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OPINIÓN - VIERNES, 11 DE JULIO DE 2014

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Incendios
 


Quim Sarriá
opinion
@elpueblodeceuta.com
 

Buenos días, Ceuta. Desde la atalaya de mi terraza contemplo el incendio que se propaga por una pequeña colina del vecino municipio de Mijas-Costa, a unos 500 metros de distancia. Noto el fuerte olor de lo quemado, de hojas arbóreas chamuscadas que el fuerte viento norteño propaga por encima de la población y, por suerte, toma la autopista aérea hacía el mar y en una larga columna semi-horizontal se dirige a las costas de Málaga-capital, a unos 28 kms., evitando con ello que tengamos que evacuar nuestra vivienda. Este incendio ocurrió el pasado domingo y ahora otro incendio parecía amenazar con devastar buena parte del pequeño territorio de nuestra ciudad. La zona de este incendio es, a mi parecer, una zona de gran valor ecológico para nosotros, los caballas, y un rincón, enorme si se quiere, para el disfrute de la naturaleza.

Pero es, a la vez, una fuerte tentación para mentes especulativas por su privilegiada situación. Los incendios que ocurren en nuestro país, como el de García Aldave, son provocados realmente por la especie a la que llamamos humana, en múltiples aspecto de la provocación, por cuanto la madre naturaleza no es, por sí sola, capaz de provocarlo.

Aunque caliente el Sol más de la cuenta, la madre naturaleza tiene capacidad de contrarrestarlo. Si no fuera así, cientos de miles de áreas de campos con cebada, trigo, etc. se pondrían a arder sin remedio.

En este aspecto, las provocaciones suelen dividirse en dos partes: involuntarias y voluntarias, aquellas con ciertos matices como, por ejemplo, una colilla mal apagada puede provocar una pequeña incineración a su alrededor que no podría alcanzar proporciones enormes si no cuenta con la ayuda del viento y de otros materiales como el papel o el cartón que buena parte de la humanidad amontona en zonas de esparcimiento y ocio de nuestros bosques. Un rayo, que también es una provocación, realmente no podría iniciar un incendio, a menos que caiga sobre una gasolinera, porque suele venir acompañado de una buena regadera como es la lluvia. Aquí alabemos a la madre naturaleza por su sabia equidad.

Una de las provocaciones de incendios más elocuentes es la de los culos de botellas que buena parte de la humanidad no recoge, en sus excursiones campestres, después de haberlas vaciado.

El culo de una botella suele ser un arma perfecta para provocar un incendio al concentrar los rayos solares de diversos puntos y proyectarlos, como un rayo láser, en línea recta hacía determinados puntos del entorno con lo que produce un sobrecalentamiento imparable… pero dentro de un bosque es imposible habida cuenta de la cantidad de sombras y el movimiento solar, además sin viento ni objetos alimentadores por su alrededor, sólo provocaría un pequeño incendio que se extinguiría rápidamente, lo mismo que una colilla.

Por tanto, para que se produzca un incendio de grandes proporciones, éste debe haber sido iniciado en diversos puntos, en días con viento, con profusión de material que ayude a su propagación y en zonas de cierto interés especulativo.

Estos incendios sólo pueden ser obra de la mano humana, sea de manera despistada como de manera totalmente voluntaria, esta última la que más.

En muchos campos queman rastrojos, que cuidan mucho de que no se extiendan hacía lugares peligrosos, pero eso no es óbice para que se propaguen incendios en las llanuras por cuanto un cambio de viento lo hace impredecible. Así y todo, creo firmemente que los incendios son provocados, ahora bien, hallar al o a los culpables ya es otra cuestión porque siempre recae en el más tonto de la humanidad.

Por tanto lo que, a mi parecer, lo primero que se tendría que investigar es el interés especulativo de la zona incendiada averiguando quiénes están interesados, y no recientemente sino en tiempos pasados, por la misma, de ahí se podrían sacar unos cuantos hilos que llevarían al ovillo. El cómo se ha iniciado debe ser investigado con innumerables opciones sobre la mesa y no centrarse en una determinada y socorrida prueba, como por ejemplo la colilla de un cigarrillo, pretexto muy extendido en las declaraciones de las autoridades afanosas por aparecer en los medios de comunicación como salvadores de la patria. Si fuera una colilla, ésta prueba habría desaparecido completamente, porque sería la primera en ser incinerada hasta la última fibra de su boquilla, si es que la tenía.
 

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