Buenos días, Ceuta
No sé si es casualidad, cosa que no creo, que Islam y Sión
sean sinónimos guerreros, de guerra, por cuanto lo que está
sucediendo en el mundo así lo aparenta.
Hubo un filósofo que se inventó esta frase “La paz perpetua
no es un concepto vacío, sino una idea que, mediante
soluciones graduales, se va acercando poco a poco hacía la
realización final”.
Esta frase no es más que un deseo por cuanto los conflictos
sangrientos están aumentando de manera alarmante para la
deshonra y decrepitud de la humanidad.
Gaza y Ucrania se llevan la palma seguidas por Irak, Siria,
Yemen, Afganistán, Pakistán, Nigeria, República
Centroafricana, república Democrática del Congo, Sudan del
Sur, Mali, Somalia, etc.
Salvo en Gaza y Ucrania, el resto de países tienen como
fundamento la religión islámica, guerras iniciadas por los
islamistas para imponer esa religión, en sus diferentes
facetas, en los países que conquistan o pretenden
conquistar.
No deseo globalizar el tema religioso pero las evidencias
están ahí y esto retrotrae nuestro pensamiento a un pasado
ya extinguido: las Cruzadas.
El auge del fundamentalismo islámico suple, con mucho, al ya
caído régimen comunista y las consecuencias de ello se
plasma en el número de víctimas, casi todas civiles, que no
tienen arte ni parte en esos conflictos.
El ojo por ojo y diente por diente de Israel hacía los
palestinos es tremendamente cruel. La enorme diferencia
entre los dos estados se distingue, entre otras cosas, por
el poder armamentístico de los israelíes y las ayudas
armamentísticas y económicas de los grandes capitales que
pretenden crear, en territorio palestino, una supuesta
especie de escudo ante el avance de los musulmanes. Esto del
asesinato a través del ejército solamente cabe en la mente
judía, tal vez en venganza y réplica por el Holocausto,
aunque con distinto enemigo.
El proselitismo islamista está apoyado, en su imposición a
la fuerza y con crueldad, bajo la amenaza de las armas y
además con fundamentos totalmente contrarios a los derechos
humanos y a las oportunidades de igualdad y respeto.
Todo esto me hace meditar, observando las manifestaciones
que se levantan en apoyo de Palestina, sobre la validez real
de ese apoyo y no se hagan manifestaciones en contra del
proselitismo islamista con base asesina. ¿Hay miedo?
Respeto cualquier religión existente porque sería imposible
erradicarla, pero no respeto a quien trate de imponerla por
la fuerza, bajo amenazas o chantajes, porque de esa manera
no es la religión la que quiere realmente imponer, sino un
sistema de dominio absoluto basado en sharias inventadas
para someter a la población, sobretodo femenina, a los
deseos de quién tome el mando más que a las verdaderas
intenciones de Alá.
Aceptar esa imposición religiosa sería aceptar el miedo, ya
desde el principio, de existir con una vida miserablemente
pobre y tremendamente sumisa.
Ningún dios que resida en el Olimpo de los Dioses -se llame
Alá, Buda, Jehová, Yavhe, Zeus y yo que sé cuantos más-
puede imponer la maldad del crimen en ninguna de sus
vertientes, para que crean en él. Esa maldad la impone el
propio ser humano y, actualmente, son los islamistas los que
destacan.
Los islamistas creen, ciegamente, que está con ellos Abou-Jaria
(Azrael) y así cometen toda clase de atrocidades por cuanto
la única educación que han recibido es esa: la fe ciega en
el Islam y que hay que imponerlo por la fuerza, sin pensar
en que matando se pierden fieles y se ganan infieles.
¿Cuándo comprenderán que no existe ningún paraíso?, ni mucho
menos celestial. Ni mucho menos al este del Edén, donde les
esperen supuestas huríes -con la condición de que mueran en
el campo de batalla o con bombas metidas en el agujero del
culo y explosionadas en un sacrificio autoinmolador
sangriento… ¿Cómo va a ir a ese supuesto paraíso con ese
alma a cuartos troceados?
Hasta el propio Alá, si existiera, se horrorizaría al
comprobar que parte de sus fieles le han entendido al revés.
De los israelíes, solamente puedo afirmar que tienen un
ejército asesino.
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