Con la llegada de la democracia a
España aparecieron, como nacen los pollos de granjas, ONG y
Asociaciones en defensa de no se cuantas cosas, algunas de
ellas de difícil comprender, pero todas ellas se alimentan
de la subvenciones que da papá Estado.
Seguro que sin esas subvenciones no existirían tantas ONG ni
Asociaciones para decirnos que es lo que hay que hacer con
el dinero de todos los españoles. Es muy bonito y queda como
muy mono hacer caridad con el dinero de todos, sin poner
nada de sus bolsillos y, además, criticando al Estado que es
el que otorga esas subvenciones.
Como todo hay que decirlo, existen ONG que, sin duda alguna,
merecen esas subvenciones por la labor que desarrollan, como
Caritas que da de comer a millones de españoles o Médicos
sin Fronteras, por poner un ejemplo claro y que todos
entendemos, mientras seguimos sin entender otras
subvenciones que se están dando sin motivo alguno. Pues
aquel que quiera hacer caridad, que no sea con el dinero de
todos los españoles, sino de sus propios bolsillos.
Bien está que se subvenciones los llamados Comedores
Sociales, porque con toda justicia lo merecen. Unos
Comedores Sociales que no son, nada más ni nada menos, que
lo que era Auxilio Social en su tiempo. Total que estamos
volviendo atrás, alejándonos del siglo XXI.
Y ya que se está poniendo de moda la vuelta a los oficios
del ayer, o sea a los oficios artesanales, por qué no
volvemos a las Universidades Laborales de donde salieron,
por mucho que algunos las critiquen albañiles,
electricistas, panaderos o fontaneros, altamente
cualificados.
Con la creación de las Universidades Laborales, además de
salir personal altamente cualificado en cualquiera de sus
ramas de estudio, se crearían puestos de trabajo pues se
necesitarían profesores, además de personal para los
comedores y el cuidado de las habitaciones de los alumnos,
entre otros.
Al finalizar sus estudios, de los que los alumnos saldrían
altamente cualificados, como sucedió cuando estas
Universidades existían, la mayoría de ellos, en un
porcentaje elevado encontrarían un buen opuesto de trabajo
y, además, bien pagado.
Eso sería una buena subvención, quitando otras que no valen
para nada y que no dan fruto alguno, sino más bien
quebraderos de cabeza, sin aportar a la sociedad nada de
nada.
Sabido es, que las subvenciones son el caldo de cultivo de
la corrupción, precisamente porque no existe un control de
las mismas exigiendo, a todos los que se les dan esas
subvenciones, unas cuentas cada año de dónde ha invertido
ese dinero salido del bolsillo de todos los españoles.
Las subvenciones más los ponedores del ”cazo”,que como las
meigas haberlos haylos, y los “trincones”, han llevado a
España a la enorme corrupción que estamos soportando.
Así que, fuera todas las subvenciones, incluidas las de los
partidos políticos, y el que sea afiliado o simpatizante que
pague de su bolsillo. ¿O no?
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