En España no existe la explotación
laboral”. Esta surrealista frase fue pronunciada por
Francisco Marhuenda, director del diario de extrema derecha
“La razón”, el pasado sábado en el espacio de debate
político “La sexta noche”. Semanas antes, el susodicho
afirmaba que los becarios de su periódico están “encantados
de cobrar 500 euros”. Sus declaraciones van en la línea del
pensamiento de Percival Manglano, ex consejero de Economía y
Hacienda del Gobierno de Esperanza Aguirre en la Comunidad
de Madrid, quien afirmó hace meses que “si alguien desea
trabajar por 400 euros, ¿por qué no dejarle?”, en una clara
apología de eso cuya existencia niega el señor Marhuenda: la
explotación laboral.
Para el Partido Popular y sus voceros la única explotación
es la que se realiza bajo el poder de un látigo. En nuestro
país, trabajar 12 horas diarias sin contrato es algo
habitual. Que te paguen 3,50 euros la hora es habitual. No
tener contrato fijo es habitual. No hacer huelga por miedo
al despido es habitual. Trabajar y no poder ser
independiente o tener que pedir dinero a tus padres para
terminar el mes es habitual. En España, el trabajo ya no es
garantía de bienestar. En España, trabajar y ser pobre es ya
habitual, pero nada de todo esto constituye explotación para
los defensores del status quo.
Dicen Marhuenda y el PP, como ya dijera Aznar, que España va
bien. Es cierto. Para ellos, España va en la dirección
correcta, pues no es más que la dirección hacia un cambio de
sistema productivo en el que el trabajador sea, más que
nunca, mera mercancía intercambiable en pos de un mayor
beneficio empresarial, una vuelta de tuerca más en la
historia de un sistema económico que, como nos explica el
diputado y economista Alberto Garzón en su último libro,
necesita ir adaptándose para sobrevivir. Tras la crisis de
los años 30 y la II Guerra Mundial, ese cambio fue en
beneficio de los trabajadores. Se inicia entonces un pacto
capital-trabajo que producirá bienestar a las capas
populares. En los años 70 ese sistema entra en crisis y
comienza lo que conocemos como neoliberalismo, una serie de
reformas destinadas a la acumulación de poder del capital y
las finanzas en detrimento del trabajo. Hoy, ese sistema
también ha explotado y la solución dada, en lugar de en
subvertir la situación, consiste, ni más ni menos que en
agudizarla. Dicen que salimos de la crisis cuando lo que en
realidad ocurre es que “ellos” están saliendo de la crisis.
Nosotros, sin embargo, vamos a la crisis eterna.
Si Marhuenda dice que no hay explotación es porque a él le
gusta que las cosas sean así. Le gusta que no existan
derechos laborales y quiere que aceptemos este nuevo
panorama. Al fin y al cabo, sabe muy bien que no va a ser
algo pasajero. La idea es que la precariedad y los salarios
bajos sean la clave que haga de España un país
“competitivo”. Lo llaman “moderación salarial”. La palabra,
en realidad, es explotación.
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