El conflicto generado en la
jornada de ayer por los porteadores que mostraron su
malestar con los aduaneros y Fuerzas de Seguridad del Reino
de Marruecos en forma de episodios violentos contra los
agentes españoles de la frontera del Tarajal, es un nuevo
despropósito consecuencia de una aglomeración masiva de
varias miles de personas dispuestas a un asalto violento.
Este descontrol ha supuesto un conflicto en el que,
nuevamente, se han visto envueltas las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado españoles, que han sufrido la barbarie
de quienes arrojaban piedras y herido a 28 policías.
Hechos de esta naturaleza no han de repetirse porque el
tránsito fronterizo bien se sabe que obedece a los lógicos
controles de seguridad y nunca puede convertirse en un campo
sin vallar por razones obvias. Ahora bien, la frustración de
quienes intentan pasar a toda costa, no es asumible por la
zona fronteriza española, ya que la vigilancia que se presta
es una exigencia de control tan obligada como necesaria.
Emprenderla a pedradas en forma de lluvia (un camión se
llenó con las piedras recogidas en 600 metros), ni se puede
permitir ni es la forma de realizar “presión” para
transitar. Tal barbarie, ha de repelerse con contundencia,
porque el desorden público conlleva a otras esferas más
violentas y peligrosas que alcanzan otras cotas.
Ni se pueden ni se deben permitir que hechos de esta
naturaleza vuelvan a repetirse. La zona fronteriza no ha de
convertirse en un campo de batalla entre porteadores y
agentes policiales. La violencia hay que erradicarla de raíz
en evitación de males mayores. No caben contemplaciones
porque el caos jamás puede imperar por encima de la ley.
|