Lo vimos en el desgraciado asalto a la valla de hace unos
meses: la muerte de los inmigrantes subsaharianos, grabados
por profesiones de la prensa o por particulares, se
convirtió en lo que hoy se llama en el argot de los
internautas un fenómeno “viral”.
Todos pudimos opinar sobre el suceso como si fuéramos
expertos en migraciones, como si hubiéramos estado allí...
No piensen que me opongo a que cualquier ciudadano pueda
sacar imágenes de un suceso y colgarlo en la red. Si esto
ayuda a esclarecer los hechos y se respetan los derechos de
los demás (sin olvidarnos por supuesto de las fuerzas de
seguridad del estado, claro está), si nos ayuda a estar
mejor informados, a ser ciudadanos más libres, más
democráticos, a controlar mejor a nuestras instituciones,
mejorarlas, bueno es.
Pero el acceder a un video, que ha recorrido la red a gran
velocidad, llegando a millones de personas, no es estar
completamente informados de un hecho. Somos, a veces,
“opinión pública a tiempo parcial”: nos escandalizamos ante
un acontecimiento luctuoso pero lo olvidamos pronto. Una
opinión tiene que estar sustentada en todos los puntos de
vista posibles, no exclusivamente en un video de pocos
minutos acompañado de la exaltación sentimental subsiguiente
ante el sufrimiento humano.
Nos honra como hombres y como país. Pero abrimos la puerta a
la manipulación. No sólo la manipulación consiste, bajo mi
opinión, en la ocultación de hechos, su versión más grave
sin duda, sino también en el chantaje emocional y en la
información sesgada, no tan evidentes pero si muy sutiles y
peligrosas. La verdad y toda la verdad es lo único que
debería crearnos un criterio.
¿Quién no se ha sentido conmovido, hasta ser uno más de
ellos, cuando los inmigrantes subsaharianos franquean la
valla y llegan a esta tierra prometida africana y europea a
la vez? ¿Quién no siente su dolor cuando el atravesar la
frontera acaba en una expulsión o muchas veces en trágicas
circunstancias? Pero la valoración del fenómeno migratorio
no debe durarnos los cinco minutos de telediario, de
indignación...Somos, inmediatamente, el combustible de
políticos que miden sus decisiones a cuatro años vista, a
golpe de red social, de opiniones públicas “a tiempo
parcial”.
Incluso nuestro sentimentalismo es la energía de la que
viven las mafias que trafican con las personas. Son también
el nutriente de nuestras relaciones fronterizas con
Marruecos, el “poli malo” de la historia. El alimento de
falsas esperanzas de cientos de miles de personas dispuestas
a buscar una vida mejor saltando seis metros de valla... y
lo que es peor nuestra presión sobre las autoridades que
lleva a la quiebra de políticas de estado construidas
trabajosamente durante años y de relaciones de colaboración
con Marruecos siempre en la cuerda floja...
La política de frontera no puede plantearse al margen de los
derechos humanos pero tampoco al margen del sentido común y
los de los intereses nacionales. Si creemos que puede ser
planteada en base a nuestros sentimientos, ¡vamos!
¡Eliminemos la valla! ¡Acojámoslos a todos sin límites!
¡Compartamos esa alegría inenarrable que hasta ahora sólo
tenían en sus rostros los que lograban saltar!
La realidad subsiguiente quizás no sea la peor que los
habitantes de Ceuta han sufrido en su historia. A lo mejor
comprobábamos que un acto de solidaridad tan grande era el
momento más glorioso que hubiéramos creído vivir. Pero no
será un video de cinco minutos y una indignación de
quince...la mayoría seguro que no querríamos arriesgarnos a
comprobarlo.
La otra opción es ser realistas sin ser inhumanos. Seamos
claros la actual ley de extranjería en España no se basa en
la generosidad y en la solidaridad. La ley actual de
extranjería responde a una situación pasada: la necesidad,
no admitida, de España de tener mano de obra barata, por la
puerta de atrás, ante una población envejecida y una
economía en crecimiento. La burbuja inmobiliaria acabó con
este sueño y debería acabar con esta ley. E impedir el juego
macabro que provoca entre guardias e inmigrantes en cada
salto, en cada avalancha... el si “llegó a saltar la primera
o la segunda valla”... si “está permitido la devolución en
caliente o no”... como si se tratase de un fuera de juego en
un estadio de fútbol.
La ley debe ser cambiada y dar un mayor margen a las fuerzas
del orden para detener a los asaltantes, más allá del
perímetro y ya en el propio territorio y aguas españolas.
Unos medios legales más que razonables. Seguramente,
aventuro, que en la actual situación “no hay tortas” para
ser jefe de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado en
nuestra ciudad en los últimos tiempos...
Este humanitarismo mediopensionista va poniendo su grano de
arena en falsas esperanzas, en trágicas desilusiones, en
sucesos como los fallecimientos recientes en el perímetro.
Bastante tiene África con sus problemas para que queramos
limpiar nuestra conciencia con leyes que aumentan el efecto
llamada, ya difícilmente parable, para millones de personas.
Bastante tienen las fuerzas de orden con afrontar los
riesgos profesionales, físicos y morales de vigilar la
frontera y de hacerle de “porteros” a una Europa que no se
acuerda de África más allá de unos minutos “virales”,
cómodamente sentados en un despacho de Madrid o de
Estocolmo. Bastante tiene Ceuta con convertirse en “ciudad
prisión”, de nuevo, sin quererlo sus habitantes, testigos
horrorizados de esta tragedia, demasiado frecuente...
Hemos tenido ya casi cuatro años de legislatura para cambiar
la ley. Pero en esto, como en otras tantas cosas, el
gobierno Rajoy lo ha dejado para otro día. Otro día que
quizás lleve acompañado un puñado de virales minutos de
video que conmuevan corazones y acobarden a políticos
medrosos. Unos pocos minutos que esperemos que no vayan más
allá de la tragedia de la desilusión, ya bastante grande, de
no encontrar “la tierra prometida”.
* VOX Ceuta
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