Las modas traen variedades. Unas
son bien vistas por todos, en tanto que otras producen
“división de opiniones”, un término que desde tiempo
inmemorial se ha venido dando casi a diario, en el mundo de
los toros.
Y ahora esa división se está extendiendo creo que más de la
cuenta, por quienes detestan la fiesta de los toros,
aduciendo que el animal sufre, en el ruedo, pero muchos de
ellos no parecen sufrir tanto cuando dejan desamparados a
sus padres o cuando no educan, como es debido, a sus propios
hijos.
Particularmente y conozco muy bien la fiesta de los toros,
creo que el mal al toro de lidia no es tal como lo ven esos
“fariseos” que se apiadan de algunas escenas, pero miran
para otra parte cuando aparecen otras muchas que voy a ir
desgranando en días sucesivos.
Naturalmente, ciertas costumbres y modos de vida traen
nuevas formas de pensar que no tienen por qué ser todas
buenas o una parte de ellas, necesariamente, malas. Aquí,
también, hay de todo, como en botica, por lo que para
quienes no conocen algunos de los rituales actuales, en vez
de mostrarse como energúmenos, tratando de rechazarlo, lo
primero que tienen que hacer es enterarse de qué va “la
fiesta”, cosa que intentaría, por ejemplo, hacer yo, si un
día me acercara a una de esas sesiones “del botellón” de
ciertas fiestas y de casi todos los fines de semana,
pongamos por caso.
Las últimas semanas está habiendo un ataque frontal a la
fiesta de los toros o a todo espectáculo en el que aparece
como protagonista el toro. Primero vimos “el chusmerío” que
se dio cita en Tordesillas para lanzar ataques a uno de los
espectáculos más conocidos, y hasta ahora respetado, en gran
parte de Castilla-León, con el “toro de la Vega”. Y, sin
lugar a dudas, ese “chusmerío” o parte de él sin saber, ni
comprender, lo que para Tordesillas es “el toro de la Vega”,
con un animal que tiene su recorrido, con un animal al que
se deja ir por el lugar que él quiera ir y respetado en todo
el recorrido, hasta que pasado un puente sobre el Duero, en
campo abierto, si son capaces “los mozos” de la localidad,
no de una manera caprichosa, si no con unas reglas ya
establecidas, tratan de abatir al animal que, en más de una
ocasión, con sus propios recursos se les ha ido vivo de allí
y se ha devuelto, nuevamente, el toro a la finca.
Recuerdo que el último de los toros de la Vega que se les
fue vivo pertenecía a la ganadería de unos amigos míos, la
ganadería de Valverde, en la localidad salmantina de Horcajo
Medianero.
Allí no hubo violencia y la fuerza del animal fue superior a
las técnicas de los de Tordesillas. La violencia, este año,
si es que llegó a existir, fue cuando los alborotadores, no
invitados a la fiesta, organizaron el tinglado que formaron
y que van formando por más sitios donde hay algo taurino,
que ellos no entienden, ni conocen.
Y por si lo de Tordesillas era poco, ahora llevamos varios
días con otros “cuidadores de los animales”, en Algemesí,
que la vienen liando para ver si son capaces de suspender
las becerradas de esa
localidad. De momento las becerradas siguen dándose,
mientras que la hipocresía de esos alborotadores de lo anti
taurino parece que se va a desplazar a la sierra de Madrid,
creo que a Guadarrama, para seguir con su “espectáculo”, que
no es muy aplaudido por donde pasan, por cuanto en estas
tierras levantinas, varias noches ha terminado la fiesta a
palos y no porque hayan empezado el rifi-rafe aquellos que
van a esas becerradas, sino por la intolerancia de quienes
quieren defender a ciertos animales, sin que nadie les haya
legitimado para ello.
Pienso que cada uno, incluso esos que hipócritamente se
consideran defensores de los animales, puede tener sus
propios gustos, pero me parecería lícita una defensa que no
conlleve el rechazo a los demás. Y es que en eso de los
toros están “pez”, pero con otros animales lo único que
hacen es un ejercicio de hipocresía, ya que sacan, por
ejemplo, al perrito de paseo y muchos nos dejan los
excrementos del animal en la acera, por poner un ejemplo,
eso cuando no abandonan esas mascotas para ellos poderse ir
de vacaciones. Es un decir.
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