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OPINIÓN - DOMINGO, 26 DE OCTUBRE DE 2014

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

“¡Pero a mí me pagan!”

Por Jesús González


Coincidí con él en un Curso de La UNIA en Baeza sobre inmigración. De eso hará unos nueve años. Aquellos eran tiempos en los que la inmigración se tomaba a título de inventario y se buscaban todas las excusas habidas y por haber para justificar las avalanchas de inmigrantes ilegales. Durante años le perdí la pista y, mira por dónde, su visita a nuestra ciudad como ponente del Curso “Reflexiones sobre Extranjería e Inmigración”, de la XXVI Edición de los Cursos de verano de UGR, en septiembre, en Ceuta, fue la excusa perfecta para asistir al citado Curso. Tenía interés en comprobar si la deriva tomada por la inmigración ilegal en estos últimos años habría hecho cambiar de algún modo la visión que sobre ella tenía el antropólogo social Francisco Javier García Castaño, pues de él se trataba. Hube de refrescarle la memoria de quién era yo pues no se acordaba de mí en absoluto. Y eso que en Baeza habíamos tenido diferentes puntos de vista sobre la inmigración que estaba teniendo lugar en aquellos años. Sorprendido, me dijo: “¿Aún te dedicas a estos menesteres?”. Como yo le respondí que él también se dedicaba a disertar sobre la inmigración, me espetó sin demora: “¡Pero a mí me pagan!”. Dentro de mí sentí como una iluminación, lo que se dice una epifanía. De modo que se trata de eso: de dinero. No por el amor al prójimo. Parece que los defensores acérrimos y duros de los asaltantes de fronteras lo hacen porque están a sueldo de algún organismo, ya sea autonómico, nacional o internacional. Es decir, reciben un salario por defender los presuntos derechos de los asaltantes de fronteras. Vamos, que es una profesión. Ingenuo de mí.

Creo que fue el último día de septiembre, cuando ACNUR celebró en la Biblioteca Pública de Ceuta una jornada de formación titulada “Protección Internacional en el contexto de la Ciudad Autónoma”, organizada por ACNUR y el Colegio de abogados. Los ponentes, Juan C. Arnáiz, oficial de protección adjunto de la Delegación de ACNUR en España, y Teresa de Gasperis, asesora legal y de protección de ACNUR, hicieron bien su trabajo, cuyo corolario se resumiría así: Se aceptan sin ningún rubor los asaltos a las fronteras bajo la coartada de los derechos humanos. Es decir, que la defensa de los derechos fundamentales de las personas, sean quienes sean, debe estar siempre por encima de intereses de seguridad y control. Más aún: que la territorialidad debe estar subordinada a los derechos fundamentales de los inmigrantes asaltantes de fronteras. Es más: no hay delito para los inmigrantes que entren con pasaportes falsificados o a nombres de otros. Según esto, la seguridad que un Estado proporciona a sus nacionales dentro de unas fronteras seguras se desvanece al desvanecerse las fronteras.

Mientras escuchaba a Arnáiz y a Teresa de Gasperis no pude dejar de acordarme de lo que me había dicho el antropólogo García Castaño. “¡Pero a mí me pagan!”. ¿A Arnáiz y a Teresa de Gasperis también les pagarán? ¿Serán mercenarios? Pocos días después, estando en el Parador de La Muralla, vi a Teresa de Gasperis en el hall. Por su actitud supuse que no estaba allí de paso, sino que se hospedaba en el Parador mientras llevaba a cabo su labor, digamos, de control en la frontera del Tarajal. ¿Quién le paga el hospedaje? Ingenuo de mí: creía que el empeño que ponen en la defensa de los asaltantes de fronteras era por el amor al prójimo. “¡Pero a mí me pagan!”, vaya chasco.
 

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