España padece una “amenaza terrorista máxima” porque además
es frontera sur de Europa y dos de sus ciudades, Ceuta y
Melilla, están en el “ojo del huracán”. El magistrado Javier
Gómez Bermúdez, de 52 años, hacía estas observaciones
alarmantes durante una conferencia que pronunció el jueves
por la tarde en Málaga.
Horas después, en la madrugada del viernes, el titular del
juzgado de instrucción número 3 de la Audiencia Nacional
supervisaba, ya desde Madrid, cómo la policía culminaba en
Melilla la investigación abierta por él sobre una red
yihadista que dirigía un español, pero cuyos integrantes
estaban en la vecina ciudad marroquí de Nador. Allí les echó
el guante la policía antiterrorista marroquí.
Los nueve detenidos son los primeros a los que el Ministerio
del Interior español atribuye en su comunicado la etiqueta
del Estado Islámico, la organización terrorista que controla
parte de Siria y de Irak, pero también señala que
coordinaban sus actuaciones con la rama magrebí de Al Qaeda
y otro grupo (MUYAO) más proclive al crimen organizado que
al islamismo.
“Las fronteras teológicas, por decirlo de alguna manera, no
son tan nítidas en el Magreb como en Oriente Próximo”,
explica un alto cargo de Interior. “Los yihadistas detenidos
tratan de apuntarse ahora al Estado Islámico porque es el
movimiento más pujante”, añade. Acaba además de crear una
sucursal en Argelia que tratará de extenderse por África del
norte.
España tiene suerte con el millón y medio de musulmanes que
residen en su territorio. La llama del radicalismo apenas ha
prendido. Interior calcula que solo 51 musulmanes afincados
en España han emigrado a Siria e Irak para hacer la yihad.
El número es ridículo comparado con los 930 que salieron de
Francia, los más de 400 del Reino Unido o los 250 de un país
tan pequeño como Bélgica.
Pero España tiene también un problema: el extremismo está
muy concentrado en sus dos ciudades norteafricanas. Casi la
mitad de los yihadistas salieron de allí rumbo a Siria. La
proporción es alta para una población de tan solo 85.000
musulmanes. La radicalización de esos chavales melillenses
y, más aún, ceutíes se explica no solo porque habitan
barrios marginados como La Cañada Hidum o El Príncipe sino
porque viven en ósmosis con jóvenes marroquíes de las
localidades fronterizas.
Un ejemplo de esa convivencia lo brinda Mohamed Hamduch,
apodado Kokito, de 28 años, natural de Castillejos y que se
hizo tristemente célebre cuando en primavera colgó una foto
suya en Siria rodeado de las cabezas de enemigos que había
cortado. Kokito está casado con la española ceutí Asia Ahmed
Mohamed, que viajó a Siria en agosto, hermana de Younes,
apodado Esponja, que cayó allí en combate.
El triangulo alrededor de Ceuta, formado por Castillejos,
Tetuán y Tánger, es el principal vivero de reclutamiento de
aspirantes marroquíes a la yihad por delante de los
suburbios de Casablanca. En cambio en Nador, pegado a
Melilla, el islamismo violento ha tardado en echar raíces
aunque ya lo está haciendo. En total son 1.122 los
combatientes marroquíes en Oriente Próximo, según Mohamed
Hassad, el ministro de Interior, aunque otras fuentes
indican que rondan los 1.500. Más de un 20% proceden del
entorno de Ceuta.
En su lucha contra los reclutadores, que según Interior
podrían en breve intentar perpetrar atentados en Europa, las
fuerzas de seguridad españolas cuentan con un gran aliado:
la DST marroquí. Con esta policía antiterrorista coordinan
sus redadas y de ella se deshace en elogios la cúpula de
Interior en España. Hasta el PSOE de Melilla la felicitó el
viernes en Twitter. Gracias, entre otros motivos, a su
eficacia, Marruecos es el país norteafricano menos golpeado
por la violencia islamista. Y en España “no ha habido ningún
atentado yihadista desde el 11-M”, recalcaba Gómez Bermúdez.
Pero la DST y su jefe, Abdellatif Hamouchi, son unos
colaboradores incómodos. Emplean unos métodos represivos
poco ortodoxos a juzgar por las denuncias que se formulan
contra ellos. Por algo Aministía Internacional ha elegido al
Ali Aarras, un melillense extraditado por España a Marruecos
en 2010, como símbolo mundial de su lucha contra la tortura.
En Francia la Asociación de Cristianos por la Abolición de
la Tortura ha denunciado a Hamouchi, pero la policía
judicial no logró, en febrero, durante una visita a París,
llevarle ante el juez instructor que le llamó a declarar. Se
presentó ante la residencia del embajador marroquí en París
y desató así una crisis diplomática franco-marroquí que aun
dura. La DST encarceló, hace una década y durante nueve
meses, en una prisión secreta, a un niño de 10 años, Elías
Mejjati, hijo de un terrorista de Al Qaeda, según la ONG
británica Reprieve. En febrero pasado Mejjati, que ahora
tiene 21 años, se incorporó al Estado Islámico en Siria.
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