maneras y un nuevo compromiso. Será la
ciudadanía la que tenga que otorgar nuevamente esa
confianza. Los actores están cambiando o cambiarán a la
fuerza. Las formas serán otras. No es tiempo de demagogias
pero si de transformaciones reales y perceptibles por los
ciudadanos en el marco de una segunda transición
imprescindible. Una nueva generación pide paso. La
regeneración política y ciudadana ya no es una ensoñación,
es una necesidad imperiosa.
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