No existe democracia sin Estado, sin ciudadanía, sin ley.
Todos los ciudadanos españoles, sin exclusión, deben y
pueden decidir sobre el futuro de su país. Si en Cataluña se
celebra una consulta ilegal sobre el futuro de España,
excluyendo a los no catalanes y presionando a los catalanes
que no quieren la secesión, el separatismo habrá ganado al
vulnerar el primer principio democrático: que España es de
todos los españoles.
El separatismo reclama un privilegio antidemocrático:
decidir a quién convertirán en extranjero en su propio país.
Lo de menos es que quieran dibujar un nuevo mapa. Lo
verdaderamente grave es que quieran abolir la ciudadanía.
Donde ahora hay un gran país abierto que comparten gentes de
muy diversa condición, ideas, creencias y lenguas, un
espacio común para la libertad y la convivencia, pretenden
levantar fronteras que nos separen, dividan, encierren. Los
ciudadanos catalanes quedarían fuera de España y Europa,
confinados, perdiendo a sus compatriotas. Su país, por el
que viajaban libremente por trabajo o vacaciones, será
tierra extranjera. La Europa libre y próspera, resurgida de
las cenizas de dos guerras provocadas por el nacionalismo,
ya no será suya.
La democracia también son las diferencias que surgen de la
libertad. Solo la igualdad que garantiza la ley permite a
cada cual desarrollar su vida libremente según sus
inclinaciones. El respeto a la libertad y a la rica
diversidad humana ha convertido a la española en una
sociedad moderna, viva y con mucho que ofrecer. Lo hemos
conseguido entre todos. La amputación de una parte de
nuestra comunidad ciudadana por intereses nacionalistas
sería una pérdida insoportable. Una pérdida a la que no nos
resignamos y que vamos a evitar. No sólo por obligación
legal, sino porque todo ciudadano está en deuda con su país.
Defenderlo frente a quien quiera romperlo es un deber cívico
inexcusable.
Todos sufriríamos las consecuencias de la secesión, pero más
que nadie los muchísimos catalanes que no desean dejar de
ser españoles y europeos. Todos ellos estarán representados
en el acto que mañana, fiesta de la Diada, celebrará
Sociedad Civil Catalana en Tarragona. Hoy, los aquí
reunidos, entendemos que es nuestra obligación apoyarles
públicamente. No porque sean un pueblo vecino que merezca
solidaridad, sino porque son nuestros conciudadanos. Si
ellos han reunido el valor para decir en voz alta “no quiero
dejar de ser español”, es nuestro deber corresponderles
diciendo: “yo también soy catalán; jo també sóc català”
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