Cuando la necesidad aprieta hasta
llegar a ahogar, al ser humano no le queda más remedio que
agudizar el ingenio. Eso es una realidad y sobre todo en
zonas fronterizas. Si a veces algunos utilizaran la mente
para otros menesteres como lo hacen para eludir a las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y cometer así
actos ilícitos, esta zona del Estrecho contaría con mentes
muy privilegiadas.
Es curioso como las mafias se parten sus cabezas para buscar
cualquier resquicio con el fin de burlar a las autoridades y
de ese manera dedicarse al contrabando, el narcotráfico o el
cruel y despiadado tráfico de personas.
Durante este verano hemos pasado de las balsas de plástico,
más conocidas como “toys”, en las que arribaban hasta
nuestro litoral esos subsaharianos, cuyo único sueño es el
de buscar una vida mejor en un mundo mejor, a que las
unidades de asistencias de la Cruz Roja tengan que
desplazarse hasta cualquier punto de la ciudad para atender
a unos inmigrantes que han accedido al territorio nacional
de manera irregular. La verdad es que esto que está
sucediendo con los inmigrantes, que están llegando con
cuentagotas pero que no cesan, recuerda mucho a lo que
sucedía hace ahora casi veinte años, cuando en un jardín o
en la puerta de una iglesia aparecían ciudadanos kurdos.
Por otro lado, también es cierto que los narcotraficantes
también están cambiando la estrategia. Atrás han quedado
aquellas balas negras o “gomas” que daban, en los buenos
tiempos, hasta tres o cuatro viajes en la noche
transportando grandes cargamentos de hachís. Ahora y por las
aprehensiones e intervenciones que está llevando la Guardia
Civil, los distribuidores han decidido cambiar aquellas
planeadoras por las motos acuáticas para llevar a cabo sus
acciones ilícitas.
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