Lejos, sentimos el olvido de los mismos que nos obligaron a
emigrar para intentar vivir dignamente.
Lejos de nuestras familias, de nuestros amigos, de la parte
que no se reparte, en la izquierda adelante, donde no hay
espacio ni tiempo para el olvido. Ahí no hay dudas. Ellos
saben quiénes son y yo no temo su recuerdo.
Llegará el tiempo de elecciones, y entonces sí, se acordarán
de nosotros para volver a pedirnos el voto, nuestra
confianza hace tiempo ya perdida.
Hasta entonces, ni una mísera palabra de apoyo, ningún
gesto.
Cuentenles a mi vieja las charlas perdidas en la cocina, a
mi viejo que ya no volveremos a ver juntos esos partidos
eternos, cuéntenles a mi hija, a la que cada vez conozco
menos, todo el tiempo perdido.
No existe nada, repito, nada, que sustituya el abrazo
partido o su risa contagiosa.
Y para eso no existe escala real que mida mi rabia y mi
desprecio.
Al olvido se une la confusión creada...una ministra nos
llama aventureros y otro nos quitan la cobertura sanitaria.
Para ellos, solo somos españoles a la hora de votar.
Perdedores, una ciudad extraña, un país lejano, nos da al
menos la oportunidad de una derrota digna, meritorio empate
e incluso el sueño de pirricas victorias.
Lo que ya no soñamos es con regresar, hace tiempo que nos
negaron esa oportunidad.
Abazamos nuevos amigos, nuevas culturas y extrañas palabras.
Pero al contrario que nuestros políticos, no olvidamos.
No debemos ni podemos olvidar nuestros orígenes, no podemos
ni debemos olvidar a quien nos robo nuestros sueños y los
convirtió en pesadillas.
|