Volver sobre los pasos de uno conlleva una carga de
nostalgia, quieras que no, que se adentra en la memoria
aflorando recuerdos imborrables. Mientras paro un momento en
mi viaje, para tomar un café, salta mi mente para evaluar en
un santiamén partes de mi vida. Entre sorbo y sorbo del
fuerte café, que me tomo en un bar de Jumilla, desfila ante
la vista de mis neuronas momentos agridulces de mi paso por
la Casa de Ceuta en Barcelona, de mis charlas con los Jesús,
José, Julio, Rafa, África, Beatriz, María, etc., de las
actividades que realizaba, de las asistencias a actos
públicos -desde religiosos hasta políticos-, las
inolvidables cenas, comidas y demás…
Pasa, una y otra vez, ante mí las escenas de la inolvidable
cena de gala en la que la Casa de Ceuta en Barcelona, de
manos de Rafael Corral, me hace entrega de la Caballa de Oro
con la que me apuntalaba eternamente a mi querida tierra,
como un esfuerzo simbólico para que nunca me olvide de
ellos, ni de la Casa, ni de Ceuta.
Cerré mi mente, no sea que mi familia, que me acompaña en el
viaje, se confunda y me crea paranoico, pero más que nada
por evitar un accidente al estar divagando por el espacio y
el tiempo sin atender la carretera.
Nada más llegar a Barcelona y después de saludar a la
familia, paso directamente a visitar la Casa de Ceuta donde
me encuentro con los viejos amigos que siguen acordándose de
mí, menos mal, y con los que tomo unas manzanillas que saben
a gloria.
El abrazo con el presidente, Rafa Corral, es de época,
abrazo que ya no se destilan en estos tiempos de tanto
móvil, Iphone, Ipod, etc., aunque he de confesar que no fue
el único abrazo: todos los caballas de la Casa, desde Julio
Carmona, Pepe Vera, Moreno, etc. me abrazaron con la misma
fuerza de antaño, no menciono a todos porque sería muy largo
y más parecería una lista de candidatos a las elecciones que
un escrito.
Tengo la suerte de haber recalado este sábado, 21 de junio,
en la Casa porque este día celebran una especie de festival
de baile flamenco con un ambiente festivo que siempre me ha
agradado, amenizado por la manzanilla y las buenas tapas que
las cocineras de la casa hacen para el momento, y si también
han sido los cocineros, bueno que no se ofendan también para
ellos mi enhorabuena.
Hablo con Rafa sobre la situación respectiva y aprovechando
un momento, le pido un favor que no duda en concedérmelo, es
cojonudo este tío aunque habla más que el Iker ese de la
Cuatro con sus paranoicas apariciones fantasmales y de
Ovnis, si hombre, el del ‘Milenium’ ese.
En la sala de la Junta me reúno con el secretario, el eterno
Julio Carmona, y hablamos de muchas cosas, sobre todo del
periódico y de la situación de la Casa en estos tiempos de
crisis.
Aprovecho para saludar también a las bellas damas caballas,
ausentes de Ceuta desde no sé cuánto tiempo, y que siguen
tan guapas como siempre y trabajando para la Casa.
El local se encuentra casi a tope con 80 personas –dato
ofrecido por Rafa, del que doy fe- esperando el espectáculo
que denominan “Baile Español” mientras Manolo, desde el
mostrador del bar, se encarga de distribuir bebidas y tapas
a mogollón.
Comienza el espectáculo con la actuación del grupo de la
Casa de Ceuta en Barcelona “Aires caballas”, compuesto por
Beatriz Rejano, Charo González, Fali Sánchez, Esperanza
Borja, Petri Merino, Ana Domínguez y Charo Vidal bajo la
dirección del maestro Andrés Naterro.
Unos pasos de baile español bastantes compenetrados y bien
realizados, que representa la larga experiencia de estas
mujeres caballas en el difícil arte de coordinar los brazos
y piernas al unísono sin olvidar los ondulantes movimientos
de sus cuerpos, que siguen presentando signos de la lozana
juventud, y que cosecharon fuertes aplausos de la
concurrencia.
Son, realmente, fans de la copla y de otras modalidades
musicales, y aunque no son profesionales hay veces en que se
sienten como tales y lo demuestran con el arte y poderío de
sus movimientos.
Después salió al escenario el grupo del Centro Cívico de
Riera Blanca, compuesto por Rosa Cubero, Laia Vázquez, Sara
Ruiz, Lo Wang, Roser Kets, Tuth Costa, Gloria Albarrán,
Begoña González y Caridad Galán con Andrés Naterro.
Mostraron muy buena realización, siempre bajo los
movimientos mágicos del bailarín Andrés –profesor de la
escuela de danza de la Casa de Ceuta- y realizaron puestas
en escena del baile español.
Se ganaron al público asistente con sus actuaciones, sobre
todo cuando sale el maestro Naterro acompañado por una de
las bailarinas y ofrece al respetable una serie soberbia de
su largo repertorio.
El baile español suele identificarse habitualmente con el
baile flamenco, aunque no se identifica de forma estricta
con el mismo.
La idea del baile español suele acompañarse de imágenes de
un rasgueo de guitarra, taconeo y brillantes trajes y mucha
gente establece esta conexión inmediata entre el país y el
flamenco es, en realidad, un amplio número de bailes
tradicionales de las distintas regiones del país que tiene
sus características propias de comunicación y expresión
personal.
Estas demostraciones quedaron patentes en los movimientos
sincronizados de ambos grupos y del maestro, en particular,
demostrando una vez más la honda afición de un grupo de
personas por el baile.
Tenía previsto hacer entrevistas al profesor Naterro y al
representante del Grupo de riera Blanca, pero por cuestiones
ajenas y que no vienen al caso tuve que desistir.
En fin, un sábado pasado tan bien como suelen pasar los
sábados en la Casa de Ceuta en Barcelona y una velada de
baile español amenizada con las ricas tapas que las señoras,
y algún que otro señor, prodigan en la cocina con sus
excelentes dotes que no tienen nada que envidiar a las de
Adríà Ferrán.
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