Nuestro país está patas arriba y va a ser muy difícil
enmendarlo, siempre y cuando quede algo que enmendar tras el
castillo de arena, que primero los que negaron la crisis y
luego los de la austeridad, han ido construyendo. Ninguno ha
tenido tiempo o capacidad de pararse a pensar en que cuando
suba la marea se llevará el castillito deshecho entre la
espuma de las olas. Importante podría ser invertir en I+D
para descubrir el origen de tanto despropósito, pero los
recortes.........
Uno de los temas más candentes y encarnizados de los últimos
años fue la apertura del melón autonómico. Nuevas Leyes
Orgánicas que daban más soberanía a los gobiernos autónomos,
entre ellos Cataluña y alguna que otra Autonomía resabiada y
malcriada, obteniendo más privilegios. A ser posible todos
los solicitados por los, por entonces, socios de gobierno;
algo completamente necesario para poder seguir manteniendo
sus poltronas, cuyos apoyos les eran imprescindibles.
“De aquellos polvos, vinieron estos lodos”. Refrán que nos
recuerda que de los actos se siguen consecuencias, no
siempre deseables. Cuando por inacción o por acciones
incorrectas dejamos pasar las cosas, luego la situación
puede empeorar y llegar al punto de no retorno. Y ahora
empezamos a sufrir esas secuelas cuando las exigencias
separatistas de un nacionalismo trasnochado está supeditando
la voluntad del resto de los españoles. Cuando un Presidente
anuncia un referéndum para noviembre de este año, pasándose
la Constitución y el resto de leyes del Estado por donde le
parece, y haciendo caso omiso a las sentencias judiciales
que lo prohíbe expresamente. ¿Y la pregunta es, que hace el
actual gobierno español para impedir esto? ¿También habrá
que esperar para ver llegar esos lodos?
Muchas son las conjeturas que se pueden hacer sobre este
tema pero lo que nunca se debe intentar es faltar a la
verdad. No es lógico tachar de irresponsables a aquellos que
denuncian la postura irracional del todo por el nada, porque
una amplia mayoría de españoles piensa que España se forjó
desde un Estado fuerte y que se puede dinamitar desde la
debilidad del Estado, a instancias de la enfermedad
nacionalista. Según Herman Heller, “Si el nacionalismo no
supera la pubertad cívica, se establece en el infantilismo
civil, al reclamar insaciablemente derechos, sin reparar en
que también tienen obligaciones”.
Se ha generado mucha incertidumbre. Están provocando la
aparición de profundos surcos que empiezan a dividir a la
propia población y colgando etiquetas peligrosas ante los
que no quieren independentismo. En palabras de la periodista
Charo Zarzalejos, “Desde la política se pueden tomar
decisiones erróneas y de hecho ocurre con demasiada
frecuencia, pero la política no es un arte tan libre como
para permitir en silencio que se venda a los ciudadanos que
siendo independientes de España aumentaría la esperanza de
vida. Cuando la ensoñación hace estragos es cualquier cosa
menos política responsable”.
Mucho se habla en los últimos tiempos de regeneración
política, de cambio del sistema democrático, de la
renovación y fortalecimiento de la vida pública y política,
y no están exentos de razón; pero habría que iniciar la
transformación con el objetivo principal de cohesionar
España y a los españoles. Esa debe ser la apuesta, el
verdadero compromiso político. El Estado de las Autonomías
no ha cumplido los fines para los que fue concebido y su
coste ha alcanzado proporciones alarmantes. Tan solo
pensemos un poco y hagamos cuentas sobre el coste que nos
supone. ¿Estaría ese dinero mejor empleado en sanidad o en
educación, sin recortes?
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