Tesoreros de imágenes Al contrario que los atrapa sueños,
los atrapa imágenes atesoran lo hermoso del instante, con
mimo, como si fuera un verso, ya que en La Perla ningún
amanecer, ningún anochecer es igual a otro. Ninguna causa,
ninguna razón sería suficiente para renunciar al encuentro.
Así nació, comenzó a formarse con un granito de arena el
grupo “La Perla del Mediterráneo”. Uniéndose a ConoceCeuta
salieron a compartir estas aventuras que se convertirán en
leyendas. Los tesoreros de imágenes no se ocultan, pero no
se exhiben. Deliberadamente los artistas nos instan a
recorrer otra oscuridad, otra cara de la noche más a retener
en las retinas y el corazón, un elogio retorico más sobre
Ceuta, translucen los rastros de las auras que puede que
parezcan tenues, pero no indescifrables. Surge la normal
respiración del captador de imágenes, puede parecer un acto
anómalo, -el acto detenido-, atesorando antiguos paisajes,
los más calmos o los más salvajes. Corren con dulzura de un
lado a otro y se incorporan sin ruido a la siguiente toma,
no sin antes dedicarte una sonrisa, un mimo, un acurruco
para la fría noche que te envuelve como abrazos de franela.
Y los degustadores del satélite de plata, pedían un
anochecer lento, -acuentagotas- para de esta manera, cada
cual, ir guardando en la alforja de la mirada el instante.
Con una tesitura tersa - la luna-, orgullosa y atiborrada de
belleza, delicadamente modelaba coqueta para los flases.
¡La mañana: Café, bizcocho, magdalenas y amigos que
reconfortan el corazón con el calor de la hospitalidad. Toda
una pirámide de emociones hacen que se levante tu mejor tú,
mi mejor yo. Despierta el día en Ceuta donde se puede
comenzar a intuir, altivo por merecimiento, como se alza con
orgullo ese foso de piedra donde ondea un estandarte. Esta
tierra donde a un amanecer, puede salvarle un ejército de
nubes de color grisáceo que anuncian retirada. El día
royendo con aire goloso los brotes más tiernos, susurra
esplendido, /delicado equilibrio de la naturaleza /. El
amanecer mudo como un obelisco, un rumor de alas a la caza
del aroma de la mañana y los trípodes, con las patas
temblorosas, contemplan el cielo en busca de astros que
nunca descansan. Por el bosque del cielo, manadas de nubes
galopan para dar paso al astro de la mañana, ¿qué más se
puede pedir en la vida? (Cada uno en idioma ajeno al otro,
retiene imágenes, las cámaras besan con barbarie a la musa
al mediodía, algo que retener para mi pluma, para mi
biblioteca ilimitada de yoes). Un favor del azar me llevo a
La Perla, argüí que no era mínima la cantidad de auras a
tratar y entre la difusión de la noche y de la mañana, se ha
producido en nosotros una elegante esperanza de nuevo
encuentro. /Lo demás, lo imprescindible, lo que no se ve a
ojo desnudo está en la memoria y en el sentimiento/.
|