El Estado Islámico de Irak y del Levante sigue avanzando,
tan cerca ya de Bagdad. Su resolución, unida a su brutalidad
y crueldad le abren paso, haciéndole imparable y
tremendamente temible. Su ideario es simple y aplastante,
todo lo que no comulgue con su ideario es contrario y, por
tanto, merecedor de muerte, y así al degüello.
A los cristianos les pintan en sus puertas la letra (nun) la
inicial de “cristiano” en árabe, y que por aquí es
comúnmente conocida como “nazareno” o ”nasrani”, y que tanto
una como otro vienen a decir lo mismo, es decir,
“cristiano”.
Es la letra de la condena, el símbolo de la muerte. La
oferta es simple como la arena, al identificado con la nun
se le ofrecen 2 opciones, hacerse musulmán o marcharse, esto
último con dificultad. Y la primera no es garantía de vida,
ya que aun habiendo aceptado el cambio, puede no “servir”,
ya que existen dudas sobre el grado de veracidad del cambio.
Es la inhumanidad personificada, es difícil encontrar nombre
a tanta ignominia, a tanta crueldad.
Nada es tan fácil en la dimensión religiosa como construir
ejércitos, preparar comandantes carentes de clemencia y
merced, llenándolos de odio y de maldad hacia quien es
diferente. Más fácil es hacer tropas, ahí el señuelo es
barato, atractivo y concluyente. Nadie duda del alto grado
de sugestión de quienes tienen el encargo de “hacer llegar”
la recompensa que supone liquidar infieles, y dentro de esa
pirámide de obscenidad humana, el reclamo del premio es
sencillo: cuanto más cruel seas, mejor lo tendrás.
Saladino (Salah Din) inspiró las reglas de la guerra en todo
lo referido a cómo tratar al combatiente capturado, así como
el tipo de trato hacia las poblaciones conquistadas. Gran
parte de los contenidos de los cuatro convenios
internacionales que regulan el derecho internacional
humanitario se inspiran en los métodos de Saladino. Fue un
hombre que se ganó el respeto y la admiración de sus
enemigos, que vieron en él al caballero que hacía de la
clemencia y el buen trato una constante. Una actitud que
pudo recoger de las enseñanzas del profeta del Islam (sws).
Ricardo “Corazón de León”, que distó mucho de ser un
honorable monarca, por mucho que pese a algunos
historiadores ingleses, que fue de todo menos un hombre de
Estado, que vino a cometer una y mil tropelías, como la
ejecución sumaria de más de 3000 prisioneros musulmanes ante
las puertas de Acre, ciudad que conquistó a sangre y fuego,
y en la que no dejó un solo musulmán con vida, no sintió
reparos para expresarse satisfecho por la matanza de
prisioneros, no hubo un gramo de piedad, olvidando, tanto él
como sus comandantes, la postura de Saladino cuando
reconquistó Jerusalén (Jair ua salam, abundancia y paz).
A pesar de todo ello, Saladino hizo de la razón su fuerte, y
en vez de actuar de igual modo, teniendo oportunidad cuando
Ricardo tuvo necesidad de volver a Inglaterra para recuperar
su trono, en esos momentos usurpado, lo que habría
significado su derrota incondicional, Saladino sorprendió a
todos ofreciendo a su enemigo un armisticio que supusiese
ventajas para ambos, lo que vino a conceder a los cristianos
libertad de movimientos, pudiendo peregrinar y orar en
Jerusalén.
A pesar de tener presente la grave falta de Ricardo con los
prisioneros de Acre, Saladino no dudó en enviar a su propio
equipo de médicos para que pudiesen asistir a Ricardo cuando
cayó enfermo.
Las espeluznantes imágenes que llegan de Irak, de Nigeria y
de otros puntos del planeta, resultan excesivos para una
razón humana “normal”, que se ve incapaz de procesar tanta
atrocidad y tanta inhumanidad.
Saladino instauró unos códigos de conducta, antes, durante y
después de la batalla, dejando claro que toda acción debe
ponderarse sobre unos límites, pues de lo contrario sólo se
abre paso al abismo sin fin, morada de quienes cerraron sus
oídos a las sugerencias de la clemencia y de la razón humana
desde su nido de gestación. Es la injusticia absoluta.
Por eso hoy la nun es de todos, por encima de diferencias y
códigos de conducta, en un intento de establecer principios
básicos e inherentes a la condición humana. Lo que decía
Saladino.
|