La Federación Provincial de Asociación de Vecinos se ha
convertido en un polvorín. Desde las controvertidas
elecciones del 2 de mayo, en las que se originó una ruptura
total entre dos grupos, apoyados cada uno de ellos por dos
consejeros del Gobierno de Vivas que andan a la greña, lo
cierto es que el desarrollo de los acontecimientos han
estado marcados por las desavenencias.
El último episodio, los trabajos de las Brigadas Verdes
(dependientes de la federación de Asociaciones de Vecinos),
desarrollados en una propiedad privada, ha desatado, no sólo
la denuncia pública de la diputada no adscrita, Fatima Hamed,
sino del propio sector crítico que ha encontrado un momento
propicio para deteriorar la imagen y gestión del actual
presidente y del gerente de las Brigadas Verdes.
Partiendo de la base de la justificada denuncia de la
política de la oposición, Fatima Hamed (muy activa y
destacada últimamente en visitas a barriadas), en su
legítimo derecho y obligación de criticar y denunciar cuanto
no se ajuste a la legalidad, no es menos cierto que detrás
de todo este asunto se esconde la labor de desgaste de la
actual Junta Directiva, que los “críticos” vienen
ejerciendo, basándose en aprovechar la corriente, en este
caso en relación con la utilización de los recursos públicos
en un cometido privado.
Sin embargo, no es ético querer ganar con las cartas
marcadas. Poner el grito en el cielo y rasgarse las
vestiduras por la recogida de broza en una finca privada
que, si nos apuran mucho, es también una forma de evitar los
riesgos de un posible incendio en verano, y mirar para otro
lado ante la falta de criterios selectivos o de una fórmula
de selección para otorgar los puestos de trabajo en las
Brigadas Verdes, es de una hipocresía y un cinismo
mayúsculo.
Si es de vergüenza y un abuso tremendo utilizar los bienes y
los recursos públicos para una finalidad privada, ¿cómo se
califica colocacar ‘a dedo’ a más de cien personas con ese
mismo dinero público? Que se sepa, son esos mismos fondos
públicos los destinados a los sueldos de quienes tienen la
suerte de ocupar un puesto de trabajo en las Brigadas
Verdes, pero nadie ha dicho nada hasta ahora. Solo se apunta
al gerente de las Brigadas, el eslabón más débil de la
cadena.
Si los hay que se erigen en defensores acérrimos del dinero
público, ¿por qué no denuncian en razón a qué criterios se
lograr la colocación y el sueldo de carácter público, ya que
proviene de la subvención de cuatro millones que recibe de
la Ciudad Autónoma de Ceuta la Federación de Asociaciones de
Vecinos? ¿Quién decide quién entra a trabajar y quién no? La
realidad es que esto no interesa a nadie, porque aquí están
todos ‘pringaos’ y los vínculos familiares de muchos de los
empleados con integrantes de Asociaciones de Vecinos e
incluso con miembros de partidos políticos es sorprendente.
Hay que reclamar el rigor, la transparencia y la crítica a
todo lo que no esté claro o pueda despertar cualquier
sospecha de arbitrariedad o favoritismo cuando hay dinero
público de por medio. Pero no cabe quedarse en la anécdota.
Los ‘críticos’ deben profundizar mucho más allá para
fiscalizar un montante económico, cuyas contrataciones se
desconocen en función de qué criterios se establecen. Cuando
lo hagan tendrá credibilidad, mientras juegan con cartas
marcadas.
|