Hace un cuarto de siglo, el día de San Juan bautista, en un
pequeño pueblo de Castilla, Villaprobedo, era el momento
para la uva madurada por los suaves rayos dorados del
Espíritu Santo. Era tiempo de cosecha, y todos se
engalanaron para recoger aquel fruto más preciado que sin
duda daría el mejor vino de esa añada. En la villa, no eran
las fiestas de San Sebastián, su patrón, ni había la
tradicional merienda al final de la tarde, pero un paisano
de ese pueblo castellano era ordenado sacerdote agustino en
la catedral de Palencia. La familia, engalanada y alborozada
por tan preciado don; los amigos, todos contentos de poder
besar las manos del nuevo sacerdote. Han pasado 25 años de
esa cosecha, la uva se ha transformado en vino, madurando en
los mejores barriles de roble, y el joven “tempranillo” se
ha transformado en el mejor “gran reserva”. El pasado 24 de
junio, día de la natividad del bautista, se cumplieron las
bodas de plata de aquel acontecimiento, mirado con gozo por
la Virgen de los Remedios. Muchas felicidades Isidro. No te
preocupes por la lejanía, que todos tus paisanos se ha unido
de nuevo a tu fiesta, dando gracias a Dios siempre con
alegría, por esta nueva cosecha del prematuro estío, por ese
regalo divino de la nueva vida sacerdotal del joven Isidro
que ha madurado y mejorado con el tiempo como los mejores
vinos de Arlanza. Bajo la bendición de la Virgen palentina
de la Calle, con los ojos puestos en Jesús, y la mente en el
legado agustiniano, siempre con la mirada al frente, el
nuevo catecúmeno fue creciendo en humildad y sabiduría. Con
el gozo de darlo todo al servicio de los demás, sin
guardarse las fuerzas para el mañana, dando siempre un paso
al frente y sin mirar atrás, Isidro lo dejo todo y siguió al
nazareno. Bebiendo siempre de la fuente de la creatividad
del Doctor de la Gracia, con el apoyo de sus compañeros
agustinos, se entregó en cuerpo y alma a sus alumnos, esos
pequeños “diablos” que, sin duda, le han encomendado las
misiones más difíciles que ha tenido en su vida.
¡Felicidades por su aniversario! Los peregrinos agustinos
nos unimos a él en ese día bautismal para dar gracias a Dios
por los dones con los que le ha colmado, para celebrar el
cumplimiento de esa difícil tarea de servir a los demás que
le había encomendado el dueño del viñedo. ¡Cuántas viñas de
amor has sembrado en su camino! ¡Cuánto ha recibido de las
comunidades cristianas en las que ha sembrado sus mejores
cepas de uva! ¡Cuánto camino recorrido como eterno peregrino
agustino en el seguimiento incondicional a Jesús! Padre
Isidro Labrador De la Parte, no se detengas en su caminar
¡Cuántas “partes” de los inmensos viñedos de uva de Dios le
quedan todavía por “labrar”! Cuántos campos baldíos le
quedan todavía por sembrar! Sigue bebiendo del fruto de la
vid, que es la sangre de Cristo, que emana, fluye y corre
por sus venas, para que su pozo ciego de amor siempre tenga
agua de vida que dar al sediento. Sigue participando en esa
cena que cautiva, recrea y enamora, sigue alimentándote con
ese pan bendito, fruto del trabajo del hombre, para que
puedas partir y compartir siempre el cuerpo de Cristo con
los más débiles y necesitados, con los más hambrientos.
¡Ánimo, Padre, peregrino, hermano, compañero y amigo! Todos
los hermanos de la comunidad agustiniana en Ceuta, y todas
esa piedras vivas paulinas que formamos parte de esa eterna
iglesia “cerrada” de San Francisco, propagaremos el eco de
nuestras felicitaciones más sinceras, que llegará sin duda
alguna a ese pueblo de la Castilla de Machado, al monasterio
de la Vid, y a tantos sitios donde tiene hermanos y amigos
que le recuerdan y le quieren. El pasado martes, ante la
atenta mirada de nuestra Madre de los Remedios, tu SÍ
renovado a Dios misericordioso nos llenó de alegría y de
gozo. ¡Muchas Gracias Padre Isidro por su nuevo compromiso!
La lectura de los textos bíblicos que narran el nacimiento y
la vida de Juan el Bautista fueron el preludio de la
entrañable homilía del Padre Isidro. La palabra escrita de
Dios nos abrió el camino para entender mejor la identidad y
la misión de su sacerdocio. El auténtico sacerdote es
sacramento y prolongación de Cristo en el hombre, es el
único camino de servicio a los demás. Tengo que reconocer,
me impresionó esa frase pronunciada por él prior durante la
homilía, «yo no soy nadie sin el que viene detrás de mí, ese
que me empuja, me anima y me compromete. El sacerdote es la
voluntad de Cristo, pues solo actúa en su nombre».
Me dio la impresión Padre Isidro que cuando más se vive la
vida sacerdotal bajo el mensaje de San Agustín, el
conocimiento se trasforma en un continuo desafío, el
estremecimiento del reto se convierte en abismo de amor, el
miedo en alegría, y el trabajo en agradecimiento. Por ello,
sólo desde el poder del servicio a los demás, sólo desde el
Magníficat, se acaba aceptando el misterio y la gracia que
comporta y compromete la auténtica vocación sacerdotal. Solo
con la humildad hacia los demás, mostrada por el servicio,
hace tomar conciencia efectiva y viva de su verdadera
identidad y grandeza como persona, esa grandeza que solo
Dios le ha confiado al Padre Isidro, para que sus benditas
manos sean el instrumento que nos moldee a nosotros, sus
feligreses, esas humildes y pobres vasijas de barro siempre
frágiles e inacabadas.
Lleno hasta la bandera en una entrañable celebración colmada
de amigos, felicitaciones y bendiciones. Desde mi modesto
entender, solo hubo dos ausencias injustificables, la
primera el sonido de las nuevas campanas de San Francisco,
anunciantes de la buena nueva, pues la ceremonia tuvo que
ser realizar en la parroquia de los Remedios, y no en la que
es coadjutor principal, como sin duda hubiera sido su deseo,
aunque él, en ningún momento hizo alusión al tema, que yo
solo me atribuyo, ni entró en este fácil y cómodo comentario
ante un foro favorable. Por eso no se preocupe Pater, que si
Dios nos conserva la salud y las fuerzas para luchar en la
vida, estaremos todos en San Francisco para celebrar sus
bodas de oro. La segunda ausencia fue el vicario general,
Juan José Mateos, que probablemente en esos momentos estaba
más ocupado que nunca “apoyando, como siempre,
incondicionalmente” a la mesa permanente del Consejo de
Hermandades y Cofradías en su duro trance, misión sin duda
de mayor importancia que ser testigo público de un evento
que no se celebra todos los días precisamente. ¿Dónde estuvo
la manifestación testimonial de esa supuesta amistad? ¿Dónde
estuvo esa empatía sacerdotal? Una pena, pero como dice el
famoso refrán castellano, «no se pueden pedir peras al
olmo».
El Padre Isidro, agradeció al Señor por ser elegido, por
este don maravilloso e inmaculado, siempre inmerecido para
el ser humano, pero que, por la infinita gracia y
misericordia de Dios, es capaz de donarlo al ser humano.
Creo que, al reflexionar públicamente sobre su vida, al
recordar estos 25 años de servicio a Dios, pienso que ha
comenzado a mirar la vida de un modo distinto. Recordó
algunas anécdotas, como las palabras del obispo de Palencia,
que al concederle el sacramento del sacerdocio, le insinuó
pasarse a sus filas diciéndole: «Son muchos los curas
agustinos, y pocos los diocesanos». Pero a Isidro, la
vocación agustina le venía con la sangre de su tío,
recientemente fallecido. Son muchas las cosas que, sin duda,
este sacerdote ha vivido durante estos 25 años; muchas
alegrías, también algunos momentos de tristeza, y desengaño,
de dolor, de angustia, o desprecio, pero sobre todo, al
celebrar estos 25 años, nos ha mostrado su infinito
agradecimiento a Dios por haberse fijado en su humilde
persona para su causa.
Al escuchar su homilía comprobamos que en este sacerdote, la
mejor bendición, mejor la catequesis, la mejor conversación,
la mejor iniciativa, el mejor plan pastoral, la mejor
plática, ha sido el poder que emana de su incondicional
servicio a los demás durante estos 25 años. Ese poder
comprometido al repartir el amor en la mesa de los
sacramentos, en el púlpito de la oratoria, en la cátedra de
su priorado, en el areópago de la palabra, pero sobre todo
en el servicio humilde, misericordioso, suave pero firme de
su pastoreo. Durante su homilía el Padre Isidro nos confesó
que, según han ido pasando los años, se ha ido convenciendo
que la clave del sacerdocio no es otra que el servicio a los
demás, ese es el auténtico poder del sacerdocio. Por ello,
el consagrado debe ser testigo de Dios mediante su continuo
poder de servicio a los demás. De ahí, la necesidad de una,
intensiva y comprometida vida de entrega a Dios por medio de
la ayuda a los demás. El sacerdote agustino, dijo que no es
nada ni nadie sin Jesucristo, y sin el legado del Doctor de
la Gracia. Está aquí solo para servir con amor, para
predicar un amor de Dios, donde es testigo en primera
persona, una forma de amar donde la verdadera medida del
amor es un amor sin medida. En sus palabras, el Padre Isidro
nos dijo que no hay nada más importante y más decisivo en la
vida que servir a los demás, y que el sacerdote está llamado
a ser especialista en esta servidumbre incondicional. Del
primer servidor de Cristo, de su último profeta, del
servicio a los demás mediante el bautismo nos hablaba Isidro
de San Juan en su fiesta de natividad.
El Padre Isidro siempre ha estado con nosotros en el camino
agustino. Su constante peregrinación nace de sí mismo y de
sus seguridades. Eso se percibe y se trasmite no solo en las
palabras de su homilía, sino en su quehacer diario. En estos
25 últimos años se ha arriesgado en el trazado de distintos
caminos agustinos que conducen a Dios. Pues aunque siempre
amenace la incertidumbre del destino, la borrasca, la nieve,
el viento o el frío de un invierno cansino que parece que
nunca acaba, la primavera siempre llega, y también la
cosecha del solsticio del estío para el que ha sabido
labrar, sembrar, abonar, regar y esperar el divino fruto de
las viñas del Señor. Gracias Padre Isidro por su permanente
compañía y guía espiritual a sus feligreses, sus amigos, que
gracias a él nos hemos desposeído de nuestras certezas,
autosuficiencias y comodidades. Pues ya lo dijo el poeta
sevillano adoptado en Castilla, «caminante no hay camino, el
camino se hace al andar». Mi más sincera felicitaciones a un
agustino comprometido en sus 25 años de camino sacerdotal,
que con su trabajo y esfuerzo nos han brindado este
maravilloso regalo; el testimonio de un largo camino de fe,
a veces duro, gélido, tortuoso pero lleno de vida, alegría,
amor y esperanza. Un camino con un único destino, ese que
sin duda, nos lleva siempre a Dios.
Felicidades a un sacerdote, que como San Juan bautista,
siempre apuesta por el mensaje del que siempre viene detrás
de él, ese que lo anima, lo empuja, y lo compromete en su
quehacer diario, ese del que nadie es digno ni para
desatarle sus sandalias. Felicidades Padre Isidro en su
aniversario, pero sobre todo, muchas gracias por ser como
eres.
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