Es como podríamos titular el viaje
de ida y vuelta a Brasil, por parte de la Selección
Española, a un mundial que parecía hecho a su medida y que
le ha resultado demasiado grande, con lo que ha sido para
España de lo más catastrófico.
Ahora, hablar o escribir, a toro pasado es muy fácil, pero
lo que sí estaba claro desde el primer momento era que la
Selección Española la controlaban cuatro o cinco jugadores,
que hacían la corte a un seleccionador que no tuvo “agallas”
para dejar fuera a varios de los que fueron y no estaban en
condiciones para haber ido.
La prensa, hay que decirlo, desde hace varios años,
consideró que primero estaba del Bosque y después el cielo,
pero eso no lo han considerado los jugadores, desde que
empezaron a ir mal las cosas, con lo que el seleccionador,
si es que sigue, habrá aprendido que primero es la Selección
y luego sus componentes, lo quieran o no.
Era un mundial de despedidas entre los nuestros, porque la
edad no perdona y aquellos que pasaban, con creces, de los
30 iban en busca de la “extra”, una más, aunque muchos no
huelan, ni de lejos, lo que es el término España. A las
pruebas nos podemos remitir.
Y al final “cantó la gallina”, Xavi, algo así como el
oráculo de Delfos en la Selección anduvo perdido el tiempo
que jugó, Fábregas pensaba en su nueva andadura en
Inglaterra, Villa mirando hacia Australia, no sé en qué
equipo o si para domar canguros y poco más, Piqué pensando
en que ahora llegan las vacaciones, prolongación de su”año
sabático” en su club la temporada que ha pasado y a todo
ello habrá que sumar lo que se avecina con algún otro
figura, de esos que están primero ellos y luego lo que
llegue.
Y claro, el viaje de regreso como si se hubiera salido de un
tanatorio. Ahora no se oyeron los chistes de Reina, otros ni
siquiera se volvieron en el avión con sus compañeros,
prefirieron empezar ellos, por su cuenta, las vacaciones,
desde allí, ¡¡Qué diferente de cuando había que recorrer
Madrid en autobús descapotable!!.
Está claro, se sabía estar cuando se ganaban los aplausos,
no se ha sabido encajar las derrotas y la mala cara de Villa
cuando lo cambiaron demostró que ciertos jugadores piensan
en ellos, sólo en ellos. Además, para que no faltara nada,
Jordi Alba, pasándose tres pueblos de un tirón, amenazó
gravemente y peligrosamente a un periodista, posiblemente
porque no le pudo ayudar a estar en su justo sitio en el
campo. Este personaje, este muchachito, Jordi Alba, a partir
de ahora creo que no es un digno representante del combinado
español para representarnos en competiciones
internacionales.
Y la guinda, para que no faltara nada, estuvo en la llegada
al aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid, donde esperaban
docenas de personas y muchos niños, especialmente, pero la
Selección Española tuvo la poca vergüenza de salir por otra
parte, posiblemente, atacados por el síndrome de “congojonitis”.
Es lo que ha habido. Aquí cada uno ha ido a lo suyo. Muchos,
es de suponer, terminarán su carrera como internacionales. Y
los que vuelvan a vestir la indumentaria española deben
saber que se puede ganar o perder, pero siempre con
dignidad, porque aquí lo que ha faltado, por encima de todo,
ha sido eso, la dignidad.
El próximo año no hay nada, de aquí a dos años Eurocopa, ya
veremos con qué talante y actitud, mejor que la de ahora,
desde luego.
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