El Gobierno observa, cada vez en mayor medida, riesgos de
que las cárceles sean utilizadas no solo como centros de
reclutamiento y adoctrinamiento de yihadistas entre la
población reclusa procedente de países de mayoría musulmana,
sino también como bases desde las que diseñar o preparar
atentados terroristas. Por ello, el Ministerio del Interior
va a poner en marcha en los próximos días un programa
actualizado para detectar y prevenir procesos de
radicalización en los centros penitenciarios. Un plan que
será referente en Europa.
Muchos fundamentalistas han aprovechado la estancia en la
cárcel para aumentar su integrismo y, otros, condenados por
delitos comunes, han terminado por ser captados al servicio
de la yihad. El programa pretende por tanto controlar a unos
y otros y detectar signos de radicalización de manera
precoz. No siempre es fácil, ya que se trata de procesos
internos, discretos. Ello exige la implicación de los
funcionarios de prisiones, que van a disponer de manuales
con una serie de indicios que permitan detectar a tiempo la
amenaza. Por ejemplo, puede ser un indicio que reclusos
procedentes de países de mayoría musulmana, que no eran
practicantes, comiencen a asumir de manera rigurosa el
Islam. Y vean, así, como elementos impuros la televisión, la
música...
Victimismo
Las continuas manifestaciones relativas a que son víctimas
de Occidente y que los gobernantes tienen la culpa de su
precaria situación, es otro indicio. Como el que poco a poco
comiencen a mostrar interés por atentados yihadistas y
admiración por algunos de los líderes que los promueven.
Sería también motivo de vigilancia que muestren creciente
interés por su formación física y desarrollen destrezas que
pueden serles útiles más tarde como futuros combatientes.
También, participar en actividades dirigidas a afianzar la
cohesión de grupo con otros presos. O buscar iniciativas
para impulsar la oración colectiva. Incluso seleccionar a
sus propios líderes espirituales, hasta el punto de que
cuando no les agrada el imán autorizado, maniobrar para
alejarle del grupo, a fin de que sea sustituido por uno de
confianza.
Alfombra para el rezo
Hay otros indicios basados en la apariencia física: Pelo
corto, bigote rasurado y barba larga. A veces llevan una
señal en la frente. Visten ropa específica para el rezo, que
tratan de preservar del contacto con la gente, zonas o
enseres impuros (el patio de la cárcel, los «infieles»). Y
el resto de la jornada utilizan la indumentaria tradicional
árabe. La celda la conservan siempre limpia y en ella tienen
una alfombra para el rezo, que guardan cuidadosamente en
lugar adecuado o la usan para cubrir el aparato de
televisión. Poseen al menos un ejemplar del Corán que
protegen e impiden a los funcionarios que lo toquen. Manejan
publicaciones de inspiración «wahabista». Algunos no tienen
reparo en exhibir en la celda carteles con líderes
integristas. Otros indicios pueden ser que, además del
Ramadán, hagan otros ayunos o que su reloj disponga de
alarma para programar las horas de rezo -hasta cinco
oraciones diarias-. En muchas ocasiones exigen comida
vegetariana porque no se fían de que la adaptada para los
musulmanes haya sido preparada conforme a sus ritos o
instrumental.
En el manual para los funcionarios figuran también indicios
basados en el comportamiento, que habrán de ser tenidos en
cuenta. Hacen juicios sobre la actitud de otros musulmanes,
se enfrentan a otras interpretaciones del Islam, e incluso
llegan a insultar, amenazar o agredir a musulmanes que no
practiquen la religión y en ocasiones les obligan a
participar en sus rituales. Y protagonizan conflictos con
las mujeres que trabajan en la prisión.
Del comportamiento que mantienen con sus familiares también
pueden resultar indicios Por ejemplo, cuando en sus visitas
les emplazan continuamente a practicar el rezo. Piden que
los menores vayan a escuelas coránicas y los mayores, a las
mezquitas. También, les obligan a recitar y escuchar el
saludo musulmán. Buscan en los medios de comunicación
noticias relacionadas con el terrorismo yihadista. Y en las
comunicaciones con sus familiares en las cartas reiteran que
Occidente está corrompido y margina a los musulmanes.
Factores de radicalización
El Plan, en base a la experiencia acumulada, considera que
la alta concentración de presos musulmanes procedentes del
Magreb contribuye al extremismo. También, la excesiva
permisividad hacia determinados individuos que han querido
imponer sus propios imanes o traductores en prisión. Otro
caldo de cultivo es la permanente alusión en los mensajes
yihadistas a reivindicaciones como Al Andalus, la
«reconquista» de Ceuta y Melilla, o la visión de España como
«país colonial». La sensación de desarraigo social, que se
acrecienta en la cárcel, y la religión como fórmula que lo
palia, son otros factores de riesgo. En los últimos años se
ha detectado que muchos internos procedentes de países
musulmanes, que no eran practicantes, han asumido el Islam
en su versión más dura. Desde Interior se considera materia
urgente actualizar este Plan de prevención del
fundamentalismo porque constituye una amenaza para la
seguridad nacional. Existe riesgo de que yihadistas que
cumplen condena o están a la espera de juicio planifiquen
atentados desde prisión. También hay riesgo de fuga con el
apoyo de una estructura en el exterior. Si no se detectan
estos focos de radicalización para sofocarlos de raíz, cabe
la posibilidad de que los islamistas se sientan impunes para
cohesionar su grupo, integrar a otros reclusos y asuman
códigos internos cada vez más alarmantes. Al elaborar el
Plan, se ha tenido en cuenta que los yihadistas en prisión
puedan entorpecer los procesos judiciales que tienen
pendientes, con la presión y amenaza a testigos... Y, de la
misma forma, si se extiende el fundamentalismo en prisión,
puede suponer también una amenaza para los propios
funcionarios o la posibilidad de que organicen motines y
revueltas.
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