En el interior del polígono, los agentes de la Unidad de
Intervención Rápida de la Policía Nacional se encargan de
ordenar el tránsito de las porteadoras hasta el paso del
Biutz. El policía sujeta una porra con su mano derecha.
Cuando ve algo que no le gusta, golpea sobre el fardo: “¡Un
solo bulto! Si os lo van a quitar cuando paséis…”. Porrazo
sobre el fardo. La mujer que lo carga es joven, delgada y
está apurada. Vuelve al almacén. Descarga, mira de reojo al
policía y vuelve a cargar los mismos fardos con ayuda de un
muchacho, que ata los bultos a la mujer pasando una de las
cintas de plástico alrededor de su cuello. La espalda de la
chica se dobla. Diez minutos después está en la fila. Lleva
los dos bultos e intenta correr cuesta arriba, hasta el paso
de El Biutz, que une Ceuta y Marruecos. Compite con otras
mujeres, que se empujan y se gritan mientras tratan de ganar
posiciones.
Orden
El uso de la porra es continuo: casi siempre, sobre los
fardos. Pero no siempre, así que la presencia del periodista
no es bienvenida. “Yo tengo familia. Esto es un tema
político, y usted lo sabe”, dice uno de los agentes
encargados de ordenar la fila. “Es que llevan ustedes dos
horas mirando, y aquí no se puede estar ni tomar notas”,
comenta otro. Poco después, el mando se explica: “Yo llevo
ya unos cuantos servicios, y este es un trabajo muy
desagradable”.
“Yo haría lo mismo que ellas: tienen que dar de comer a una
familia… Tratamos de ponerlas en fila de a uno,
ordenarlas…”, comenta luego, mientras una de las porteadoras
pide permiso para sentarse sobre su fardo en doble fila;
“pero es difícil; la semana pasada arrollaron a una mujer
embarazada”. Este policía cuenta que ha cortado la cinta con
la que las mujeres sujetan el bulto al cuello en muchas
ocasiones: “Se caen hacia atrás y se ahogan”. Al lado pasa
una mujer: carga un gran fardo en la parte de atrás de su
silla de ruedas.
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