Buenos días, Ceuta.
Estoy bien despierto pese a que he tenido que pasar una
prueba bastante fuerte. Una prueba que te deja tieso un buen
rato gracias a ese fármaco que bloquea la sensibilidad
táctil y que brinda abolición de reflejos, amnesia,
analgesia, hipnosis y relajación muscular.
En una palabra: anestesia. Gracias al médico Ramón Llull que
obtuvo el líquido volátil e inflamable que llamó ‘vitriolo
dulce’ aunque el mérito se lo llevó August Sigmund Frobenius,
químico inglés de origen alemán: el éter… pero la historia
de la anestesia, en sí, es demasiado larga como para daros
la lata, queridos e hipotéticos lectores.
Hoy no quiero escribir el habitual artículo crítico, quiero
escribir sobre una especie en extinción, que ahora resucita
cual Ave Fénix gracias a los medios digitales, que usan la
comunicación para indagar, discutir, hacer intercambios
múltiples de información y que permiten ampliar el espacio
de la comprensión propias de la dramaturgia contemporánea
con diálogos, triálogos (algunos escribe tridiálogos, aunque
yo creo que esta palabra es inventada) y “álogos” múltiples.
El contacto entre amigos o familiares comienza a fructificar
de manera expansiva gracias a los medios que tenemos a
disposición, medios digitales me refiero.
Amigos y familiares, que están alejados entre sí, contactan
rápidamente a través de las distintas plataformas digitales
interactivas, fomentando la comunicación en una especie de
escenario donde se representa el discurso diegético y
constituye una forma literaria propia del género
tragicómico.
Este contacto puede consistir desde una amable conversación
hasta una acalorada discusión sostenida entre los
interlocutores y que permite definir el carácter de los
mismos, las intenciones y el estado de sus ánimos… en
definitiva, lo que no se puede ver si no se usan cámaras web.
Suelo hacer uso de este concepto de comunicación digital con
mis amigos, con mi familia principalmente y, según la
tendencia, uso el diálogo platónico, que tiene como objetivo
hallar la verdad, y el diálogo lucianesco, en el que
predomina la intención satírica y el humor.
Verdaderamente no suelo usar el diálogo ciceroniano, que
posee una imagen bien realizada y cuyos temas preponderantes
son: el político, el judicial y el retórico. Este lo dejo
para mis artículos que en realidad son monólogos ¿no?
En las comunicaciones con mis familiares no solemos usar el
diálogo estructurado, preparado previamente, sino el diálogo
(triálogo o demás “álogos”) cotidiano o espontáneo que
muchas veces me dejan sensible en diversos aspectos –alegre,
apesadumbrado, contento, triste, etc.-, pero que me son de
una formidable ayuda y, además, una fuente de información
muy fiable.
Es magnífico iniciar un diálogo comenzando por la invocación
al amigo o familiar, con un simple saludo o llamar su
atención con que se da inicio al mismo, comenzando un tema y
el correspondiente intercambio de opiniones, introduciéndose
después nuevos temas con lo que se mantiene viva la
conversación escrita, en este caso.
Recientemente he mantenido un ‘triálogo’ con dos familiares,
a los que veo de manera esporádica, y cuyo contenido, al
finalizar, es digno de ser trasladado a un libro por la
pauta marcada entre los tres que participamos.
El recuerdo de familiares queridos copa el primer lugar de
nuestras ‘conversaciones’, seguido por la discusión sobre
vinos y el clamor de uno de ellos por el nombre que le
dieron… todo eso configura uno de los mejores guiones de la
vida misma, con ausencia de lo visceral en su aspecto
maligno, y predomina la amistad y el cariño. De otra forma
se habría cortado inmediatamente ¿Sí?
Como la mayoría de nosotros somos caballas, o bien
descendientes de caballas puros, solemos hacer acopio de
frases con alto grado de humor, aunque parezcan serias, y el
cachondeo suele irse por los Cerros de Úbeda cuando se
tratan de temas realmente serios e importantes.
El sentido del humor está muy arraigado en casi toda mi
familia y, en mi caso, cuando muestro estar irritado o
cabreado… no es más que puro teatro. Muy orgulloso estoy de
tener en mi familia muy buenos actores que, por
circunstancias de no viene al caso, no se dedicaron al cine
o al teatro de manera profesional.
Mi propio padre, hombre muy polifacético, fue un magnífico
actor de teatro que participó en la puesta en escena de
muchas obras y que encandilaba a la gente con su voz, voz
que daba a los diálogos un matiz increíble… tuvo que dejarlo
por razones familiares y vaya razones.
Como homenaje a este hombre, a mi padre, coloco una foto
suya cuando actuaba en el teatro, no recuerdo si en el
Cervantes o en el Apolo, con más hincapié en la formidable
ayuda que recibí de él para que pudiera valerme con los
diálogos, triálogos y demás “ólogos”
En fin, la vida sigue y yo también, aunque aún siento el
brazo izquierdo semidormido.
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