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OPINIÓN - LUNES, 23 DE JUNIO DE 2014

 
OPINIÓN / COLABORACION

Pueblo chico

Por Abdelmalik


La muerte por disparos de un hombre en las calles de Ceuta, viene a decir muchas cosas, no sólo aquello de que las Fuerzas de Seguridad tienen que trabajar más, sino muchas otras, entre las que cabe destacar la falta de diligencia social en todos y cada uno de los elementos sobre los que se sostiene cualquier estructura social mínimamente civilizada, tales como aquellas otras fuerzas sobre las que gravita la vida de los protagonistas, tanto la del fallecido como la de aquellos que decidieron arrebatarle la vida de forma cruel. En una ciudad en la que las religiones vienen a jugar un papel importante, ya sea como conductores morales o bien como advertidores de conductas malsanas, resulta realmente sorprendente que uno de los colectivos más importantes de la ciudad, como es el musulmàn, certifique y haga suyas la totalidad de las muertes violentas que desde hace mucho tiempo tienen lugar en la ciudad.

Existe en el fenómeno musulmán, especialmente en los grupos que, de un modo u otro, dicen representarle, una gravísima falta de atención hacia sus miembros, hacia si mismos, en definitiva, pues no existe ninguna acción o programa social que tenga por objetivo mentalizar sobre las consecuencias de la violencia y su cultivo, ya sea desde corta edad o ya como adultos.

Sin embargo, vemos que acuden en tropel hacia cualquier tipo de subvención económica que se publique, tanto como que conocen fechas y cualquier tipo de instrumentalización referidas a cómo obtener ese tipo de dádivas que, tanto el Gobierno local acostumbra a rifar con nombre y apellidos, como aquellas otras que vienen por canales discretos y poco conocidos.

Resulta espeluznante que los musulmanes se maten entre si, a sabiendas que el Islam es bastante claro al respecto, pero ni eso ni nada es suficiente para transmitir y hacer llegar la consigna de que matar a un ser humano no es propio de un ser igual; menos aún, de quienes nacen y se hacen en una fe religiosa, ya sea Islam o cualquier otra.

Los lideres religiosos musulmanes deberían cambiar sus discursos, siempre tan trascendentes y lejanos de la realidad, y bajar a la arena de los hechos, impregnarse con su polvo, y ayudar a su gente en donde realmente lo necesitan. Ya está bien de decir para no decir nada, ya está bien de decir lo que es para unos pocos, ya está bien de encorsetar una realidad social, haciéndola parecer una visión feliz y entrañable. Deben esos directores de almas, hablar a la gente llana de forma llana, establecer puentes con los agentes sociales comprometidos, valorar las formas de convivencia existentes y estructurar nuevas formas sociales, siempre teniendo como piedra angular la paz y un deseo social irrenunciable: Nunca usar la violencia.

El trabajo de las Fuerzas de Seguridad tiene que ir en paralelo al de aquellas otras fuerzas sociales que tienen y poseen “escucha activa” entre sus miembros; sin eso, faltará algo importante, que no es sino la falta de concienciación en grupo y en familia de que la violencia despoja a la vida de sentido más sublime: Que es dada por Dios.

Pedir la dimisión del delegado del Gobierno resulta insuficiente y claramente innecesaria, aunque queda bien hacerlo, ya que el guión lo pide, pero por esa operación aritmética también habría que pedir la de otros muchos, empezando por esos que dominan púlpitos y a los que nadie puede contradecir, así como aquellos otros que siendo musulmanes hacen de la política profesión, y que desde que tomaron testigo nunca nada hicieron por su gente para fomentar el rechazo a la violencia, estableciendo plataformas en ese sentido, incluso casándolas mediante formulas participativas con otras confesiones, de modo que el encuentro de opiniones diferentes concluya en un mismo objetivo: Convivencia Natural.

El colectivo musulmán viene pidiendo otro tipo de ayudas, aparte de la policial. Se trata de una atención especial, y tiene que ver con su presente y futuro, y su lugar en el núcleo social de esta ciudad. Y para eso necesita de todos, sin excepción.

De no prestarse esa atención, ninguna policía podrá parar lo que germina de forma imparable. Esta es una ciudad pequeña, que de no remediarse a tiempo, vendrá hacer cierto el dicho: Pueblo chico, infierno grande
 

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