Esperpéntico sería una de las palabras que podría calificar
otro caciquismo más. ¿De verdad que a 8 meses escasos de las
próximas elecciones municipales se les ha ocurrido cambiar
las reglas del juego democrático? ¿Realmente Rajoy quiere
frenar la pérdida de su poder municipal tras una desastrosa
legislatura, utilizando la mayoría de la que goza gracias al
ciudadano? Que fácil lo ven y que seguros se sienten
hablando de la toma de una decisión que a todas luces sería
unilateral y que afectaría a los principios democráticos que
sustentan nuestra sociedad.
El problema del político, y en este caso del PP, es que no
acaban de darse cuenta que las hemerotecas existen. Tan solo
hay que mirar y leer para recordarles que sería importante
reconocer y explicar al ciudadano los incumplimientos
electorales, que han sido muchos. Se sacan de la chistera
una promesa electoral no cumplida, la reforma política,
cuando podrían haberlo hecho antes, cuando tenían esa
mayoría absoluta de la que disfrutaban al comienzo de la
legislatura. Y ahora nos salen, cuando han bajado a más de
la mitad el apoyo que antes habían recibido, con cumplir con
uno de los puntos de su programa electoral. Es irónico
comprobar cómo intentan aferrarse a sus poltronas, no perder
sus cuotas de poder aunque se tengan que enfrentar con todos
los partidos políticos españoles, además de pasarse a la
torera el derecho de los ciudadanos al sufragio y a elegir a
sus representantes. ¿Alterar el proceso democrático obviando
al resto de la ciudadanía? ¿Cambiar las reglas del juego en
beneficio propio?
Se están equivocando en los tiempos y en las formas en un
intento de no perder las Alcaldías que ahora controlan.
Pretenden cargarse el fundamento de nuestra democracia
convirtiendo un 40% de los votos en un 51%. ¡Y no se les cae
la cara! Esto es un desprecio absoluto a la democracia y a
los españoles que solo revela miedo. Un miedo atroz a lo que
les espera en las municipales de Mayo; pero que puede ser
aún peor si la cacicada acaba poniéndose en marcha porque el
castigo ciudadano acabará reflejándose en el recuento de
votos en las urnas. Pretenden matar dos pájaros de un tiro
pero acabará saliéndoles el tiro por la culata.
El PP ante el imparable cambio político que se está
produciendo en nuestro país, y del que VOX también es fiel
reflejo, coge su vara de mando e impone con un duro golpe
sus decisiones. Intenta conservar muchas alcaldías que hoy
penden de un hilo a la vista de los resultados de las
elecciones europeas y de las últimas encuestas. Y así, como
si de un juego se tratara, se ha convertido en defensor a
ultranza del bipartidismo, no de la estabilidad, de la
seguridad ni de la regeneración democrática, no, sino de sus
propios intereses; estableciendo una forma injusta de
consolidar un bipartidismo obsoleto y que ya ha hecho
demasiado daño.
Se les ha visto el plumero, hasta el punto de que gente
cercana al PP ve que es una barbaridad, a estas alturas,
cambiar las normas electorales y encima sin apoyos; además
de hacer justo lo contrario a lo que demandan los
ciudadanos.
VOX constata que estamos ante la degradación del Estado
constitucional hacia un Estado de partidos, y que con estas
acciones demuestran una total incapacidad para diseñar y
realizar las profundas reformas que necesitan tanto nuestro
sistema institucional y jurídico como nuestro modelo
productivo.
¿Reforma electoral para prorrogar un sistema caduco? Ya no,
basta. Es imprescindible que surjan nuevas opciones emanadas
de la sociedad civil capaces de dar respuesta a la actual
crisis estructural que atraviesa España. Y evidentemente
esto es lo que el PP pretende evitar con su propuesta de
última hora y su actitud tiránica.
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