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OPINIÓN - DOMINGO, 14 DE SEPTIEMBRE DE 2014

 
OPINIÓN / COLABORACION

La nomofobia en los jovenes de Ceuta

Por Adriçan Ruiz Laso *


Ya estamos en septiembre, atrás quedan las vacaciones estivales y nos disponemos a iniciar un nuevo curso. Padres, alumnos y profesores nos implicamos para que el reto que tenemos ante nosotros se alcance sin excesivos obstáculos. Una de las cuestiones que debemos de tratar en el ámbito familiar y en el escolar – ya desde estos primeros días- es la relacionada con el uso y el abuso del teléfono móvil en nuestros jóvenes. Los objetivos e intenciones son claros: analizar el uso que hacen nuestros adolescentes del móvil; estudiar las consecuencias de este hábito en la fisiología de la persona y su comportamiento social, y –en consecuencia-promover líneas de actuación en salud a niveles individual y comunitario. Actuaciones para llevar a cabo, en nuestro caso, en el mundo educativo.

Quizás algunos lectores se pregunten por la fuente de los datos que vamos a manejar en este artículo sobre la nomofobia en los jóvenes de Ceuta. Una pregunta muy oportuna para asegurarse el grado de veracidad de lo que se expone, y la cercanía de lo que nos afecta. Los datos concretos sobre los adolescentes de Ceuta se han obtenido a través de cuestionarios personales respondidos por más de seiscientos jóvenes ceutíes entre los meses de junio de 2013 a junio de 2014. El Plan es mucho más ambicioso y abarca a un amplio abanico de hábitos y estilos de vida saludables, y una evaluación pormenorizada del estado alimentario y nutricional a través de técnicas no invasivas antropométricas y de bioimpedancia tetrapolar, para una horquilla de edades que van desde los doce a los dieciocho años.

En la noche del próximo viernes, 26 de septiembre, se llevarán a cabo en todas las universidades europeas, y también en el campus de Ceuta como no podría ser de otra manera, la llamada noche de los investigadores, en un ambiente abierto, festivo y participativo para todos los ceutíes. Sea este artículo una de las aportaciones del grupo de investigación de nuestro Campus sobre “Desarrollo Infantil y Adolescente: Factores de Riesgo”.

Hecha ya la presentación entramos de lleno en los hábitos sobre el uso y el abuso de las nuevas tecnologías, en especial de los teléfonos móviles. Como principio universal puede decirse que los avances en la ciencia y en la tecnología son siempre positivos porque redundan en la mejoría de los niveles de calidad de vida y en la salud. Los teléfonos móviles facilitan enormemente la comunicación y la transmisión de datos e imágenes. La sensación de soledad se ha difuminado dentro de un mundo que parece más cercano y pequeño, tanto que se le ha pasado a denominar cariñosamente como La Aldea Global. El sentido de pertenencia a un grupo o tribu se ha incrementado gracias a la fácil comunicación en las redes. El teléfono móvil es ya el medio de convocatoria más eficaz y barata en nuestra sociedad. Gran aliado en nuestras actividades laborales y en el estudio. Su mera presencia hace que nos sintamos más seguros y menos aislados.

El problema, y grande, se presenta cuando el teléfono móvil deja de ser un instrumento, una herramienta que utilizamos para que nos aporte servicios que redundan en nuestro bienestar, y se convierte en una especie de vampiro, de tirano que nos chupa la vida, que nos absorbe la energía, y nos deja descargados y debilitados hasta el punto de hacernos esclavos y erigirse en amo y señor de nuestro día y de nuestra noche.

¿Dónde está la línea imaginaria que señala la frontera entre el uso normal y el abuso?

Para muchos profesionales la nomofobia debe considerarse como una enfermedad del Siglo XXI, ya que el miedo a estar sin el teléfono móvil puede diagnosticarse como un trastorno para una parte importante de la población, sin que los afectados sean conscientes de ello. Existiendo ya protocolos para la desintoxicación a esa adicción. Yo mismo tomo parte de esta postura. Sin embargo en el último catálogo de las enfermedades psiquiátricas que realiza la Asociación Psiquiátrica Americana (el DSM-V, publicado en USA el 18 de mayo de 2013, y versión en español en el 2014) no aparece la nomofobia como trastorno mental. No ha existido unanimidad en ello, pero la postura mayoritaria es que la nomofobia no se puede considerar una enfermedad en si misma sino un síntoma de la adicción al móvil. Parece ser que en esta decisión última por parte de la Asociación Psiquiátrica Americana de la no inclusión de la nomofobia han pesado mucho las críticas que se le hacen de haber incrementado de manera alarmante en los últimos años los protocolos para el diagnóstico de enfermedades mentales. De manera que un alto porcentaje de la población americana, y del resto del mundo, tiene algún tipo de patología mental, y el beneficio de las grandes industrias farmacéuticas se ha disparado.

En cualquier caso ambas posturas van en la misma dirección, en la dirección de una anormalidad grave. Para unos la nomofobia es ya una enfermedad que hay que tratar, para otros es un síntoma claro de que algo no funciona bien y que puede llegar a considerarse una enfermedad en un breve espacio de tiempo.

¿Qué síntomas se presentan con el abuso del teléfono móvil?

El usuario del móvil debe ponerse las pilas y analizar el tiempo y la atención que le dedica al aparato cuando siente un importante grado de ansiedad ante la ausencia visual de la pantalla de su móvil. Ansiedad que le dificulta la concentración en lo que está haciendo, y que le aísla del momento y la situación que está viviendo. De no controlar estos estados de ansiedad nuestra dependencia del teléfono móvil ira en aumento, llegando a provocar altos niveles de estrés.

Las situaciones de estrés en los seres vivos tienen unos claros y puntuales objetivos. Sirven a los animales (y también a las plantas) para resolver momentos de peligro en los que corren riesgos graves de supervivencia. Los sistemas nervioso y endocrino funcionan al límite, y todos nuestros órganos trabajan en equipo para superar esa situación de peligro, concentrando sus actuaciones en mantener la vida vegetativa, y postergando la actividad cerebral en las áreas responsables de las altas funciones de la razón y de la creatividad. Pasado el peligro volvemos a la normalidad.

¿Pero qué ocurre cuando hacemos de una situación puntual de estrés una forma cotidiana y continuada de vivir?

La respuesta viene dada por la psiconeuroinmunología y abarca tres grandes dimensiones: en el campo de la psicología, el individuo modifica su estado de ánimo; en el ámbito neuroendocrino, se modifican los niveles hormonales del hipotálamo, de la hipófisis y de las glándulas suprarrenales; en el sistema inmunitario, el aumento de los niveles de cortisol conlleva una disminución de nuestras células defensivas tipo macrófagos y de las concentraciones de interferón e interleucinas. Además, el aumento de los niveles de adrenalina provoca una disminución de las cantidades de linfocitos T. En síntesis, la situación de estrés que nos provoca la ausencia o desconexión del teléfono móvil afecta tanto a nuestro comportamiento en el trabajo, en la familia, con nuestros amigos, como al excesivo desgaste de nuestro cuerpo y de nuestras defensas en su lucha contra las enfermedades. Nuestra armonía física, mental y social queda afectada, y por ello nuestra salud y nuestra calidad de vida.

¿Dónde tenemos que situar la línea roja que separa lo que podemos considerar un buen y adecuado uso de lo que sería un mal uso o abuso, que puede avocarnos a un comportamiento compulsivo? Para responder esta pregunta vamos a analizar los datos aportados por unos estudios llevados a cabo en el Reino Unido en 2008 y 2012, y en el nuestro realizado entre los jóvenes de Ceuta en 2013 y 2014. En el Reino Unido han considerado que hay un mal uso cuando la persona tiende a sentir ansiedad al no poder utilizar el móvil, bien sea por falta de cobertura, falta de crédito, agotamiento de la batería, o porque lo ha olvidado en su casa u oficina. De una muestra de 2163 usuarios de teléfono móvil en 2008, el 53% sentía ansiedad. El porcentaje llegaba al 58% en hombres y al 48% en mujeres. Un 9% de ellos ya presentaba una situación de estresados. En el estudio posterior de 2012 los porcentajes habían aumentado hasta un 66%, es decir un 13% en poco más de tres años. La franja de edades de mayor abuso se sitúa en la franja de los 18 a los 24 años, con un 77%. Le sigue la de los 25 a los 34 años con un 68%, siendo el resto de edades inferiores en su uso.

¿Cuál es la situación en Ceuta?

En nuestro estudio de la nomofobia nos hemos centrado en los adolescentes de 12 a 18 años, y hemos considerado que se entra claramente en un abuso del móvil, con toda la sintomatología que hemos mencionado, cuando este joven dedica más de cuatro horas del día al uso de su teléfono móvil. Una primera aproximación al procesamiento de nuestro banco de datos arroja los siguientes resultados: en un día escolar el porcentaje de nuestros adolescentes que dedica a su móvil más de cuatro horas al día llega al 51%, este porcentaje se eleva para un día festivo hasta el 55%. La gráfica de las horas de dedicación al móvil de nuestros adolescentes según la edad va desde una hora a los doce años hasta las cuatro horas a partir de los dieciséis años, de forma que a los diecisiete años más del 75% de nuestros jóvenes dedica a atender a su teléfono móvil más de cuatro horas/día. Algunas de ellas robadas del necesario descanso reparador en la noche.

Si vinculamos las horas que gasta el adolescente con su teléfono móvil y el sentimiento de felicidad en su vida, se constata que no hay relación directa entre estas dos variables. No podemos afirmar que el sentimiento de felicidad aumente o disminuya en razón a las horas que este joven pasa al teléfono móvil. Tampoco encontramos diferencias relevantes entre hombres y mujeres, ni entre las culturas cristiana y musulmana.

A este fuerte incremento del uso del teléfono móvil en la actualidad le acompaña una progresiva disminución en las horas que pasan con el ordenador, que ronda la hora/día. Pero si algo ha cambiado en los adolescentes ceutíes es la dedicación al manejo de libros en soporte papel, tanto de texto para sus estudios como de ocio. En días festivos rara vez leen libros, y en una jornada de clases la inmensa mayoría manifiesta dedicar entre una y dos horas como máximo. Quizás estos datos nos orienten a los docentes sobre el manejo de herramientas en el proceso de enseñanza-aprendizaje, y las medidas para fomentar la lectura en unas generaciones cada vez más cibernéticas.

¿En qué niveles de nomofobia nos situamos los ceutíes?

Si en los estudios ingleses los mayores niveles de homofobia se dan en el estrato poblacional de los 18 a los 24 años, con un uso excesivo del teléfono móvil cercano al 77% de los individuos, seguido –en segundo lugar- por la población entre los 25 y los 34 años con un 68%, con los datos de nuestros adolescentes en Ceuta vemos que ya se aproximan con un 75% a los máximos ingleses de edades superiores. O lo que es lo mismo, nuestros adolescentes superan por goleada a sus homólogos, adolescentes ingleses, en las horas que se pasan con su teléfono móvil. Esta comparativa podría ampliarse al ámbito europeo con resultados muy semejantes. A nivel europeo, España es el país con más teléfonos móviles por habitante, de manera que hay más teléfonos que habitantes. Estamos a la cabeza de Europa no sólo en el número de móviles por habitante, también en las horas que pasamos con nuestros móviles, y Ceuta no es una excepción.

Se impone con urgencia la toma de medidas desde los ámbitos escolares, desde las instituciones de salud, desde los medios de comunicación y redes sociales, para racionalizar el uso del teléfono, que sea una herramienta que nos ayude, que nos facilite la vida. Pero que no se llegue a la perdida de libertad. La dependencia o adicción al teléfono móvil hace mucho daño a la persona, tanto en lo físico como mentalmente, y le dificulta el desarrollo de muchas capacidades en su mundo personal, laboral y social. Como muestra de ello está el aumento de los accidentes domésticos y laborales; la falta de atención y concentración en lo que se hace; el aumento del insomnio y la disminución de las horas dedicadas al sueño; el descenso en el rendimiento académico; el incremento de los casos de hiperactividad; la disminución de la productividad y eficiencia; el aumento de las tasas de fracaso en las relaciones de pareja, y un largo etcétera.

Y ya para finalizar, me gustaría aportar unos granitos de arena al proceso de asimilación e integración del uso generalizado del teléfono móvil en nuestra vida. Entiendo que debemos de ir adoptando unas normas que permitan el buen uso y la convivencia. Serían las normas de buena educación y de buenos modales en la era de los móviles. A modo de decálogo empezamos con estas:

PRIMERA: No situar el móvil en mitad de la mesa en la que estamos compartiendo una comida, café o tertulia, etc. Hacerlo es una forma de priorizar al móvil sobre tus acompañantes. Si estamos pendientes de una llamada urgente, comentarlo de antemano en la mesa. Guarda el móvil en tu bolso. Los varones que no lo metan en un bolsillo delantero del pantalón. Aunque el modo vibración pudiera resultar placentero, no olvidar que la exposición continuada a las radiaciones electromagnéticas puede afectar a la calidad del semen y a la capacidad reproductiva.

SEGUNDA: Respetar el silencio. Escuchar continuas alertas de tu correo electrónico, mensajes o whatsApp te puede volver loco. Racionaliza los modos del móvil.

TERCERA: Cuidar el sonido de llamada de tu móvil. Cuando te llaman el aparato debe de sonar como un teléfono, no como un anuncio playero o un recital hortera. Dice muy poco a favor de tu persona.

CUARTA: No gritar para hablar. A nadie le interesa tu conversación. Además, no debes olvidar que pueden estar pendientes de lo que dices personas muy indiscretas y que no te interesan.

QUINTA: Apagar los móviles o en modo reunión cuando entras a lugares públicos como cines, teatros, museos, sala de conferencias, aulas de clase etc. Si viajas en medios de transporte públicos como autobús o tren limita al máximo el tiempo de tus conversaciones. Resultan muy molestas para los demás viajeros, además de indiscretas.

SEXTA: En reuniones, si esperas una llamada importante y necesitas atenderla, corta la llamada y sal rápidamente de la sala. Una vez estés afuera restablece la llamada.

SÉPTIMA: Responder a los mensajes. Todos queremos saber que nuestro mensaje ha llegado a buen puerto. Pero que ello no signifique una ansiedad por hacerlo en todo momento y con inmediatez. Establece unas prioridades según su importancia y vete respondiendo aprovechando distintos momentos de la jornada que no interfieran mucho con nuestras actividades.

OCTAVA: Respetar el horario de sueño. Durante las horas de sueño mantener el teléfono apagado o en modo silencio, y alejado de nuestra mesilla de noche. Las vibraciones y las radiaciones van a perjudicar nuestro sueño.

NOVENA: Acostumbrarse a estar sin el teléfono móvil durante un par de horas cada día. Dejar el teléfono en la casa cuando vamos a darnos un chapuzón a la playa, a dar un paseo, una pequeña caminata deportiva, un encuentro para conversar con un amigo. Esta liberación nos viene muy bien para relajarnos y encontrarnos con nosotros mismos. Este paréntesis no va a afectar significativamente a la marcha de la jornada.

DÉCIMA: Mesura al usar el móvil como cámara fotográfica. Si te gusta utilizar el móvil para hacer fotografías y luego volcarlas a tu red social, debes pensar que no a todo el mundo le gusta aparecer. Como mínimo hay que pedir permiso a esa persona.

* Catedrático de Biología y Geología del IES “Abyla” de Ceuta e Investigador del grupo “Desarrollo Infantil y Adolescente” de la Universidad de Granada en el Campus de Ceuta.
 

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