El rey Felipe VI emprende mañana lunes una visita oficial a
Marruecos en un momento en que las relaciones bilaterales se
encuentran a niveles excelentes en prácticamente todos los
ámbitos. El rey cumple una tradición no escrita, que siguen
también los presidentes de Gobierno y los ministros de
Asuntos Exteriores españoles, de elegir Marruecos como
primer Estado que visitan fuera de la Unión Europea, detalle
que estos días ha sido subrayado por todos los medios en
Marruecos.
Los reyes marroquíes -lo hacía Hasán II y lo hace su hijo
Mohamed VI- siempre han subrayado la particular sintonía que
les une con la Casa Real española, una sintonía que no se ha
perdido ni siquiera en los momentos más crispados de una
relación de vecinos entre los que no faltan contenciosos
históricos ni geográficos.
Los conflictos bilaterales “clásicos” ahora apenas son
noticia: por un lado, Marruecos tiene aparcada cualquier
reclamación sobre Ceuta y Melilla, y de hecho sus fuerzas
policiales contribuyen a proteger las fronteras terrestres
de ambas ciudades ante la creciente presión de la emigración
clandestina.
Cada asalto a las vallas de Ceuta y Melilla ha contado en
los últimos meses con la férrea actuación de la policía
marroquí para impedir el acceso al territorio español de los
emigrantes subsaharianos; más todavía, Marruecos ha
comenzado junto a Melilla la construcción de una valla de
refuerzo en su propio territorio.
Del mismo modo, España ha mostrado en los últimos años
cierta comprensión con las tesis marroquíes sobre el Sáhara
Occidental: aunque no haya variado su postura oficial de
“una solución mutuamente aceptable para las partes y bajo la
égida de la ONU”, sí ha dado su apoyo a Marruecos en el
momento más crítico de los últimos tiempos.
Ese momento se produjo en abril de 2013, cuando un proyecto
de Estados Unidos de introducir competencias de vigilancia
de los derechos humanos para la misión de la ONU en el
Sáhara chocó con el rechazo frontal marroquí, que consiguió
el apoyo de Francia y España para que EEUU finalmente
aparcase ese proyecto.
Marruecos y España parecen más preocupados ahora en
gestionar juntos dos de los grandes problemas
contemporáneos: la emigración clandestina y el radicalismo
yihadista, y la cooperación policial y de seguridad para
combatir estos fenómenos solo merece elogios mutuos en las
dos capitales.
En los últimos meses se han producido incluso intervenciones
policiales conjuntas (a nivel informativo y operativo)
contra células yihadistas que actúan a ambos lados de la
frontera, un nuevo paso que demuestra el alto nivel de
entendimiento, según resaltan las fuentes de ambos países.
En el ámbito económico, ya es un hecho consolidado que
España ha desbancado a Francia como primer exportador e
importador a Marruecos, y si bien faltan en el país magrebí
proyectos españoles de inversión millonaria, la presencia de
la empresa española está cada vez más diversificada.
En su última visita a Rabat, el ministro español de Asuntos
Exteriores, José Manuel García Margallo, convocó en la
embajada de España a los empresarios españoles para que
expusieran sus experiencias en el país magrezí, y casi todo
lo que escuchó fueron menajes optimistas, aunque también
entonces se evocase la cuestión de la relativa inseguridad
jurídica de las empresas.
Quedan entre España y Marruecos conflictos “menores” y con
un aire añejo, como los que se arrastran en agricultura y
pesca, ámbitos que, pese a ser de competencia europea, no
dejan de afectar ante todo a los pescadores y agricultores
españoles.
El acuerdo de pesca euro-marroquí está firmado y rubricado
en las instancias europeas y también por parte del
Parlamento marroquí, pero el rey Mohamed VI lleva cinco
meses sin firmarlo e impidiendo así el regreso a las aguas
marroquíes de 126 barcos europeos, en su mayoría españoles.
La razón no explícita pero que es un secreto a voces es el
enfado de Rabat por una nueva normativa europea que limita
la entrada de tomates marroquíes al mercado de la UE, y que
las últimas modificaciones europeas, supuestamente en el
sentido que Rabat desea, no acaban de satisfacer en esta
capital.
En cualquier caso, no es previsible que Felipe VI hable de
todas estas cuestiones en un viaje que se considera más que
todo protocolario y una primera toma de contacto entre los
dos reyes coetáneos que hasta ahora se habían tratado casi
como “primos”.
|