Buenos días, Ceuta.
Ya estoy aquí, después de las vacaciones veraniegas,
dispuesto a dar batalla usando mi arma preferida: el teclado
del PC.
De momento tengo la mente en blanco, las células grises sin
engrasar y los dedos agarrotados como si estuvieran cogiendo
un vaso de tubo imaginariamente lleno de cerveza.
Normal cuando ha sido lo único en que los he usado durante
estos días de vacaciones cómodamente sentado ante el
chiringuito de la playa, de cualquier playa, a la que hemos
acudido mi familia y yo.
Totalmente alejado de las noticias, desconectado por
completo de los medios de información y observando el
entorno más cercano mientras Helios me pega ‘soletazos’ de
vez en cuando, cuando pierdo la sombra del parasol, y
Neptuno, conocido también como Poseidón, pasea por la línea
del horizonte sobre el carro conducido por sus poderosos
caballos blancos, cuyos transparentes cascos remueven las
aguas del Mare Nostrum, aguas que me llegan, cuando entro en
el mar por la arenosa orilla, en olas secuenciales
provocadas también por el tridente del dios de los mares
mientras sus hermanos Júpiter y Plutón les observa llenos de
envidia, desde la inmensidad lejana del espacio,
¡Joder, ignoraba que podría escribir esta cursilería!
Este ha sido el verano más tranquilo de toda mi existencia,
hasta ahora, con la salvedad de algunas incidencias
familiares en las que ha intervenido la Parca.
El tiempo ha sido benigno por el sur, el sur de la península
se entiende, con días tremendamente soleados y en algunos
momentos con el formidable espectáculo de Selene mostrando
sus encantos en una visión súper ampliada motivada por su
acercamiento a la Tierra durante el recorrido de su órbita.
Todo esto ha conseguido que me mantenga tranquilo este
verano, sin ningún intento de intervenir con mis escritos ni
siquiera inventándome la popular serpiente veraniega.
Ignoro, de momento, cómo anda el mundo de la política. Los
vaivenes de la ‘casta política’ como suele mencionarla los
de Podemos.
Hoy es el primer día que tomo contacto con la realidad y por
lo tanto el golpe impactante ha sido fuerte, cientos de
noticias están ahí, enfrente de mis ojos, por lo que la
acumulación de las mismas no me ha permitido analizar ni una
sola. Ya tendré tiempo de hacerlo ¿no?
Por ahora aprovecharé para hacer mis cosas domésticas,
preparar el PC para que admita numerosa entrada desde el
teclado, limpiar de gilipolleces los archivos destinado a
conservar los escritos y renovar el carburante de las
células grises con líquidos más de acorde con el tiempo
climático que sigue encima: calor y humedad.
Ahora que menciono la humedad, resulta que estos días,
últimos de vacaciones, el higrómetro ha estado marcando, con
su aguja giratoria, los 80/85 %. Cosa mala porque me
recuerda mis años en Barcelona, donde la humedad es absoluta
y el consiguiente dolor de articulaciones se hace casi
insufrible.
Menos mal que resido ahora en una zona donde la humedad es
relativa y solo aparece cuando el Levante, viento caprichoso
del Mediterráneo que suele comenzar alrededor de las islas
Baleares y suele alcanzar su mayor velocidad por el paso del
estrecho de Gibraltar, amontona nieblas en la parte al este
del Monte Hacho o del Peñón, que es precisamente donde
resido.
Llevamos varios días en que esa pertinaz niebla se asienta
bien de madrugada y hasta el mediodía no desaparece a pesar
de que el anticiclón de las Azores domina la zona. Es
precisamente por culpa de este anticiclón, que se antepone a
la baja presión, y por las largas horas de sol se genera a
menudo la baja térmica sobre el noroeste africano que
conlleva la aparición de la niebla y, consecuentemente de la
fuerte humedad.
No, no quería comentar este trozo sobre el tiempo, no quería
robar comentarios que corresponden a los hombres y mujeres
del tiempo, no soy experto, pero… ¿qué quieren que haga?, me
ha salido así y así lo plasmo.
En fin, ya seguiré como la misma vida que sigue.
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