Nunca debe suceder, pero sucede.
Es una acción sencillamente lamentable y que cualquiera, ya
sea político, ciudadano, colectivo u ocupe cualquier cargo
de responsabilidad, en su sano juicio nunca se atrevería a
realizar. Hablamos de esos debates absurdos y esas polémicas
que no conducen a nada bueno y que se suscitan sobre un
asunto tan importante como es el de la seguridad ciudadana.
No es de recibo que los representantes de los ciudadanos
actúen con tan poca sensatez y que usen como armas
arrojadizas hechos que mantienen en vilo a toda una
población y que, además, se intente sacar provecho cuando
todavía, como aquel que dice, los cuerpos de las víctimas
están calientes y las familias lloran sus pérdidas.
Este país está muy acostumbrado a llorar pérdidas de vidas,
pero curiosamente los partidos políticos no discuten cuando
se produce una muerte violenta, ya sea producto de un
atentado, de un ajuste de cuentas o por cualquier otro
motivo. Todo por una sencilla razón, porque no hay nada que
pueda tener más valor que el derecho a la vida y a
disfrutarla en libertad.
En estos casos, los políticos deben olvidarse de las
diferencias y aunar sus esfuerzos para acabar cuanto antes
con esa lacra que azota a la sociedad. Todos deben ir de la
mano buscando eso que siempre pregonan en sus campañas
electorales; el beneficio del ciudadano, que al fin y a la
postre es el que decide con su voto quién ocupa tal o cual
puesto.
Ayer en Ceuta, la historia volvió a repetirse y los hubo que
terminaron, como siempre, tirándose los tiestos a la cabeza
y no dándose cuenta que en un asunto tan importante y
esencial como el de la seguridad de todos los ciudadanos
siempre es mejor sumar las fuerzas que dividirlas de forma
innecesaria.
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