Las puertas del Banco de Alimentos de Ceuta se abren cada
día gracias a la labor de un equipo que, desde la sombra,
hace posible que miles de personas en la ciudad cuenten con
bolsas de alimentos básicos que les ayudan a subsistir y a
atravesar el duro bache de la crisis. Se trata de un equipo
humano de 15 personas compuesto en su mayoría por jubilados,
para los que este labor se ha convertido en un trabajo con
el que sentirse “útiles” para la sociedad, pero también hay
personas en paro como el caso de Manuel, que lleva seis años
sin trabajo y al que colaborar con el Banco de Alimentos le
ha servido para estar activo y no quedarse en casa a darle
vueltas a la cabeza, como el mismo reconoce. Hasta hace tres
años, el Banco de Alimentos dependía de Málaga y repartía la
comida que llegaba a las Cáritas, pero a finales de 2011,
Pedro Mariscal cogió las riendas de un proyecto que desde
entonces no ha dejado de crecer. Junto a él estaban cuatro
compañeros que, al recibir su llamada, no dudaron en
comprometerse con la iniciativa. Antonio Terrón, Lucio
Lázaro, José González y José Javier Naranjo se embarcaron en
este aventura y los tres últimos siguen en ella.
Para los voluntarios del Banco de Alimentos no hay horarios.
Por la mañana, las personas que se encargan de trabajos más
administrativos, desde en la sede del Polígono Virgen de
África, buscan diferentes vías para recoger cada día más
alimentos. En el último año el número de beneficiarios a los
que se destinan los alimentos recolectados por el banco se
han duplicado. Y es que, hasta hace dos meses la comida
llegaba a 3.470 personas y ahora se apoya a 5.115 ceutíes en
circunstancias extremas. Un apoyo que no se entiende sin la
labor de estos voluntarios.
En el almacén el trabajo es mucho más físico. Durante toda
la mañana, en el bajo de Loma Colmenar con el que cuenta el
Banco de Alimentos nadie para quieto. La comida que va
llegando se organiza de forma muy exhaustiva. Se mira, se
selecciona, se pesa, se coloca según su fecha de caducidad y
se reparte en zonas delimitadas en función de a qué Cáritas
o asociación van a ir finalmente los productos. Y es que, el
Banco de Alimentos no da directamente la comida a las
personas necesitadas, sino que lleva los alimentos a las
cinco asociaciones con las que colabora. Esto despierta en
algunos casos el pillaje y han detectado casos de personas
que recibían alimentos por dos asociaciones. Por ello, desde
el Banco de Alimentos han trabajado para cruzar las listas
de beneficiarios de las distintas organizaciones con las que
trabajan y han depurado hasta 300 duplicidades.
Situaciones extremas
En su día a día, los voluntarios del Banco de Alimentos se
encuentran con todo tipo de historias de personas a las que
no les queda nada y que recurren a ellos para tener lo más
básico: comida. Por ello, aunque su labor no es dar bolsas a
quienes llegan ante sus puertas, en algunas ocasiones
ofrecen algunos alimentos para paliar situaciones que
requieren urgencia y dar así un margen a las familias hasta
que se las registra como beneficiarias de este servicio en
alguna asociación o Cáritas. Cada vez son más las personas
que se encuentran en situaciones precarias. “La crisis va
acabando, pero sigue existiendo la misma necesidad o incluso
más y hay el mismo paro”, advierte Mariscal. El es
consciente de que la labor social que está llevando a cabo
el Banco de Alimentos es importante, pero sigue aspirando a
más. Ahora están pendientes de que se adecente una nave en
el puerto cuyo uso les ha cedido la Autoridad Portuaria. Así
podrán trasladar el almacén de Loma Colmenar hasta la zona
del puerto, contar con más espacio y recibir los alimentos
de forma más ágil ya que, los camiones que llegan desde la
península, descargarán mucho antes y con más facilidad en la
nueva ubicación.
Cuestiones como esta, a veces, se convierten en un
quebradero de cabeza. Los voluntarios cuentan como, para
ellos, este es un trabajo más con el que se sienten útiles
y, aunque no cobran, tienen una gran recompensa: la
satisfacción de poner su experiencia al servicio de los que
más lo necesitan. Y así lo cuenta Enrique Palomino, otro de
los colabores del Banco de Alimentos de Ceuta.
La solidaridad es la herramienta esencial para esta
organización. Sin ella, el Banco de Alimentos no saldría
adelante. Esta llega en forma de trabajo por parte de sus
voluntarios, pero también de alimentos que dona gente
anónima de forma habitual. Además, están las campañas de
recogida que se organizan a nivel nacional y en las que
Ceuta ha conseguido ser la que más kilos por habitante ha
recogido. La ciudad se ha convertido así en un ejemplo y en
la gran recogida que se celebró el pasado año en el mes de
noviembre se consiguieron alrededor de 45 toneladas. Ahora
ya se está trabajando en otra campaña y en Ceuta son
ambiciosos. “El reto es conseguir recoger un kilo por cada
habitante”, afirma Mariscal, lo que les pone un objetivo de
80.000 kilos de comida. Mientras, el otro gran objetivo
sería conseguir más voluntarios, porque siempre faltan
manos. Además, cualquier puede hacerse socio colaborador por
20 euros anuales. Cualquier ayuda es buena cuando se trata
de paliar el hambre el único requisito para sumar es ser
consciente de que “querer es poder”.
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