Es la marcha que va teniendo
nuestro país, desde tiempos remotos. Y es que, a lo largo de
la historia, no nos encontramos con un período de tiempo en
el que se nos vea como gentes serias y sencillas, honrados y
dedicados a cuidar de lo nuestro, sin “echar mano” de lo
ajeno.
Ya es curioso que el pícaro más famoso que se nos presenta
en El Lazarillo de Tormes, nos aparezca, simplemente, como
un niño que tiene que hacer travesuras para poder subsistir,
para poder escapar del hambre y los castigos de quienes
aparecían como sus protectores.
¿Es este el comienzo de nuestra razón de ser?. Si lo es,
será para encubrir a otros que más que ser honrados, en su
escala, eran truhanes y aprovechados de los desheredados.
Lázaro era un desheredado y, a lo sumo, un simple niño
atrevido que no se somete fielmente a la dureza de su
tiempo. Lázaro, para nada, tendría que ser condenado.
Un paso más largo y ya acercándose a lo que podemos vivir
hoy lo encontramos en el Guzmán de Alfarache, donde todo un
mocetón, casi un hombre ya, que debe saber lo que hace, ya
entra en terrenos pedregosos y se aprovecha de lo que a él
le pertenece, pero a otros pertenece más, mucho más. Aquí
tenemos ya un tipo, un antecedente de lo que vamos a
encontrar, al correr el tiempo, en los finales del siglo XX
y en el comienzo del XXI.
Y es que ya no encuentra uno el final de lo que es “jugar”
con lo de los demás, con la particularidad de que mientras
en los pícaros teníamos a gente desheredada, en nuestra
época aparecen más que como pícaros, salteadores, personas
que debieran cuidar y proteger lo de los demás.
Uno, en estos momentos, se pierde con las andanzas de los
Bárcenas, Urdangarín Roldán y una serie de políticos o
gentes cercanas a la política y a ciertos sindicatos que han
hecho de su capa un sayo y se han enriquecido a costa de los
demás. Auténticos sinvergüenzas, que se llevaron todo lo que
caía en sus manos y no devolvieron un euro.
La penúltima de las golfadas, porque cualquier día puede
aparecer otra más, nos la encontramos con el ex presidente
de la Geralidad de Cataluña, Jordi Pujol, que “muy
arrepentido” de sus actuaciones, sale ahora a la palestra,
reconociendo que su familia posee cuentas en paraísos
fiscales y pide “perdón” por ello.
Muy bien, eso del perdón, pero “las perras” ¿Cuándo van a
volver a España?.
Y no me extraña nada eso de Pujol, porque tantos años en el
poder, como si fuera un virrey más, le proporcionaba todo a
su mano para hacer “mangas y capirotes”, aunque ahora,
llevado por su hipocresía detestable, argumente que durante
los últimos 30 años “no ha encontrado el momento” para
regularizar la situación.
Es una desvergüenza que no sé por donde la pueden abordar
las leyes de nuestro país, especialmente cuando el ex
presidente catalán se declara único responsable y se pone “a
disposición de las autoridades tributarias y judiciales”.
Y ya es lamentable que la democracia que vivimos hoy haya
tenido, durante décadas, a este hombre como uno de los
baluartes de esta democracia. Y no es extraño, porque él
supo vender una imagen de sí mismo que era mera ficción, por
cuanto los apoyos constantes y continuos a los diversos
gobiernos se han ido saldando siempre con contrapartidas
que, en parte, irían a Cataluña y a alguna otra parte ...,
ahí queda ese perdón que pide Pujol, y cada uno puede
colocarlo junto a los pícaros o junto a los ... que quieran.
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