Buenos días. Ceuta.
Tras mis catorce meses alejado de la tierra que me dio
trabajo, familia y dinero no son suficientes para que me
olvide de ella, de Catalunya, tierra donde están mis hijos,
mis amigos…
Ceuta es otra cosa, es mi tierra natal y donde pasé toda mi
infancia y juventud y que tuve que dejar porque no me
ofrecía oportunidades para el futuro a no ser que hubiera
aceptado enchufes gracias al enorme tráfico de influencias
que existía en la época.
Si hubiera aceptado cualquier propuesta, en Ceuta, habría
sido funcionario civil del Ministerio de Defensa, situación
que no cuadra en absoluto con mi carácter.
Soy díscolo, acepto a regañadientes el protocolo, cualquier
protocolo, ese conjunto de procedimientos destinado a
estandarizar un comportamiento artificial frente a una
situación específica.
No vayamos a exagerar el concepto, es que no acepto ciertas
reglas o normas, escritas y no escritas, que potencian a
autoridades y personajes sin lógica alguna, aunque sí acepto
ese protocolo que define las buenas maneras, la educación y
el arte de comportarse en público.
A veces, hay situaciones, en ciertos momentos, que conlleva
una explosión emocional que conduce a la ira -con lo que soy
portador de un pecado capital-, son situaciones ilógicas,
incomprensibles aunque quieran disfrazarlas de normas
sociales.
Lo que más me cabrea es la mentira sostenida, la prepotencia
de quién quiere imponerse a costa de las propias normas de
conducta. Sobre todo la facilidad que tienen esos personajes
que ocupan cargos importantes en el conjunto de la sociedad
y que no toleran el menor síntoma de rebelión contra sus
propias ideas de llevar a cabo sus decisiones, aunque sean
totalmente injustas, escudándose en no sé qué leyes, que
además las crean ellos mismos, que los hacen omnipotentes
cuando no son más que seres humanos cargados de avaricia,
codicia y soberbia... por no mencionar el resto de los siete
pecados capitales.
Nadie se hace millonario sólo con el trabajo, si no es
explotando a sus semejantes, y salvo que te toque la
quiniela o la lotería, cualquier lotería, sí se hacen
millonarios con las estafas, el fraude y la usura.
Muchas estafas, muchos fraudes y miles de usuras tienen el
sello de ‘legalidad’ puesto por esos mismos personajes que
ocupan cargos importantes en el conjunto de la sociedad, sin
importarles un comino el hambre que pasa el resto de la
humanidad y que suelen ir a lugares exóticos a presumir de
su prepotencia, mientras pasa al lado mismo de un niño
famélico, moribundo del hambre y con una crueldad infinita
aparta, con su reluciente bota, el brazo extendido sobre la
tierra de ese mismo niño.
Esto es lo que me rebela, esto es lo que me hace pecador
capital por acumulación de la ira.
Mujeres y hombres multimillonarios que sólo aspiran a llenar
más y más sus arcas… ¿con qué fin?, ¡con ninguno!
Más se me enciende la ira cuando, esas mujeres y esos
hombres multimillonarios, abusan de su casta para emplear a
niños y niñas de países abandonados a su suerte, asentando
sus empresas pero no mejorando la situación social de los
mismos, sino mirando por obtener réditos y más réditos
aprovechándose de esa raza esclavizada y la total falta de
conciencia ni sentimientos.
Las mismas pretensiones las veo en nuestros personajes con
cargos importantes en la sociedad, cuando crean leyes que
perjudican la educación de quienes no son de su casta,
colocan vallas invisibles, pero contundentes, ante las
aspiraciones de los educandos que no tienen capacidad
económica para cursar sus estudios en lugares de pago y
recortan derechos que son básicos en cualquier sociedad que
se precie como son los derechos a una vivienda digna, a un
plato de comida y a una sanidad plena.
Imponen sus condiciones, con el objetivo marcado por los
siete pecados capitales, sin importarles que en un futuro,
no muy lejano, esos mismos siete pecados capitales se
volverán contra ellos cuando el pueblo pierda el miedo y
tenga cojones de hacerles frente, haciendo valer los
derechos plasmados en una auténtica democracia.
En fin, la vida sigue y yo también, apoyando la consulta de
la tierra que me ayudó.
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