Aun grupo de amigos, entre los que me encontraba yo tomando
un café, se le puede ocurrir cualquier cosa, chiste o
chascarrillo, de forma que aparecen las risas y, de la
tarde, finalmente, queda un buen recuerdo y el deseo de
repetir pronto otro momento igual. Este encuentro se produjo
en la terraza de un conocido local en Plaza de los Reyes.
De todo el rato, comento solo éste porque hay que ver lo que
es la imaginación. Y es que, observando los movimientos de
los pacientes ciudadanos sirios, uno de mis amigos advirtió
que, en pleno centro de la Plaza de los Reyes, estas
personas se afanaban por alinear perfectamente las casetas
donde habitualmente no las ponen por la tarde, trazando una
calle. Por un momento, nos hizo pensar que se podría dar el
caso que tuviera carácter permanente, quién sabe, en esta
ciudad... En este momento, uno de mis amigos dio rienda
suelta a la imaginación y dijo: “Se le podría dotar de
nombre”. Le pregunté y me respondió: “¡Hombre! ¿No lo sabes?
Avenida de Juan Vivas con confluencia en Glorieta Paco
Antonio”. Decía además con la misma chanza que, en este
caso, no habría problema, cabría un consenso entre las
fuerzas políticas y se proclamaría justo reconocimiento a
los dos máximos responsables en nuestra ciudad.
De esta manera se atenuaría el rumor de quienes opinan que
la situación actual en la Plaza de los Reyes es una
manifestación a la incompetencia. También hay opiniones que
piensan que, al final, conseguirán el efecto llamada y el
ejemplo podría ser seguido por ocupantes del CETI, que
podrían decidir en un momento dado trasladarse a este otro
campamento.
Lo cierto es que se da una situación de verdadero
esperpento, donde nadie, absolutamente nadie, está
medianamente satisfecho, donde la perplejidad de los
ciudadanos ha rebasado todo lo imaginable, por eso aparece
la sátira y los chascarrillos. Todo hay que decirlo, a los
políticos se les juzga por los hechos, con frialdad y, a
veces, en estos días, también con una triste y amarga
sensación de impotencia.
Nosotros, después de un rato, a punto de irnos, vimos cómo
todo volvía a la normalidad, no sabemos si por la
intervención de Benjamín, el que los supervisa y por el que
todo marcha bien.
El caso es que todos volvieron debajo de los toldos.
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