Según las cifras manejadas por las Fuerzas de Seguridad
españolas, hace un par de meses, los diferentes servicios
policiales europeos tenían constatado que casi 2.000
ciudadanos del continente -y en la cuenta se incluyen las
repúblicas caucásicas- se habían incorporado a los
diferentes ejércitos islamistas que han decidido combatir en
Siria y en Irak, según la información publicada por el
rotativo El MUNDO. Entre estos terroristas hay unos 35
españoles -que hayan sido detectados, porque en realidad
podría haber más- de los que un 90% -es decir, una
treintena- se han visto seducidos por la barbarie del Estado
Islámico (IS). La mayor parte de los islamistas españoles
que combate en los dos estados mencionados -intentaron
intervenir también en Líbano pero fueron rechazados- fueron
captados en Ceuta, pero los hay también procedentes de
Melilla, Madrid, Barcelona, Bilbao, Murcia o San Sebastián.
Inicialmente, como el resto de los islamistas europeos,
fueron reclutados por Al Qaeda para luchar contra el
dictador sirio Basar Asad. Pero las facciones más radicales
dentro de los propios islamistas fueron ganando terreno y el
movimiento liderado por Al Baghdadi, el autodenominado
califa Ibrahim, ha actuado también con ellos como un reclamo
irresistible.
Fue en abril de 2012 cuando quedó constatado por primera vez
que un grupo de españoles se había desplazado a Siria para
participar en la guerra santa. El grupo lo formaban el
taxista Rachid Hassein Mohamed, Abu Musad; Mustafa Mohamed
Abselam, Tafo, y Mustafa Mohamed Tayachi, Piti. Todos ellos
de Ceuta, casados y con hijos.
Dejaron a sus familias sin un aviso concreto previo, las
engañaron mientras se trasladaban por Turquía hacia Siria y,
pocos meses después, el primero de ellos salía en unas
imágenes difundidas por internet, conduciendo un camión
cargado de explosivos y suicidándose al tiempo que mataba a
decenas de personas al estamparlo contra un cuartel en Idlib.
Sus otros dos amigos no le sobrevivieron mucho más, según se
explica en el rotativo.
Todos ellos habían sido sometidos a un largo periodo de
adoctrinamiento en el que se mezclaban los motivos
religiosos radicales con los políticos y con los más
pueriles. “Si yo voy al paraíso tú tendrás chacha”, le dijo
uno de ellos a su mujer para justificar que valía la pena
hacer la yihad. Ésa fue una de las ventajas esgrimidas
entonces -obviamente en su argumentario también estaba “la
opresión” que estaban sufriendo sus “hermanos” por parte del
régimen sirio- por un hombre que dejaba atrás a sus hijos y
a su esposa para emprender un camino de asesinatos.
La promesa que ofrece el Estado Islámico puede parecer
todavía más tangible a quienes se han abonado a un
movimiento fanático que se jacta de su sadismo: la creación
de un mundo en el que sus familias podrán vivir según las
reglas islámicas y sólo de ese modo; y, mientras lo
consiguen, según los expertos de las Fuerzas de Seguridad,
la posibilidad de recibir una recompensa inmediata que no es
sólo la de tener una sensación de poder que no habían
experimentado antes. Los expertos se han visto sorprendidos
por las características de algunas fatwas, como la emitida
por un clérigo radical que permite que una mujer pueda
compartir compañía con varios combatientes.
Han sido varias las ocasiones en las que los responsables
del Ministerio del Interior han mostrado su preocupación por
el peligro que pueden constituir aquellos españoles que
logren regresar a España procedentes de esta nueva guerra.
Las Fuerzas de Seguridad unen a esta preocupación otra: la
de los 1.200 ciudadanos marroquíes que se han desplegado por
Siria y que, aunque pueden formar parte de IS, forman una
katiba, un grupo propio llamado Harakat al Sham.
Hasta hace cuatro meses estaban liderados por un marroquí
que estuvo preso en Guantánamo, Brahim Benchekroun. Éste,
tras su muerte en un enfrentamiento, ha sido sustituido por
Mohamed Almedi Khalou, un suboficial del ejército del país
vecino que desertó. “ese es el mayor peligro para España”,
sostienen las fuentes.
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