Buenos días, Ceuta. Estamos dentro
del agua, con el agua al cuello, en la playa donde disfruto
de mis vacaciones dentro de otras vacaciones, como escribo
varias veces, vacaciones eternas.
Antes estuvimos en las playas del Maresme, en Catalunya,
unos días disfrutando con la familia y los amigos, no
haciendo otra cosa que pasear sin poder bañarnos debido al
mal tiempo que hacía entonces.
Ahora que el sol luce en tierras catalanas, nadie se puede
bañar en esas mismas playas por la presencia de pequeños
tiburones de la especie tintorera (Prionace Glauca) que han
aparecido sobre las olas rompientes.
Creo que las tintoreras solo buscan a las caballas, no a las
mujeres caballas, a los arenques, a los meros y a los
calamares por lo que no veo motivo de alarma.
Aunque midan, por término medio, dos metros y medio no
suelen ser agresivas con los humanos a menos que se las
provoquen.
Para mí los tiburones peligrosos están en la política que
con sus fantasías terroristas estatales son peores que la
presencia de un auténtico tiburón blanco (Carcharodon
carcharias).
Nuestro Tribunal Constitucional (T.C.)… ¿qué clase de
institución es?, se supone que debe juzgar y velar por la
constitucionalidad de los actos de nuestros gobernantes y de
las decisiones parlamentarias en aras de la realidad
democrática.
Pero la realidad demuestra que, por ahora, ese Tribunal está
muy escorado a la derecha conservadora a juzgar por las
decisiones, varias, sobre la Reforma Laboral en relación a
los recursos que se van presentando porque se alteran con
demasiada frecuencia el modelo democrático de las relaciones
laborales, dando siempre la razón al empresario y
menoscabando los derechos de los trabajadores.
Las decisiones del Gobierno tomadas por la vía rápida por
concurrencia de supuestas circunstancias de extraordinaria y
urgente necesidad para legislar por decreto, fueron
recurridas una y otra vez, pero el T.C. considera que la
decisión del Gobierno no fue “ni abusiva ni arbitraria”.
Los tiburones blancos, los más voraces de su gama, alta
desde luego, suelen atacar directamente, mientras que los
tiburones con corbata suelen atacar de manera hipócrita y
con subterfugios que pillan desprevenidos a los ciudadanos
cuando creían ver llegar otra cosa.
A los ‘carcharodon carcharias’ se les descubren
inmediatamente que asoman su enorme aleta caudal, y gracias
a ello los humanos podemos salvarnos si tomamos decisiones a
tiempo, mientras que a los tiburones con corbata se les
suele descubrir mucho más tarde, cuando ya han clavado sus
dientes de manera inapelable, sin ni siquiera darnos tiempo
de pensar en una decisión defensiva.
Los tiburones blancos y los de otras familias siempre son
atraídos por lo sangre y movimientos extraños para sus
sentidos, mientras que a los tiburones de corbata solamente
les atrae el olor del dinero, del dinero fácil de conseguir
ante la indefensión de sus poseedores legales.
Solo se salvan de los tiburones de corbata otros tiburones
de corbata, tal vez porque sean más grandes que los primeros
o porque luzcan corbatas más lujosas.
En su mundo, el tiburón blanco tiene como enemigo mortal a
la orca, capaz de destrozarlo, mientras que en nuestro
mundo, el enemigo del tiburón de corbata suele ser el pueblo
que con sus manifestaciones reivindicativas pueden hacerlo
desaparecer.
Pero el tiburón de corbata cuenta con un aliado muy
poderoso: el Gobierno de turno y el T.C. que los ampara
contra viento y marea, poniendo a su disposición la ayuda de
fuerzas armadas contra las que poco puede hacer el pueblo.
Puede que de vez en cuando tire un leve mordisco a uno de
sus peones.
Los ‘mordiscos’ que tira el pueblo a esos peones suelen ser
de poca consideración, pero que las normas y protocolos de
los tiburones con corbata los engrandecen para que aparezcan
como víctimas de la barbarie del pueblo y con ello tener
justificante para seguir masacrándolo, tanto en sus derechos
como físicamente.
El abuso de poder está por todas partes, bien patente, y eso
de que la soberanía reside en el pueblo no deja de ser un
chiste malo, tan malo que se moriría de risa mi adorada
Cristina Pedroche.
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