Buenos días, Ceuta
Un nuevo fin de semana que disfruto del buen tiempo en
tierras andaluzas que ahora, aunque siempre lo ha sido,
reclaman los nuevos terroristas de la tierra que son
llamados el Estado Islámico.
El desafío fundamentalista se ha agrandado con el brutal
asesinato de periodistas y trazando un reguero de sangre que
dejan pequeños al Éufrates y al Tigris en esta época.
Las primaveras árabes se han quedado pequeñas ante el
radical cambio de estrategia de esos asesinos islámicos que
renuncian al terrorismo global en favor del combate,
haciendo saltar por los aires las previsiones más sólidas
del mundo occidental. La entrada en escena de Vladimir Putin
en la movida de Ucrania presagia un otoño caliente, muy
caliente, porque conlleva un arma arrojadiza estilo
boomerang australiano.
Con eso, Putin hace distraer al mundo mientras los
islamistas van engrandeciendo su presencia con su enorme
capacidad de contagio y su llamada a las armas con
grandilocuentes seducciones a los jóvenes de todas partes.
La degradación de las estructuras sociales y políticas del
mundo árabe-musulmán está azuzando la hoguera del odio de
manera harto peligrosa, más aún con la ayuda de las
conveniencias de los países occidentales.
Es grave la implantación de un ambiente de violencia brutal,
aleccionado por clérigos islamistas, que hacen enraizar aún
más el pensamiento en algunos grupos y buscando escapar a
los desafíos del presente regresando a siglos pretéritos,
principalmente a la fundación del Islam y convencerlos de
que en la tradición se hallan las respuestas.
Mientras aquí nos preocupamos por las intenciones de
Catalunya, bueno de los catalanes independentistas, los
ingleses envían vallas a Francia para evitar la llegada de
inmigrantes, responsabilizando a los franceses de la gestión
de Calais, sin meditar en que Ceuta y Melilla precisan toda
la ayuda de la Unión Europea sobre sus fronteras.
A cada paso van cambiando las condiciones de convivencia y
ahora resulta, tarde y mal, que tenemos que prohibir el uso
del burka en espacios públicos. Estoy de acuerdo en que se
prohíba el burka, no ya en espacios públicos sino como
condición para la integración en nuestra sociedad, toda vez
que esta prohibición no afecta al aspecto religioso de las
mujeres musulmanas porque el Islam no lo impone, lo que
contempla esa religión es el hiyab.
Estoy de acuerdo en esa prohibición porque el burka puede
cubrir tanto el cuerpo de una mujer como el de un terrorista
cargado con explosivos. Aunque lo más significativo es que
existen mujeres terroristas cargadas de dinamita, y estas
son las peores. Por otra parte ya existe jurisprudencia por
el tema del burka o el nikab: el Tribunal europeo de los
Derechos Humanos no aceptó la demanda de una mujer musulmana
contra su derecho a la libertad religiosa.
Regresando a nuestro entorno, vemos que los peperos siguen
usando el ‘vale todo-todo vale’. Empezando por la
insistencia tozuda para que se primen las listas más
votadas, ahondado ahora la brecha con la inclusión de las
autonómicas y continuando con su falsa fachada contra los
escándalos de Jordi Pujol relacionándolos con la consulta
soberanista de los catalanes.
La pretensión de los peperos de crear un frente anti
soberanista, un burdo y fallido calco de aquel Frente
Popular de preguerra, y sus intentos por reformar la ley
electoral, demuestra el tremendo miedo que tienen a que el
país sea verdaderamente democrático. Prefieren que siga
siendo un país de fachada democrática pero interiormente
autoritario y dictatorial. Con sus declaraciones a los
medios de comunicación no hacen más que fomentar ese miedo,
que ya resulta demasiado evidentemente transparente, más aún
desde la entrada de Podemos y tratan de forzar cambios que
sólo beneficien a ellos.
Tantos cambios como les sean posible, a la vista de los
enormes beneficios que obtienen los oscuros mecenas del
Partido Popular, con tal de seguir aferrados al Poder. No es
raro que el patrimonio de las grandes fortunas españolas
haya aumentado el 9,5%.
En fin la vida sigue y yo también aunque con mi poder
adquisitivo más mermado aún.
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