Buenos días, Ceuta. Desde la
atalaya de mi terraza contemplo el incendio que se propaga
por una pequeña colina del vecino municipio de Mijas-Costa,
a unos 500 metros de distancia. Noto el fuerte olor de lo
quemado, de hojas arbóreas chamuscadas que el fuerte viento
norteño propaga por encima de la población y, por suerte,
toma la autopista aérea hacía el mar y en una larga columna
semi-horizontal se dirige a las costas de Málaga-capital, a
unos 28 kms., evitando con ello que tengamos que evacuar
nuestra vivienda. Este incendio ocurrió el pasado domingo y
ahora otro incendio parecía amenazar con devastar buena
parte del pequeño territorio de nuestra ciudad. La zona de
este incendio es, a mi parecer, una zona de gran valor
ecológico para nosotros, los caballas, y un rincón, enorme
si se quiere, para el disfrute de la naturaleza.
Pero es, a la vez, una fuerte tentación para mentes
especulativas por su privilegiada situación. Los incendios
que ocurren en nuestro país, como el de García Aldave, son
provocados realmente por la especie a la que llamamos
humana, en múltiples aspecto de la provocación, por cuanto
la madre naturaleza no es, por sí sola, capaz de provocarlo.
Aunque caliente el Sol más de la cuenta, la madre naturaleza
tiene capacidad de contrarrestarlo. Si no fuera así, cientos
de miles de áreas de campos con cebada, trigo, etc. se
pondrían a arder sin remedio.
En este aspecto, las provocaciones suelen dividirse en dos
partes: involuntarias y voluntarias, aquellas con ciertos
matices como, por ejemplo, una colilla mal apagada puede
provocar una pequeña incineración a su alrededor que no
podría alcanzar proporciones enormes si no cuenta con la
ayuda del viento y de otros materiales como el papel o el
cartón que buena parte de la humanidad amontona en zonas de
esparcimiento y ocio de nuestros bosques. Un rayo, que
también es una provocación, realmente no podría iniciar un
incendio, a menos que caiga sobre una gasolinera, porque
suele venir acompañado de una buena regadera como es la
lluvia. Aquí alabemos a la madre naturaleza por su sabia
equidad.
Una de las provocaciones de incendios más elocuentes es la
de los culos de botellas que buena parte de la humanidad no
recoge, en sus excursiones campestres, después de haberlas
vaciado.
El culo de una botella suele ser un arma perfecta para
provocar un incendio al concentrar los rayos solares de
diversos puntos y proyectarlos, como un rayo láser, en línea
recta hacía determinados puntos del entorno con lo que
produce un sobrecalentamiento imparable… pero dentro de un
bosque es imposible habida cuenta de la cantidad de sombras
y el movimiento solar, además sin viento ni objetos
alimentadores por su alrededor, sólo provocaría un pequeño
incendio que se extinguiría rápidamente, lo mismo que una
colilla.
Por tanto, para que se produzca un incendio de grandes
proporciones, éste debe haber sido iniciado en diversos
puntos, en días con viento, con profusión de material que
ayude a su propagación y en zonas de cierto interés
especulativo.
Estos incendios sólo pueden ser obra de la mano humana, sea
de manera despistada como de manera totalmente voluntaria,
esta última la que más.
En muchos campos queman rastrojos, que cuidan mucho de que
no se extiendan hacía lugares peligrosos, pero eso no es
óbice para que se propaguen incendios en las llanuras por
cuanto un cambio de viento lo hace impredecible. Así y todo,
creo firmemente que los incendios son provocados, ahora
bien, hallar al o a los culpables ya es otra cuestión porque
siempre recae en el más tonto de la humanidad.
Por tanto lo que, a mi parecer, lo primero que se tendría
que investigar es el interés especulativo de la zona
incendiada averiguando quiénes están interesados, y no
recientemente sino en tiempos pasados, por la misma, de ahí
se podrían sacar unos cuantos hilos que llevarían al ovillo.
El cómo se ha iniciado debe ser investigado con innumerables
opciones sobre la mesa y no centrarse en una determinada y
socorrida prueba, como por ejemplo la colilla de un
cigarrillo, pretexto muy extendido en las declaraciones de
las autoridades afanosas por aparecer en los medios de
comunicación como salvadores de la patria. Si fuera una
colilla, ésta prueba habría desaparecido completamente,
porque sería la primera en ser incinerada hasta la última
fibra de su boquilla, si es que la tenía.
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