El Arzobispado de Tánger ha reclamado a Marruecos, al
Gobierno de España y a la Unión Europea que sitúe una misión
permanente de observadores internacionales de Derechos
Humanos a ambos lados de los perímetros fronterizos de Ceuta
y Melilla, donde en los últimas semanas se vienen
produciendo redadas contra migrantes, --la última este fin
de semana en el monte Gurugú de la vecina ciudad autónoma--,
y acusaciones de violencia policial sobre ellos documentadas
en vídeos difundidos por las onegés
Esta es una reclamación clásica de los defensores de
Derechos Humanos y trabajadores humanitarios de ambos lados
de las fronteras que separan España de Marruecos, según las
declaraciones de un miembro de la delegación de migraciones
del Arzobispado en el área de Nador, que lamentó que los
responsables públicos estén desoyendo este tipo de
peticiones desde hace ya bastantes fechas.
La reivindicaciones hechas desde el Arzoispado son tendentes
a que se necesitan observadores internacionales con plena
libertad para estar en la zona y el momento que ellos
quieran.
Para el representante eclesiástico No bastan observaciones
puntuales y solicitan que la ONU se mueva, que se haga algo
por parte de la Unión Europea y que se muevan los dos
gobiernos. “Si no tienen nada que ocultar, en una situación
democrática normal, gran parte de las incertidumbres se
zanjarían si hubiera observadores lo más imparciales posible
y que a un lado y otro de la frontera puedan hacer informes
sobre los hechos y sobre el terreno”.
En su opinión, cuando España pide que la UE intervenga en
las fronteras e insiste en que no son sólo límites del
territorio español, “parece que se está refiriendo
únicamente a que la Unión invierta en seguridad” siendo “tan
importante o más que invierta en Derechos Humanos”.
“Bastaría el pago de tres observadores a cada lado de la
frontera para que hicieran reportes, una cantidad económica
ridícula”, agregó.
A su juicio, los observadores internacionales podrían
arrojar luz sobre el trato que realmente reciben los
migrantes tanto en los saltos de las vallas fronterizas como
durante su estancia en Marruecos, donde se suceden las
denuncias de persecución y agresiones por parte de las
fuerzas policiales, como las que se habrían perpetrado el
fin de semana pasado durante una gran redada en el monte
Gurugú, refugio de los más pobres.
El sacerdote jesuíta explicó que si bien es frecuente que
las fuerzas de seguridad entren en estos montes, el pasado
domingo, tal y como publicó el rotativo nacional El Mundo,
se vivió “una gran redada” como no se veía igual desde el
verano pasado. El registro ha contribuido --junto a la
movilidad hacia Argelia para intentar llegar a Libia y los
desplazamientos a otros puntos para poder cruzar el
Estrecho--, a mermar la población del campamento,
habitualmente integrado por varios cientos de personas.
“Hubo una redada muy importante el domingo pasado, pero
sigue habiendo migrantes allí, se calcula que en torno a un
centenar. Una circunstancia muy parecida ocurrió el año
pasado en una redada muy importante en verano y no sabemos
si en el futuro van a venir de nuevo más personas y se
recompondrá el número de forma habitual, como otras veces, o
si esto significa un cambio de escenario. De momento no lo
es, es una redada muy importante como las que ha habido
otras veces”, apunta desde Nador.
Sobre los posibles heridos, indica que “a la mayoría” de los
migrantes sorprendidos en la redada “se los llevaron” así
que la delegación de migraciones tuvo que atender a “pocos”.
En el hospital localizó a una persona que tenía una lesión
previa agravada en la redada y estaban ingresadas otras
cuatro, también migrantes heridos, sin que haya podido
confirmar que lo hubieran sido por la misma causa.
Por otro lado, la Comisión Europea ha recordado a España que
las medidas de control de la frontera “deben ser
equilibradas” y respetar “los derechos fundamentales” de los
inmigrantes, así como “el principio de no devolución”, tras
los últimos incidentes en la valla de Melilla.
La ONG melillense Prodein difundió el martes un vídeo
grabado en la madrugada del 13 de agosto, tras un intento de
salto de la valla de Melilla, que muestra cómo al menos seis
inmigrantes fueron golpeados con porras o bastones por
fuerzas policiales mientras eran conducidos por la puerta de
servicio del vallado hasta el lado marroquí.
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